Delia sentía que era muy injusto que hicieran algo contra ella sin que tuvieran ningún motivo. Cuando ella había terminado de recoger sus cosas y estaba a punto de marcharse de la empresa, el líder del equipo, Juan Ramírez, vino a despedirla con amabilidad.
-Delia, escuché que la nueva jefa de nuestra empresa se llama Mariana Suárez. ¿Crees que se trate de tu mejor amiga?
Antes de marcharse, Juan se inclinó un poco más cerca del oído de Delia y le susurró un chisme. Luego hizo una pequeña pausa y Delia le ofreció una sonrisa calmada.
—No importa si es ella o no, ya eso no tiene nada que ver conmigo.
-Bien. ¡Da lo mejor de ti y no te rindas! —Juan le sonrió y le hizo un gesto alentador con su puño.
Delia asintió con la cabeza en silencio. Ese fue el momento más patético e incómodo de su vida.
Después de pasar mucho trabajo buscando, ella por fin había encontrado una pasantía con remuneración, pero esta había acabado de manera inesperada antes de lo que ella pensaba. Delia se dio la vuelta para observar su empresa y, de repente, se sintió un poco renuente a marcharse. Este había sido el primer lugar donde ella había trabajado desde que se había incorporado a la sociedad de manera oficial.
Mientras tanto, en medio del bosque, Manuel estaba montando su tienda de campaña. A pesar de sus heridas, él continuaba enfrentando a sus enemigos.
«¡A la Señorita Suárez solo le gustan las cosas lujosas, como los productos de maquillaje de marcas importantes, las joyas, ropas y zapatos de diseñadores reconocidos y bolsos de marcas famosas!», escribió el Señor López. Al leer este mensaje de texto, Manuel no pudo evitar burlarse; después de aquella noche, él pensaba que Mariana Suárez era alguien especial. Ahora; sin embargo, se decepcionó al darse cuenta de que ella era solo una mujer más del montón. Él suspiró y se propuso olvidar el asunto. No había nada que pudiera hacer, incluso si ella era tan ordinaria. Después de todo, ella era la mujer que él había escogido y de la cual había planeado enamorarse, así que él no podía rifar culpas a nadie.
En el peor de los casos, cuando se retirara del ejército, solo debía ganar dinero para mantener a su familia, mientras Mariana se dedicaría a lucir bonita.
—Señor, ¿qué método usarán las Águilas para sus próximas actividades de contrabando? -La pregunta de Julio hizo que Manuel bajara de las nubes.
El hombre se quedó con su móvil en la mano y apuntó con un dedo al río en el mapa mientras respondía con determinación:
Ya había pasado un mes desde que la habían despedido de la empresa y seguía sin encontrar trabajo. Los ahorros que tenía en el banco estaban a punto de agotarse por completo y ella no tenía dinero extra para pagar la renta por adelantado. Al ver que no tenía otra opción, Delia decidió mudarse y buscar una habitación cerca de la universidad de Mario para quedarse allí mientras continuaba buscando trabajo.
Ciudad Ribera era el centro del estado y también había Pueblitos aledaños. La universidad del novio de Delia estaba ubicada en uno de estos pueblitos. Si viajaba en autobús desde el centro de la ciudad, ella debía hacer tres conexiones y le tomaban dos horas y media para llegar a su destino.
Cuando Delia recogió su equipaje del autobús y se paró delante de la Universidad Ribera, ya el cielo estaba oscuro. Los dormitorios de los hombres cerraban a las diez de la noche. La chica no le había avisado a Mario que vendría, así que siguió hacia su habitación sin hacer escalas; la muchacha sabía dónde quedaba su habitación, pues en el pasado ella acostumbraba a ir todos los fines de semana que tuviese libres a lavar la ropa de su novio. Por este motivo, la señora que cuidaba los dormitorios ya la conocía.
Los otros tres compañeros de dormitorio de Mario también conocían a Delia. Ellos eran amables con ella y la trataban como si fuera su hermana. Los tres muchachos hicieron a un lado sus juegos en cuanto la vieron llegar con su equipaje a la puerta de la habitación de Mario. Le dieron una calurosa bienvenida; se reunieron y la ayudaron con su equipaje, le ofrecieron un asiento y le sirvieron un poco de agua. En realidad, cada vez que ella los visitaba, la chica no solo lavaba la ropa de su novio, pues él también le pedía que lavara la de sus tres compañeros y ella
limpiaba bien la habitación hasta que quedara brillando.
En ese momento, Héctor Zapata, el chico que tenía un corte de cabello con la forma de un cocotero y la piel bronceada, tuvo la iniciativa de ir a ayudarla a cargar su equipaje.
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