El clímax de un millonario romance Capítulo 15

Capítulo 15

Retroceder para poder procesar la información le ha permitido tener ventaja y meterse en mi apartamento y sentarse en mi pequeña mesa blanca con sus cuatro asientos mientras espera a que yo regrese de mi estado de transe pensativo sin volverme loca.

Cerré la puerta, en silencio. Tenía a una desconocida adentro que no lograba recordar. Miraba su rostro juvenil, con pinta de ser inocente y no sabía si había maldad en su ser para venir a atormentarme con tantas personas en el mundo para joderles la vida.

Infancia, adolescencia, adultez. Infancia, adolescencia, adultez. Cada vez que intentaba hondar sobre mi pasado me agarraba un horrible dolor de cabeza, de esos dolores punzantes que deseas que desaparezcan o te arruinaran el día. Meneé la cabeza.

Eso me ha pasado hace ya tiempo y creo que intento unir cabos sueltos en mi mente a partir de ahora. Me siento una estúpida por intentarlo en ese preciso momento.

—¿Cómo que tú…?¿Tú eres hija de Beatriz y yo…? —las palabras revotan en mi apartamento, quedas.

De reojo miro al cajón de los utensilios.

Quiero tomar un cuchillo y clavárselo en el cuello por si se trata de una intrusa que quiere hacerme pasar por loca. Todas las hipótesis son bienvenidas en este momento. Puedo permitirme desconfiar de todo el universo entero.

—¿Perdiste la memoria, Amy? —de pronto me pregunta, entre confusa y enojada —¿Realmente no me recuerdas?¿Acaso ella te está chantajeando para que no me hables ni tengas contacto conmigo? Viaje desde muy lejos, sabía que estarías aquí porque tú me pasaste la dirección ¿no lo recuerdas?

—¡Ya! —grito, efusiva —¡No sé quién eres!¡Y nadie me está chantajeando! ¿Cómo es posible que yo no sea la hija de…?¡¿Qué?!

Levanta su dedo en señal de que aguarde un momento y posa su bolso por encima de su regazo. Lo abre y busca algo en específico, apresurada, como si realmente supiera que su tiempo bajo mi techo vale oro.

—Toma —encuentra lo que desea, es un papel dentro de un folio transparente y me lo ofrece.

Lo miro más de la cuenta y lo agarro de un tirón, desconfiada. Trato de centrarme en leer pero hay tantas palabras, porcentajes y números que me dejan algo mareada.

PRUEBA DE MATERNIDAD A PARTIR DE LAS MUESTRAS DE CABELLO DE LA PRESUNTA MADRE Y DEL HIJO/A…

Ay no…

Irrumpo mi lectura antes de que me baje la presión.

—¡¿Esto es una prueba de ADN?!—espeto, haciendo un movimiento brusco de mano con la hoja.

—Beatriz me vendió cuando era niña a una familia de médicos que están ubicados en Los Ángeles. Tú me ayudaste a tomar cabello de Beatriz para realizar una muestra de ADN con ella. Siempre sospeché que no era hija de mis padres y ellos me dieron el derecho a saber la verdad. No los he denunciado por la compra de un bebé porque los amo y son las personas más hermosas que tiene esta tierra. Pero siempre quise saber quién fue mi madre y deseé que me diera una explicación de por qué me ha vendido—me explica, insistente. Ella realmente está suplicándome que recuerde —. Tú también te hiciste una prueba de maternidad ¿lo recuerdas? Dime por favor que lo recuerdas ¡Lee el papel Amy!¡Son nuestras pruebas de ADN!

Me tiembla las manos mientras sujeto aquel plástico que protege las dos hojas que lleva dentro. Sudan, intentan resbalarse, pero las sujeto con fuerza con mis puños cerrados.

Con un miedo inexplicable, con la incertidumbre de no saber qué está pasando aquí, mis ojos bajan hacia las letras que explican específicamente lo siguiente:

Resultado: Negativo.

Interpretación

Probabilidad de Maternidad: 00.00% - NEGATIVO.

La presunta madre está excluida como madre biológica del niño/a. En base a los resultados de las pruebas obtenidas de los análisis, la probabilidad de maternidad es de 00.00%…

La señorita Amy Steele no es…

Dejo de leer aquel papel y leo la prueba de ADN de la tal Katerine, la cual da positivo…

Se me cae el alma a los pies y debo sentarme antes de caer desplomada al suelo. Siento el rostro frio.

