Narra Luciana.
Dejé de lado la conferencia de psicología, era viernes. Me despedí de Ericka con un abrazo, diciéndole que la vería el domingo, le había dado una excusa, pero ella no me preguntó por más detalles solo me dijo que ella estará bien y que disfrutaría de un momento de tranquilidad para ponerse al día con las clases. Últimamente Ericka ha estado en otro mundo, unos días parecía triste y otros alegres, le preguntaba si estaba bien y ella me respondía que solo estaba estresada con algunas clases, pero sus cuadernos estaban prácticamente en blanco. Dude en irme, parecía fuera de lugar y podía sentir que algo había cambiado en ella. Pero Ericka era una caja cerrada.
Una parte de mí le preocupaba que ella llegará a su casa de repente, pero Abel alivió mí preocupación diciéndole a Ericka que estaría fuera de la ciudad para trabajar en un caso que tenía para que ella no intentara ir a la casa. Cuando llegué a la estación, mis nervios estaban disparados. Estaba emocionada y ansiosa, arreglé mí cabello un millón de veces. Esta seria la primera vez que estaríamos solos en su casa.
—Te extrañé nena—me dijo en voz baja, luego me dio un leve beso, después tomó mí pequeño bolso y caminamos hacia su auto. Una vez en el interior se acercó a mí muslo, su pulgar rozó mí coño— .¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo? —preguntó.
—Un poco, es mejor esperar a que lleguemos—le contesté nerviosamente. Nos quedamos callados el resto del camino hasta que llegamos a su propiedad, estacionó el auto y luego tomó mí bolso, salimos del mismo. Era extraño estar aquí sin Ericka, pero rápidamente dejé ese sentimiento a un lado.
No estaba segura si está había sido la decisión correcta. La preocupación de que nos vieran ponía un freno a mí estado de ánimo—.¿ Si quieres puedes simplemente ordenar algo para comer?—agregue para no complicar las cosas.
Él vio la tensión en mis ojos, pero asintió con la cabeza.
—¿Qué le apetece comer a mí chica?—preguntó, me sonroje un poco por su manera de hablarme.
—¿Sería patético si dijera que la pizza estaría bien?—pregunte.
Su labio se curvó en una sonrisa de complicidad.
—Para nada. Me encanta la pizza—comentó, dejó mí bolso en el mostrador, se aflojó la corbata y saco su teléfono para ordenar la comida. Mientras él estaba ocupado, deambule por la casa. Pasé por su oficina, recordé la última vez que estuve allí. Luego recibió una llamada de negocios y la atendió porque era importante, luego la pizza llegó. Nos acomodamos en la sala de estar y comenzamos a ver una película.
—Estuvo delicioso—dije una vez que terminamos la pizza.
—Definitivamente—comentó, luego se secó los labios, después se puso de pie y tomó la caja y se desplazo a la cocina a tirarla. Cuando regresó, las mariposas en mí estómago comenzaron a volar. Él tenía una sonrisa tranquila en su rostro, pero no fue hasta que tomó mí mano para llevarme a su habitación que mis nervios comenzaron a desmoronarse. Su habitación estaba exactamente como la recordaba: oscura y misteriosa. La gigantesca cama estaba cubierta con una suntuosa sábana de satén oscuro, este era como un recordatorio de lo malvado que podía ser Abel. Tuvimos sexo salvaje esa noche.
Al día siguiente, estamos tumbados en el suelo de la sala de estar, llenos y saciados. Estaba sobre su pecho, él jugaba con mí cabello. Abel se negó a alimentarme con pizza dos noches seguidas, alegando que me merecía una comida más elegante, por lo que asó bistec. Conocer que sabía cocinar fue totalmente caliente, mientras cocinaba me sentó en su elegante mostrador de mármol, donde comió mí coño. Luego pudimos disfrutar de la comida que había preparado. Abel insistió en que viéramos una película de mí elección, pero solo pudimos llegar a la mitad, porque me subí entre sus piernas y monte su polla con placer.
—¿Abel?—dije una vez que terminamos.
—¿Si?
—¿Cuándo le diremos a Ericka sobre nosotros?—hice la pregunta que me estaba atormentando.
