El padre de mi amiga romance Capítulo 18

Narra Abel.

Le envié un mensaje a Luciana para tener una cita con ella, no una sexual como en las otras ocasiones, sino una más normal. La invite a ir al parque San Agustín, este quedaba muy cerca del campus, tenia un pequeño lago donde se podían observar algunos patos, pero de noche se veía de una manera mágica por las luces de colores encendidas. Quería hacer algo diferente con ella y pensé en ese lugar.

Después guarde el celular en mí bolsillo, estaba a punto de entrar al pasillo privado cuando vi a Alexis hablando de cerca con una mujer.

—¿Amanda?—dije sorprendido por su presencia—.Ha pasado algún tiempo desde que te vi aquí en el club— agregué con curiosidad.

— Casi cinco años, de hecho—respondió ella.

Dirigí mis ojos hacía Alexis, su mirada era también de sorpresa.

—¿Qué te trae aquí hoy?—interrogue, luego me acerque a ella y nos abrazamos, después le di un beso en la mejilla como siempre lo había hecho en el pasado.

—¿Hay algún lugar donde podamos charlar en privado?—mencionó ella, asentí con la cabeza, le pedí que me siguiera a mí oficina. En el momento en que cerré la puerta comenzó hablar.

— ¿Qué estás haciendo Abel?—preguntó.

—No estoy seguro de lo que estás preguntando—respondí.

Me senté en mí silla detrás de mí escritorio. Pero ella en lugar de tomar asiento frente a mí, se sentó encima de mí escritorio, lo suficientemente cerca como para que su muslo rozara con mí brazo.

—Luciana Peralta . ¿Qué estás haciendo? Ella es una niña y tener una chica de su edad en el club no es adecuado—mencionó en un tono que no me gustó. Apreté el brazo de la silla con fuerza por la rabia ante su comentario.

—Esto no es de tu incumbencia. El club tampoco lo es más. Si es por eso que has venido aquí, puedes irte a la mierda —respondí furioso. Pero ella no parecía afectada por mí amenaza verbal. Más bien abrió las piernas para que su muslo me rozara con más fuerza—.Bájate de mí escritorio—le dije seriamente.

—Extrañé esa boca tuya. La ira. Me recuerda a nosotros en los días en que...

—Basta—la interrumpí poniéndome de pie y sacándola yo mismo de mí escritorio—.Eso fue hace años, Amanda. Ya no trabajas aquí. No eres miembro. Nada de lo que suceda aquí te involucra—le recordé.

—Bueno, no estoy segura, pero creo que se trata de algo ilegal—me respondió adivinando mis pensamientos pecaminosos—.Eres un buen acompañante y eso es suficiente—mencionó.

No pude evitar poner mis labios contra los de ella, me encantaba lo dócil que era cuando lo hacía. Sus labios se moldearon contra los míos perfectamente, luego nos separamos permitiendo que mí lengua entrara en su boca. Tener el sabor de su dulce boca contra la mía me estaba jodiendo la cabeza. Esta vez, mí beso no fue dulce ni paciente. Fue brutal y demoledor. Una vez que ella necesitó aire, me aparte.

—Nunca me llames tu acompañante—la regañe—. La forma en que te chupo, follo y muerdo tu coño hasta que grites mí nombre, definitivamente no lo haría un simple acompañante—le recalque, no estaba particularmente enojado. Estaba empezando a disfrutar la forma en que ella me desafiaba; sin embargo, prefería que ella me respondiera que era su hombre, él que ha estado profundamente dentro de ella rompiéndola, hasta que se de cuenta de lo jodidamente especial que realmente era para mí.

—Vaya está bien, ¿Cómo te llamo entonces? Quizás papi chulo —dijo entre risas, la quise agarrar, pero ella saltó hacia atrás jugando conmigo.

—Ven aquí—le exigí también entre risas.

Su risa fue hermosa.

—No hasta que aclaremos las cosas. ¿O te gusta señor? —mencionó saltando de nuevo cuando quise volver acercarme a ella, pero Luciana salió corriendo hacia el muelle. El viento sopló algo fuerte en ese momento. Intenté alcanzarla, pero era rápida, pero finalmente llegué al final del muelle donde ella estaba, luego la atrapé, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, ella gritó de puro placer. La azote en las nalgas para regañarla por haber huido de mí, después la bese una y otra vez, en ese momento no quería parar de besarla, me sentía lleno de amor por ella. Realmente esa noche se estaba convirtiendo en la cita perfecta, una que hace muchos años no tenía, específicamente desde que mí esposa falleció.

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