El padre de mi amiga romance Capítulo 17

Narra Abel.

Ingresé al club, luego  caminé  hacia  mi mesa privada, encontré a Alexis ya sentado  bebiendo un whisky. Tomé asiento, me afloje la corbata y llamé a la mesera para que me trajera un trago.

—Te ves fatal—mencionó mí amigo.

—Fue un jodido día largo, tuve dos casos en la corte muy difíciles—respondí, me gusta ser abogado, me especializo en el área penal, pero algunos casos eran difíciles porque defendía a criminales.

—Pero a pesar de eso, tu bolsillo se mantiene lleno—dijo entre risas. Sonreí por su comentario, no me podía quejar ganaba mucho dinero en eso y en especial en mí club—. Dime, ¿Cómo vas con tu nuevo  juguete?—preguntó refiriéndose a Luciana, pero su apelativo no me agradó. La mesera llegó en ese momento, luego  me entregó mí bebida.

—Ella no es un puto juguete, imbécil. Ya no lo es—le respondí.

—Oh, bueno… mis disculpas. Por favor, infórmame sobre qué es exactamente ella entonces—comentó, pero  había sarcasmo en su tono.

Golpee mi bebida enojado contra la mesa, Alexis se ahogó en una carcajada.

—¿Qué diablos es tan gracioso?—le pregunté.

—La bestia se ha enamorado—respondió.

Quería  golpear a mi mejor amigo en la cara y sacar toda la agresión que tenía  dentro de mí, el estrés, la confusión, la posesividad extrema que nunca antes había sentido. Debería ser el adulto y decirle que no a Luciana, pero me negaba  hacerlo. Ella me estaba volviendo loco y definitivamente estaba fuera de los límites, pero no planeaba dejarla ir. Ella le daba vida a mi mundo oscuro. Me llevaba al borde de un loco y me dolía  la polla por llenarla cada hora, minuto, segundo del día. Tenía necesidades específicas, y mi niña traviesa sabía cómo satisfacer cada una de ellas. Nunca he dicho que soy un buen hombre. Tengo deseos particulares. A los que sé que no está acostumbrada con sus novios de mierda anteriores. Pero ella estaba tan malditamente dispuesta, y eso encendía ese fuego dentro de mí. Ardía tan intensamente que dolía. Mis venas sangraban de celos cuando no podía hablar con ella ni verla, incluso si era solo por video llamada.  Soy un bastardo por apostar por ella cuando sabía que se merecía a alguien que no fuera un hijo de puta sádico como yo. Pero también era un hombre egoísta. Ella me pertenecía, era sólo  mía.

—Tienes razón joder, estoy enamorándome de ella—confesé, puse mi rostro entre mis manos, tratando de limpiar la culpa, la duda, las inseguridades—.Ella me envolvió, me atrajo y ahora las cosas son diferentes. Quiero más que poseer su cuerpo. Quiero… joder, sueno como un marica—dije sin poder terminar—. Tengo que decírselo a Ericka —agregue, las palabras sabían agrias en mi lengua—.Ericka nunca me perdonará por esto—agregue.

—¿Y qué crees que hará?—me preguntó—. Tal vez ella no sea tan ciega a tus costumbres como crees. Tal vez ella no sea tan diferente a ti —mencionó.

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