El Hijo Del Millonario © romance Capítulo 7

Capítulo seis

Esos ojos azules toman un color intenso, sus brazos rígidos ahora están más sueltos y sus labios forman una bonita sonrisa —¿Qué has dicho? —da un paso hacia mí.

Por ende, retrocedo un poco y vuelvo a hablar —dije tu nombre, dije Amir Dhall—miro la punta de mis gladiadoras y rasco mis manos.

Sus pasos se detienen a solo centímetros de los míos y alza su brazo para tomar mi barbilla—Con que has investigado y estado husmeando sobre mí—levanta mi mirada —es que no lo puedes negar, por más que trates de alejarte esa fuerza de atracción siempre te traerá de vuelta a mí.

Ahora si no entiendo nada de lo que está diciendo.

Quito su mano de mi mentón y corro a ver a Omar —¿estás bien? —lo observo directamente a los ojos mientras él lucha por sonreír con sus dientes ensangrentados.

—Sí, estoy bien—se agarra un costado de su cuerpo, alzo su camisa y llevo mis manos a la boca.

Dios mío.

Una de sus costillas está quebrada, el hueso se nota mucho que esta fuera de su lugar —Espera, llamaré a una ambulancia —tiro de mi bolsa a un costado y la abro para buscar mi celular de emergencia. Un móvil militar con teclas y números.

Presiono las teclas rápidamente y el piso repentinamente se mueve de un lado a otro, mis ojos ven todo de cabeza y ese olor a manzanilla me pega de lleno a la nariz.

Oh por Dios.

No lo puedo creer.

Me está cargando, ojos azules me está cargando en su hombro. Alzo mi cabeza ligeramente y veo a Omar tratar de levantarse, pero le es imposible.

Muevo mis piernas y brazos de un lado a otro tratando de zafarme de su agarre, pero mientras más lo hago, más aprieta su agarre en mi cintura. Envuelvo mis brazos a él —Bájame o te muerdo—hace un chasquido con su lengua y sonríe abiertamente.

Él está completo.

Su cuerpo, su voz, su sonrisa y esa mirada, lo único que cambiaría son esas muecas de asco que siempre hace.

Sacudo mi cabeza y aprieto mi agarre»—Te lo advertí.

Lo muerdo con fuerza y me despego, observo la marca en su bonito suéter gris y mis nalgas reciben un fuerte impacto de la nada.

¿Me ha nalgueado? El muy idiota lo ha hecho.

Me muevo con rabia de un lado para otro tratando de zafarme de su agarre —Suéltame pedazo de mastodonte, bájame —golpeo su espalda —¿no me escuchas? Te he dicho que me bajes, sordo, déjame que tengo que ir a revisar a Omar y por ahí mismo llamo a la policía para acusarte de haberme tocado, BÁJAME —acuso y su agarre se intensifica al punto de no dejarme respirar bien —ya en serio, ya bájame que me estoy ahogando, no puedo respirar bien, bájame —mi cabeza está empezando a doler por toda la sangre acumulada en ella, alzo mi cuerpo ligeramente para apaciguar la molesta jaqueca y veo en la entrada a la novia del mastodonte mirando a nuestra dirección.

—AYÚDAME, POR FAVOR, ALGUIEN AYÚDEME. VOY A SER RAPTADA POR UN CARA DE GUANÁBANA —las personas que transitan por la acera fuera del instituto solo nos miran y quitan la cara sin importancia.

¿Acaso a nadie le importa que alguien pida ayuda?

—Amir, ¿Amir a dónde vas? —alzo mi cabeza y veo a la novia del gigantón venir hacia nosotros —Amir, oye, ¿con quién se supone que regresaré a casa? —él frena y voltea.

—Dile a Alonso que te lleve a la mansión, por si no lo vez estoy ocupado —gira y continúa caminando.

Saca de su bolsillo un llavero y escucho el desbloqueo de un auto, tira mi bolsa hacia un lado y me deposita en el asiento de copiloto, rodea el carro rápido y sube a este, introduce la llave y voltea a verme» —abróchate el cinturón —lo observo con detenimiento.

¿Él en serio piensa que dejaré que me rapte?

Tomo la manigueta de la puerta y él atrapa mis brazos —Suéltame, por favor, déjame ir—tira del cinturón de seguridad y me lo coloca, enciende el auto y suelta mis manos.

—Ahora si, no te puedes soltar hasta que apague el motor —no, no, no.

Mis manos viajan al broche y al presionarlo este emite un pitido sin dejarme quitar el odioso cinturón.

Giro a verlo y él se pone su cinturón, sale tranquilamente del instituto y nos instalamos en las calles de la ciudad. Miro todo su perfil, sus brazos están totalmente rasgados con pequeños moretones, su rostro está impecable como si nada, pero no puedo decir lo mismo de su atuendo.

Sus pantalones negros están algo sucios y ahora su camisa gris esta rota por todos lados. Sus ojos hacen contacto con los míos y su típica mirada hace acto de presencia, ruedo los ojos y volteo hacia la ventana.

Ahora que lo pienso, su novia se quedo sola en el instituto y Omar también.

Ojalá alguien lo ayude.

Lo observo de reojo, sus facciones son duras, sus músculos resaltan las mangas de su suéter tanto que no me sorprendería que debajo de esa camisa encontrara el famoso six pack por el cual todas las niñas babean. Tiene un hermoso cabello rubio desordenado y esos ojos azules tan penetrantes que adornan aún más su bonito rostro.

Él sería el prototipo de hombre perfecto para cualquiera, pero no para mí.

Simplemente él no estaría con alguien como yo, apostaría lo que fuera por saber si esa niña hermosa es su novia.

Creo a alguien le gusta el sexy guapetón del instituto.

Él vuelve la mirada a mí e instintivamente la quito. Lo escucho suspirar —Es mi hermana —¿Qué? Él parece notar mi cara de confusión porque vuelve a hablar —La que tú dices que es mi novia —le doy una mirada rápida para que continúe —es mi hermana, Brianna Atenea —junto mis cejas.

—Entonces si es tu hermana, ¿por qué me dijiste un montón de cosas por ella? —me giro un poco en el asiento y coloco un pie debajo de mi pierna.

—Como se nota que no tienes hermanos —sonríe mostrando sus perfectos dientes blancos—cualquier hermano mayor defendería a su hermana pequeña, aunque eso involucré a una persona sumamente importante en su vida.

—Sí, pero yo no soy alguien de importancia en tú vida —lo señalo temblorosa y con cautela.

—Puede ser que sí, puede ser que no, quién sabe—se encoge de hombros.

Cierro mis ojos cansada y tomo el puente de mi nariz —Si es por lo de Omar y que le tengo que dejar de hablar a mi amigo, estás muy equivocado en que no le hablaré solo porque tú dices —aplasto mis labios.

—Quién sabe y no es por eso —vuelve a encogerse de hombros y achico mis ojos.

—¿Entonces por qué es? —detiene el auto y se desabrocha el cinturón. Observo a mi al rededor enormes casas y autos de lujo por todas partes.

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