CAPÍTULO 9.
No.
Bueno si.
Sé qué había sonado muy directa pero era lo que quería. Habíamos llegado al hotel con un fin ¿por qué no sonar cómo una profesional cuando se trataba de escribir un relato bastante íntimo? Demonios, el señor Voelklein me lo había propuesto. Yo no era una persona desubicada por pedirle lo que quería.
¿Por qué reaccionó escupiendo su café a las ocho y cincuenta de la maldita mañana? No importa. Lo que si me importaba era que estaba en medio del enorme salón de la habitación ejecutiva preguntándome qué hacer, totalmente cohibida y fuera de lugar esperando a que apareciera Matt. Según él, iría a buscar a su amiga Emily…con la chica que follaria frente a mis narices.
Sé madura Amy. Vive las experiencias que el mundo te puede dar. No te arrepientas, ya no hay marcha atrás.
Lo que me produce un nudo en el estómago es pensar en Matt teniendo relaciones sexuales con otra chica. Creo que averiguaré qué siento cuando lo vea con mis propios ojos. Ya había un anotador y una laptop con la cual trabajar en la mesa ratona de la sala, acomodados prolijamente. Luego enviaría el archivo a mi email.
Me sentía totalmente incómoda, pero bueno. Debía respirar, sólo respirar y observar. Aquello sería una herramienta. Una experiencia para lanzarme como escritora. Y por suerte, estaba presentable.
Llevaba puesta la ropa de la noche anterior. Unos vaqueros azules, mis botas negras oscuras que me llegaban a la rodilla y siempre llevaba mi playera blanca de mangas que pasaban un poco mis hombros en el bolso en modo de emergencias.
Me encontraba de brazos cruzados observando el paisaje del ventanal de la sala cuando Matt estaba de nuevo en el piso.
Me doy la vuelta y veo que lo acompaña una mujer.
Sus ojos se clavan en los míos en medio de la sala.
—Señorita Steele, ella es mi amiga Emily Well—me presenta el señor Voelklein, con aire serio.
La mujer que está a su lado levanta la mano en señal de saludo. Es una mujer preciosa de rasgos asiático y de cabello negro larguísimo. Varios mechones le caen sobre los hombros y me sonríe, amistosa a través de su fleco que cubre su frente. Tiene un vestido de mangas cortados color morado y liso, y un bolso de cuero marrón colgando en su hombro. Tiene una figura tan delicada y sexy que me es imposible sacarle los ojos de encima.
Luego recuerdo que soy heterosexual y se me pasa.
Ambas nos acercamos el una a la otra para estrecharnos las manos.
—Buenos días señorita Well, no sabe cuánto le agradezco que esté aquí —le digo junto con el movimiento de mano.
—El placer es mío, señorita Steele. Me alegra saber que seré parte de este proyecto—saluda, jovial—. Llámeme Emily, por favor. Dejemos la formalidad de lado—se echa a reír mientras me guiña el ojo.
—Entonces dígame Amy—le devuelvo el gesto y ambas soltamos nuestras manos.
Es hermosa ¿ya lo había pensado no?
—Tomen asiento, por favor—nos invita Matt, señalando los sofás azul oscuro enfrentados y cuadrados al igual que sus almohadones.
Yo me siento frente a Matt y Emily. Estos se sientas en los extremos y por un momento me siento el centro de atención.
No sé dónde me estoy metiendo al pedirles que tengan sexo frente a mí.
¡Dios, que incómodo era aquello! Empiezo a sentirme intranquila. Junto mis piernas y coloco mis manos sobre las rodillas mientras golpeteo el suelo con uno de los pies.
—¿Han tenido sexo con anterioridad?—la pregunta sale de mis labios antes de que pueda analizarla y mí voz sale ronca—. Quiero saber si ambos se sienten cómodos con la idea de que yo los observé haciendo…ya saben qué—hago un movimiento de mano y sonrío, nerviosa.
—Amy, yo acepté porque me divierte tener sexo con Matt y me parece una buena idea que esto te sirva a ti cómo herramienta para tu libro—responde Emily, y parece entusiasmada, incluso muy interesada.
¿A quién no le divertiría acostarse con el señor Voelklein? Evito la idea de poner los ojos en blanco.
Dirijo toda la atención hacia Matt, quién se encuentra recostado en la otra punta del sofá con los dedos apoyados en sus labios y mirándome con el entrecejo fruncido. Pensativo y con el semblante frío.
