Capítulo treinta y ocho
Odio ser enana en este tipo se situación.
Su cuerpo parece una jodida muralla impenetrable, alzo la vista encontrándome con sus ojos y sus labios entre abiertos, su cabello desordenado cae al frente y veo lo azul de su camisa evitando su mirada, a mi cabeza llega un fuere dolor y el estómago se me revuelve.
Oh no.
Aquí viene.
Salgo de su agarre y expulso el desayuno a un lado de sus pies, sus manos sujetan mi cabello mientras boto un kilo entero de vómito, mis ojos se cristalizan y siento el molesto dolor en la nariz, Amir saca un pañuelo de su pantalón y lo pasa por mi boca limpiándome, deja caerlo sobre el desastre en el piso y me conduce hasta las puertas de la casa, las abre de una patada y me lleva hasta el baño de la planta baja, abre el grifo del lavamanos y me tira agua en la cara, quito sus manos de mi rostro y enjuago mi boca, siento sus ojos escanearme y me suelto de su agarre.
—Vete, no te necesito más.
Me toma de los hombros —Al menos déjame llevarte a la cama.
Lo señalo —Está bien, pero solo eso.
Me saca del baño y bufo al ver las escaleras, como desearía tener el ascensor de su casa aquí. Doy el primer paso y me resbalo, sus brazos me sujetan fuerte antes de que caiga al piso y lo escucho hablar —Es mejor cargarte —me toma de las piernas y una de sus manos sujeta de mi cintura, enrollo mis brazos a su cuello y pego mi cara a su pecho.
—Hueles bien, muy bien.
—Me alegra saber que te gusta.
Cierro mis ojos —tú siempre me has gustado —lo escucho reír —y también tu sexy y sensual sonrisa.
—¿Ah sí? ¿Y qué más? —me deposita en la cama y siento sus manos desabrochando mis zapatos.
—Tus ojos —digo y los lanza a un lado de la cama, se levanta y lo veo caminar al pequeño armario del cuarto, jala una camisa y llega a mi lado, me quita el vestido y lo tira.
—Levanta los brazos —hago lo que dice y me coloca la camisa, acomoda las almohadas detrás de mí y recuesta mi cabeza con cuidado —es hora de dormir, irresistible.
—No, no lo es —bostezo y cierro mis ojos—Eres un idiota, ¿lo sabías? —murmuro.
Sí, pero soy el idiota que amas.]
...
Despierto por el ruido de los pájaros picando la ventana y llevo mis manos a la frente.
Que enorme resaca.
Jamás en mi vida volveré a tomar como anoche, lo juro. Me incorporo en la cama y veo mi cuerpo a medio tapar, llevo las sábanas a mis piernas desnudas y junto mis cejas.
¿Cómo llegué aquí?
Intento recordar y lo único que llega a mi cabeza es yo bailando encima de la barra, luego el auto, el vómito en la parte principal de la casa. Abro mis ojos y veo mi vestido y zapatos regados en el piso, me levanto y los recojo, miro fijamente el color de estos y su olor a manzanilla pega de lleno a mi nariz.
Un momento, ¿yo estuve con Amir?
—Eres un idiota, ¿lo sabías?
—Sí, pero soy el idiota que amas.
Dejo caer las cosas al piso.
Entonces, si estuve con él.
Me pego en la frente y sacudo mi cabello con frustración. Quién sabrá que fue lo que hice anoche para terminar con Amir aquí.
Ah, que tonta.
Me coloco un pantalón y salgo de mi habitación, recorro el pasillo y bajo a la cocina, miro como toda la casa está en total silencio y solo se escucha el sonido del aire acondicionado salir de los conductos, tomo un vaso de agua y en mi pecho se instala una enorme presión.
¿Por qué me siento así?
Dejo el vaso en la isla y corro al cuarto de los niños, abro la puerta de par en par y solo veo sus camas desordenadas, mi corazón se acelera y bajo las escaleras de dos en dos —TINAAA—corro a la cocina y salgo al patio trasero, examino el lugar y mis ojos se cristalizan—TINAA, NIÑOS—no hay nadie, voy a la sala y solo veo algunos juguetes que yacen en el suelo tirados, busco por toda la casa y nadie contesta a mis gritos.
Bajo a la sala y tomo la cartera de la mesa principal, saco el móvil y lo desbloqueo, me voy a contactos y marco el número de la señora Sara.
Uno... Dos... Tres... Cuatro...
—Y no les van a pasar nada, tu quédate tranquila.
—Me dice eso porque no son sus hijos.
Rueda sus ojos —yo los amo tanto como tú y si les pasara algo me moriría —mira al conductor —Andrews, llévanos al antiguo refugio, ya sabes, donde está el túnel subterráneo sin terminar —este da marcha al auto y salimos del lugar.
—¿Al menos me dirán algo de lo que planean?
La señora Elizabeth muerde sus labios y finalmente habla —Está bien, ayer en la noche tuvimos una conversación Sara y yo sobre unos túneles secretos sabiendo que las arpías nos estaban escuchando.
—Y dijimos en voz alta que esa era una ruta de escape rápida, ahora si le sumamos a eso el hecho de que ellas está mañana no estaban, la desaparición de los niños y todo este rollo de Amir y que no nos quiere decir que fue lo que pasó en realidad...
Cierro mis ojos y a mi mente llega un recuerdo de él conduciendo con su rostro puesto en la carretera, su voz suena fuerte y claro por mi cabeza y me dejo llevar.
Tengo una maldición. Si las rechazo mis poderes se van y no es que no pueda sin esos poderes, es solo que hace poco sufrimos un atentado y podemos volver a tenerlo, ahora imagina esta situación, yo vulnerable por el rechazo y más porque tú estás lejos de mí, mi madre casi humana, mi hermana no está y los guerreros entrenados que hay están recuperándose de la batalla anterior, solo queda mi padre y aunque por muy fuerte que sea al ver a mi madre acorralada hará cualquier cosa.
Abro mis ojos y un mareo me da de lleno, ambas me sujetan de los brazos y escucho su voz hacer eco en mi mente —Irina... IRINA.
El grito de la señora Elizabeth hace que reaccione y miro su rostro con preocupación —Una maldición —susurro.
—¿Maldición de qué? ¿Quién tiene una maldición?
Miro sus ojos azules como el mar y tomo su rostro entre mis manos —Amir tiene una maldición. Si rechaza a las tipas esas el pierde sus poderes.
Ambas se observan entre sí y ven al frente —ANDREWS, CORRE A LOS TÚNELES —la madre de ojos azules traga grueso y marca un número en su móvil, maldice por lo bajo y tira el teléfono por la ventana —Mierda, estamos en problemas.
—¿Qué, por qué?
—¿Aún no lo entiendes? —pasa una mano por su cabello.
La madre de ella me gira —Se llevaron a los bebés para matarlos. Tanto tú como él quedarán expuestos y vulnerables y más Amir por la maldición, los niños y tu dolor, entonces será el momento perfecto para atacar la manada y arrasar con todo.
—Sí, es el golpe definitivo.
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