—¿Beatriz no es mi madre? —tengo la boca reseca, mi voz suena ronca y mis ojos se llenan de lágrimas —¿Cómo sé que esto no es falso? —estampo las hojas contra la mesa, sobresaltándola —¡¿Cómo sé que tú no eres una de sus lacayas?! Yo no recuerdo haberme hecho un análisis de ADN. Lo recordaría, por supuesto que lo recordaria. Algo así no se olvida y más sabiendo que puedo sacarme de encima a Beatriz así.

—¡Revisa tu mensaje de correos! —insiste, al borde de las lágrimas —¡Y veras la fecha exacta en que ambas recibimos los resultados de ADN, Amy!

Lo comprobé. Ella tenía razón.

Luego de varios minutos buscando un mensaje exacto que nunca recordé leer con anterioridad, vi en la casilla de mensajes el resultado de ADN. Ambos papeles habían sido enviados hace casi ya dos años atrás…

Me doy vuelta en dirección hacia la joven que está sentada en mi silla, nerviosa, desesperada con que no la deje sola. Está temblando.

—No sé quién eres —le digo en voz baja, rota. Sincera —. Y no recuerdo absolutamente nada sobre qué sucedió hace tres años atrás.

Me coloco de cuclillas frente a ella y tomo sus manos por encima de su regazo. Ay no, se está por largar a llorar y yo no sé cómo calmar a alguien. Soy pésima para estas cosas.

Tengo sentimientos encontrados

¿Cómo voy a olvidarme algo así? ¿Qué está pasando conmigo? Trato de recordar mi adolescencia y hay bachas en ella. No hay momentos exactos y relevantes. Me creí bajo un apartamento sucio y descuidado en donde Beatriz apenas dormia. Literalmente nunca estaba.

¿Por qué la última imagen que tengo de mis abuelos es a los doce años de edad? ¿Por qué el dolor de cabeza aumenta cada vez que intento recordar algo más?

Creo que la desconocida aquí soy yo…

—¿Tuviste un accidente, Amy? —me pregunta ella, buscando mis ojos —La última vez que te vi fue cuando estabas planificando tu luna de miel.

Me aparto bruscamente de ella y me pongo de pie. Mis ojos se abren mucho y mis labios se separan.

—Espero que sea una jodida broma lo que acabas de soltar —espeto, deseando que lo sea.

No se rie. Creo que esto ya es suficiente.

¡¿Quién es esta chica?!

—¿Podrias marcharte? Quiero estar sola, tengo mucho que asimilar—le suplico en voz baja.

Siento un enorme vacío en el pecho y una sensación de nudo en la garganta que me es molesto.

No quiero romper en llanto frente a ella.

Katherine está a punto de decir algo, pero reprime sus palabras y se levanta con su bolso en el hombro.

Posa inesperadamente su mano en mi hombro y me da un apretón.

—No sé qué ha ocurrido contigo—átona, triste—, pero espero que tu memoria saque aflote aquellos tres años que son pura neblina para ti. Ten buena vida, Amy Steele.

Y sin decir más nada, escucho que abre la puerta y se marcha, cerrandola con cuidado.

Apenas lo hace, grito y pateó la mesa, rota en llanto e incertidumbre. Sofocada por algo que me quema el pecho.

La lluvia torrencial opaca mis gritos, mi enojo…la tristeza de una ausencia que no sentía hasta ahora pero…algo me decía que era real.

Creo que algo quería en mi interior quería despertar…

Katherine sale de aquel apartamento extraño que tiene en su interior solo dos monoambientes y la lluvia no tarda en empaparla. Con desesperación, sale corriendo en dirección al coche negro que está aparcado en la calle de enfrente y que la está esperando.

La joven, con su bolso por encima de la cabeza para cubrirse inútilmente de la lluvia, llega al coche que la está esperando con la puerta del acompañante abierta.

Esta sube, agitada por correr y cierra la puerta.

Katherine mira al hombre que está como conductor.

Observa su estructura facial perfecta, con un profundo color gris es sus ojos apagados. Imponente porte y elegante, al tan solo mirarlo.

Es sexy, debe admitirlo por dentro. Es un hermoso hombre de piel blanca, cabellos castaños y labios carnosos

Su nariz afilada como tallada por las manos de Miguel Ángel y los labios más besables que hubiera visto jamás. Aparto la mirada, cohibida.

—¿Recordó?—le preguntó Matt Voelklein, con un nudo en la garganta.

—No…lo siento mucho.

El coche arranca, furioso y desaparece a toda velocidad.

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