—¿Qué tiene en mente que hagamos, señorita Steele? Estamos…expectante—me pregunta, la calidez de sus ojos ha desaparecido. Parece hostil.
Me mira fijamente, con una insondable emoción ardiendo en sus ojos. Maldita sea… Se me seca la boca. Sus ojos despiden un destello malicioso que repercute en mis partes más íntimas y nunca antes exploradas.
—¿Quiero que lo hagamos en el sofá?¿En la habitación o en la ducha?—bromea Emily, riéndose.
Matt sigue serio, inmune al buen humor de su amiga.
—Quiero que lo hagan en el ventanal—confieso, sin filtro—. Quiero que mis relatos sean tan eróticos como elegantes. No con palabras vulgares. Así que necesito la luz del sol sobre ustedes y ver cómo cada músculos de sus cuerpos reaccionan ante un estímulo…claro, sino les da pavor que los vea de esa forma. Y he seleccionado el ventanal porque es un paisaje que no quiero desperdiciar. El vidrio aguantará ¿cierto?
Matt y Emily cruzan miradas. Él levanta las cejas en señal de sorpresa y vuelve su mirada hacia mí.
—Aceptamos—dice Emily rápidamente dando palmaditas.
Su entusiasmo es contagioso y no puedo evitar embozar una sonrisa aunque el sombrío rostro de Voelklein sea el más destacado de las emociones en aquella sala.
Comienza el relato…
Se acerca a mí, despacio. Está tan seguro de sí mismo que cada centímetro de mi cuerpo infinito vibran, lo sé. El corazón se me dispara y la sangre me bombea por todo el cuerpo. El deseo caliente e intenso, me invade el vientre. Se detiene frente a mí y me mira a los ojos. Unos ojos grises que no puedo evitar no mirar. Seducción que me deja sin aliento y me declaro fan de su iris gris. Intimidante.
—¿Por qué la echaste?—mi voz sube una octava y abro los brazos, exasperada—¡Todo estaba marchando bien!
—No respondiste a mi pregunta.
—¡¿En qué momento me has quitado el derecho de elegir el tipo de narrador?!
Matt se encuentra de brazos cruzados, frío y distante.
—¿Tus relatos fueron siempre en tercera persona?—me evade, por supuesto.
Me quedo muda. No sé qué decir. Quiero mentirle, pero mi rostro me delata y asiente, desviando la mirada hacia algún punto de la sala y chasquea la lengua, como si le hubiera dado toda la respuesta que necesitaba.
—¿Por qué ha empezado a utilizar la primera persona desde que nos conocimos?
—¿Qué?—me echó a reír, nerviosa—A caso crees que tú…—vuelvo a reírme, interrumpiendo mis propias palabras—. Soy libre de utilizar el narrador que yo desee.
Esto es el colmo. Él sigue sosteniendo su postura sería y yo me siento cohibida.
Clavo mis ojos en los suyos.
—A la que tenía que tener acorralada contra el ventanal no era a Emily, sino a usted.
Avanza su paso en mi dirección, seguro de sí mismo y me siento como un ciervo acorralado a punto de ser cazado. Trago saliva ¿Qué hace? Cuando me percato, mi espalda choca contra una pared y las palmas de mis manos la tantean un poco.
Su rostro se tensa, se torna oscuro y no sé por qué el señor Voelklein está a escasos centímetros de mi rostro. Veo su cuello, grueso, duro y no me atrevo a levantar la mirada.
—¿Acaso quiere usted sentir lo que la protagonista siente? —murmura, con vos agravada—¿Quiere experimentar aquello que nunca se ha atrevido? Dígamelo. Ahora.
Levanto la vista, mis mejillas se prenden fuego. No soy capaz de titubear palabra y me odio por eso.
Sus ojos grises me observan con un descaro que antes no había visto. Con una doble intención que me es difícil de creer. Mi vista se dirige a sus labios gruesos, el vello de su barba rasurada que son una mezcla de grisáceos con rubio y pómulos altos.
Estoy arrinconada. No hay escapatoria. Ni una mentira puede salvarme. Es demasiado tarde. Sus manos viajan a la pared, a cada lado de mi cabeza y se agacha un poco para quedarnos frente a frente. Mi mente está en blanco.
¿Acaso su respiración se está mezclando con la mía?
—Sí—musito, con un nudo en la garganta—. Yo quiero ser la protagonista.
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