El padre de mi amiga romance Capítulo 21

Narra Abel.

Me he pasado la mañana apagando el fuego de mí interior. Ella todavía estaba profundamente dormida en mí cama, me estaba causando más dolor de cabeza que placer. Han pasado muchos años desde que le permití a alguien la habilidad de hacerme perder la compostura como lo hice anoche. Me dije a mí mismo que no. Me advertí a mí mismo que si la tocaba de la manera que ella quería, habría consecuencias. Pero esa boca. Ella no tenía límites cuando se trataba de desobedecerme y eso me hizo estallar. Solo quise asustarla. Llevarla al borde y alejarla. Mí plan era causarle tal angustia, que se retractaría de todas las cosas que su boquita estaba vomitando. Anoche que ingresó al club, me notificaron de su llegada. Pero mí rabia aumentó cuando la vi bailando con ese tipo ¿Cómo se había atrevido a entrar a mí club y bailar con otro hombre? La observé, la  forma en que su cuerpo se movía era diferente, sin placer ni motivación, era frío, solo mostraba intenciones engañosas. Le pedí a Alexis que terminará el resto de los recorridos de los miembros y bajé las escaleras para arrastrarla a ella y a su juguete fuera de mí club, pero de nuevo, su boca me enfureció. Seguramente ella pensó que me iba a poner celoso, sin embargo, eso fue lo que sentí.

Ahora la observo durmiendo, desnuda y apenas cubierta por la sábana de mí cama, me debatí sobre despertarla con mí polla en su boca, mí mano en su trasero o tal vez atarla a mí cama y follarla en lugares donde mis deseos más oscuros anhelaban estar. Anoche la follé duro y  no podía dejar de pensar en hacerlo de nuevo una y otra vez. Su pequeño coño perfecto se sometió a mí de la manera más dulce. Sabía que tenerla en mí boca iba a poner a prueba mí paciencia, pero cuando rompí y empujé mí polla tan profundamente dentro de ella, se sintió como el paraíso. Sus gemidos de dolor y placer se filtraron a través de mis tímpanos como música. Ella estaba tan apretada. Tan mojado. Tan dispuesta. Ella era un gran dolor de cabeza. Pasé en ese instante las palmas de mis manos por mí rostro, tratando de apartar los ojos de sus tetas perfectas, expuestas y burlándose de mí. Pensé en ese momento en poner mí polla entre ellos y follarla, sin embargo, me alejé de ella, pero no sin antes notar los leves moretones justo encima del hueso de la cadera. El placer mezclado con la culpa me lleno. Ella era pequeña y  delicada. No debí haber sido tan duro con ella, pero me encantó cada jodido segundo.

Estaba consciente que  ella no debería estar en este club. Podía arruinar todo lo que he construido, pero por primera vez desde que tomé las riendas de este club, me hizo recordar la persona que era antes de aterrizar aquí. Antes de convertirme en el hombre que soy  ahora. Ella me permitió recordar a qué sabía la libertad. Porque así era como me sentía cuando estaba con ella. En ese momento recibí un mensaje de Andrés, me pidió que bajará a su oficina, ya me tenía el dato que le había pedido. No quise despertar a Luciana, me vestí y bajé rápidamente. Una vez que llegue tomé asiento.

—Este es el dato que me pediste—dijo entregándome el folder con la información, la tomé y la leí, una vez que terminé, le di las gracias y salí de su oficina.

Regresé a la habitación con una sonrisa, tenía el dato que necesitaba para vender mí parte del club, ahora solo era cuestión de decirle a Alexis sobre la decisión que había tomado. Pero lo haría después, ahora necesitaba más tiempo con mí niña traviesa. Ella ya estaba despierta cuando ingresé, luego nos duchamos y nos vestimos de nuevo, le mandé a comprar ropa nueva.

— Planeo llevarte a almorzar, me muero de hambre— le dije, le sugerí que fuéramos a un restaurante asiático muy solicitado en el corazón del centro de la ciudad. Necesitaba llevarla a un lugar público y apagar los impulsos que me decían que la  montará ahí mismo. Mi mente me llevó a un lugar oscuro en todas las cosas que quería hacerle y todas las cosas que quería enseñarle, entrenarla y  disciplinarla. No estaba seguro de que un simple almuerzo pudiera curar el apetito que tenía por ella. La forma en que agitaba a la bestia dentro de mí era alarmante. Soy un hombre sexual, con restricciones muy fuertes, pero con ella, mí mente luchaba por establecer límites.

Durante el almuerzo le pedí que pasáramos juntos el fin de semana en mí casa, no quería llevarla por ahora al club, quería tener más privacidad con  Luciana y quizás confesarle lo que sentía por ella. Me encargaría de decirle a Ericka que estaría ocupado con un caso importante para mantenerla alejada estos días, Luciana también le daría una excusa.

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