El padre de mi amiga romance Capítulo 20

Narra Luciana.

Llegamos frente a la puerta de su habitación privada, una vez abierta, me arrojó hacía adentro. Su humor no había cambiado, luego la puerta se cerró detrás de nosotros.

—¿Querías mí atención? Entonces ahora lo tienes—me dijo.

—No es por eso que ...

—Quítate la ropa—dijo interrumpiéndome.

—¿Qué? ¡No!—respondí.

—Solo te lo diré una vez más, de lo contrario te la quitaré yo mismo, pero si lo hago, será después de que te ponga sobre mis rodillas—me advirtió.

Respiré profundamente. Los nervios revolotearon en mí estómago mientras las mariposas pululaban para aumentar los latidos de mí corazón. Sus ojos se volvieron negros, su amenaza me asustaba, pero a la vez me emocionaba. Sin embargo, no tenía intensiones de ceder.

—No—le recalque.

El hombre frente a mí se transformó. Sus ojos se oscurecieron cuando la contracción de su mano vibró a su lado. Sus cejas se arrugaron y vi como su mandíbula se bloqueó amenazando con romperse. El calor se extendió hasta mí coño

—¿Qué acabas de decir?—preguntó furioso.

—Dije que no—respondí con firmeza.

Dio unos pasos y se acercó a mí, levantó su mano para entrelazar sus dedos alrededor de mí cuello. El control que tenía sobre mí no era amenazante. No intentaba hacerme daño, pero su toqué prendió fuego a mí piel. Luché por no presionar mí cuerpo contra el suyo y rogarle que me tomara y me hiciera suya.

—¿Por qué me trajiste aquí—interrogue—.Tú me metiste en esto y deberías terminar lo que empezaste —susurre, finalmente admitiendo que quería jugar su pequeño juego.

—Eres un niña mal portada—me dijo.

—Y tu eres un cobarde— contraataque. Su mano se detuvo alrededor de mí cuello, lo cual me permitió caer de rodillas frente a él. Sus ojos brillaban de ira, pero una pequeña chispa de curiosidad se asomó—.Me obligaste a venir aquí y querer cosas— mencioné, llevé mis manos a su pantalón de traje y tiré de su cinturón—.Ahora tienes que cumplir con tu deber conmigo—agregue.

No me detuvo cuando le desabroché el cinturón para sacárselo del pantalón.

—¿Y qué deber es ese?— preguntó, perdiendo algo de hostilidad en su voz.

—Enseñarme—respondí, baje su cremallera, con mí mano inestable, agarré su polla, la cual ya estaba dura. No podía evitar que me temblará la mano. Respiré hondo y ...

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