El amor leal del mal CEO romance Capítulo 8

Como Delia no tuvo tiempo de hacer las compras en la mañana, la nevera de su casa estaba vacía, así que decidió ir al mercado de frutas para comprar algo de fruta fresca para llenar la nevera. Ahora que su mejor amiga Mariana ya no vivía con ella, tendría que quedarse sola en el apartamento alquilado. Aunque se sentía sola, podía seguir viviendo cómodamente.

En el mercado de frutas, Delia eligió algunas pitayas, bananas y manzanas antes de llevar la bolsa al mostrador para pesarla y pagarla. Justo cuando se disponía a pagar, una mano grande y delgada entregó un billete de cien a la cajera.

—Aquí tiene el cambio de un total de cincuenta. Gracias y vuelva pronto -dijo la cajera con una sonrisa mientras entregaba el cambio a la persona que había pagado.

Sorprendida, Delia recorrió con la mirada la mano hasta su dueño.

«¡Señorita, su novio es tan guapo! -añadió la cajera con una sonrisa antes de desviar la mirada hacia el hombre que estaba a su lado.

Aquel hombre era, en efecto, extremadamente guapo. Su apuesto rostro era como un retrato pintado por un pintor de una corte; las líneas de su cara estaban bien definidas y tenía unos rasgos impecables. Llevaba un uniforme militar que mostraba sus hombros anchos, su cintura delgada y sus piernas alargadas. Parecía una persona reservada. Sobrepasaba a Delia en una cabeza y media.

-Usted...

-¡Ven conmigo! -Aquel hombre extendió su larga mano y sacó a Delia de repente del mercado de frutas antes de que esta pudiera terminar su frase.

—¿Quién es usted? Suélteme. —Delia llevaba la bolsa de frutas en una mano mientras luchaba por liberar la otra del agarre del hombre. Sin embargo, este la arrastraba y no podía defenderse.

Le parecía que habían pasado años, aunque apenas la había conocido ayer. Ya le echaba mucho de menos; pero, por supuesto, Delia no podía entender lo que aquel hombre estaba sintiendo. Incluso refunfuñó y se preguntó si estaba loco. No lo conocía en lo absoluto.

El hombre se detuvo y se dio la vuelta, lo que hizo que Delia chocara contra su pecho. En cuanto ella levantó la cabeza, él bajó la suya y la besó. Era dominante y fuerte; su corazón latía con fuerza, su respiración se aceleraba. En la mente de Delia, el mundo se detuvo. Ese olor familiar... era igual al del hombre de la noche anterior...

Él la abrazó con fuerza y dedicó todo su calor, sinceridad y pasión a besarla. Delia, agitando manos y piernas, hizo todo lo posible por apartar a aquel hombre insolente de ella.

-¡Ay! —De repente, el hombre la soltó y se tocó el abdomen con dolor.

Atónita, Delia reparó de inmediato en que se trataba del hombre de la noche anterior; el hombre herido que irrumpió en su casa.

-Usted... -Delia no sabía qué hacer. Quería gritarle por su insolencia, pero al ver su rostro tan pálido y adolorido, se sintió culpable. Por lo tanto, se tragó sus palabras y suspiró-. Olvídelo. Siento haberlo golpeado. ¿Por qué no me deja ver la herida de su abdomen?

¿Por qué la besó de repente sin razón?

Al principio, Delia estaba muy molesta, pero considerando el hecho de que había lastimado la herida en su abdomen, su rabia disminuyó, aunque quería enfadarse. Por lo tanto, decidió no molestarlo.

Ese vehículo militar todoterreno de color verde que ella acababa de ver tenía una matrícula blanca, lo que significaba que pertenecía al ejército. «¡¿Será que él pertenece al ejército?!». Delia solo hacía suposiciones al azar. Sin embargo, no pensó en él durante mucho tiempo. Quizás solo estaba agradecido de que ella lo hubiese salvado y no quería lastimarla de ninguna manera.

Luego de que Manuel entrara en el auto, levantó su mano y, con un toque ligero de su dedo, rozó sus labios; parecía como si estuviese recordando algo. Julio, su compañero, le dio unas palmaditas en el hombro y frunció los labios mientras le decía en broma:

-Señor, ¿piensa que no vi nada desde el interior del auto? ¿Qué tal estuvo? ¿Son dulces los labios de la chica?

Al momento, Manuel, con el rostro inexpresivo y sus ojos azabache, le lanzó una mirada fulminante. Julio no pudo evitarlo; levantó su mano e hizo como si cerrara una cremallera imaginaria en sus labios para guardar silencio.

Poco después, antes de comenzar su segunda misión del día, Manuel le envió un mensaje al mayordomo de la Mansión Colina, el Señor López, para preguntarle si Mariana ya estaba en la casa. Al poco tiempo, el Señor López le respondió que la Señorita Suárez había llegado sana y salva, y le informó que ella hasta había ¡do de compras y había vuelto con bolsas de ropa lujosa de edición limitada. Bueno, a Manuel eso no le importaba, siempre y cuando Mariana fuera feliz. Luego de escribir eso como respuesta y enviárselo al Señor López, apagó su móvil.

Lo peor que le había sucedido a Delia desde que había puesto un pie en el mundo real había sido perder a su mejor amiga. Sin embargo, ella no se esperaba que la segunda peor experiencia de su vida la tuviese poco más de una semana después de que Mariana se fuera.

Delia tenía pensado terminar su pasantía sin ningún tipo de problema y luego convertirse en una empleada permanente de la empresa cuando se graduara de la universidad. Sin embargo, la nueva jefa que designaron para la empresa la despidió y, lo que es peor, ¡sin motivo alguno! Es como dice el refrán: «Escobita nueva barre bien». La jefa, quien nunca había hecho una aparición en público, anunció:

—¡Despidan a todos los pasantes!

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