En ese momento su cuerpo se tenso, sentirlo así solo me hizo lamentarme de mí pregunta. Todo habia sido tan perfecto y lo acababa de arruinar con mí pregunta.
—Eso no es para que te preocupes—dijo, su tono fue plano y frío.
—Sí, pero si vamos a hacer que esto funcione, ella necesita saberlo. No puedo seguir mintiéndole. Me preocupo por ella.
Él se alejo de mí para ponerse de pie para luego comenzar a vestirse.
—Ericka, ¡es suficiente!—le dijo Abel gruñiendo, pero sus palabras no hicieron el daño que pretendía. Admiré la escena que tenía ante mí. Una relación arruinada entre padre e hija debido a mis problemas. En ese momento me di cuenta que nunca debi haber perseguido a Abel. Debí conservar mí amistad con Ericka y no haberme dejado llevar con el deseo que sentía por su padre.
Me limpié las lágrimas, tratando de reponerme.
—Lo siento. Nunca quise que te enteras de esta manera, perdoname—fueron las palabras que pudieron salir de mí boca.
—¡Demasiado tarde. Lárgate de mí casa!—me dijo jadeando, Abel todavía la tenía sostenida para que no me atacará.
—Te llevaré a casa—me dijo Abel.
—¡No, no lo harás!—interrumpió Ericka—.Ella es una niña grande, puede encontrar su propio camino a casa—agregó.
—La llevaré y...
—No, ella tiene razón. Estoy bien—me adelante hablar, pero apenas mantuve contacto visual con Abel mientras agarraba mí bolso, salí de ahí con el corazón desecho. En el segundo en que pise el pavimento, escuche una explosión de vidrio rompiéndose, los gritos de Ericka y el gruñido retumbante de Abel me hizo caer en la realidad. Le hice parada a un taxi, subí rápidamente, le pedí que me llevara al campus.
Me había dejado llevar por el ardiente deseo que sentía por él, pero ahora las cosas eran diferentes porque lo amaba y eso empeoraba el dolor en mí corazón. Llegué al dormitorio con los ojos rojos de tanto llorar. Le había dejado varios mensajes a Ericka para que me devolviera la llamada—. Escúchame, déjame explicarte—le deje dicho en su buzón. sin embargo, todos estos mensajes quedaron sin respuesta. Ella realmente me odiaba y tenía todo el derecho de hacerlo. No sabía dónde ir, no quería regresar a casa con mí padre—. ¿Espero a que ella regrese al campus para poder explicarle todo?—me pregunté en voz baja, pero la conocía y ella no estaría dispuesta hablar conmigo. En ese instante golpeé mí almohada, avergonzada de haber permitido que esta fantasía llegara tan lejos. Dejé que mí mente creara este mundo perfecto, donde Ericka nos aceptaba junto con el resto del mundo. Donde tomábamos lo bueno con lo malo mientras vivíamos juntos en este felices para siempre. Lloré sobre mí almohada, odiando a la persona en la que me había convertido —.¿Cómo podía siquiera pensar que Ericka lo aceptaría? ¡Me estaba tirando a su papá por el amor de Dios! Soy una puta, una puta— grité. Lloré por el mal que había hecho y el desorden que no podía limpiar. Cuando ya no hubo más lágrimas que derramar, me levanté y acepté mis acciones. Si había algo que podía hacer por Ericka era no estar aquí cuando regresará a la universidad. No tenía otra opción que irme con mí padre. Empaque algunas cosas y guarde el dinero que había estando ahorrado, decidí quedarme en un hotel, mientras se hacía de día para tomar un autobús hasta la ciudad de Oxford. Pedí un taxi, ya era de noche, este llegó a las afueras de la universidad minutos después, luego subí en la parte trasera mientras el conductor se dirigía al hotel. Tomé mí celular, tenía llamadas perdidas y mensajes de Abel, pero no podía responderle, debía dejarlo ir, no podíamos estar juntos. Después llamé a Ericka, no respondió la llamada, y otra vez llegó al buzón de voz, decidí dejarle de nuevo otro mensaje—.Hola soy yo de nuevo, sé que te herí. Pero quiero que sepas que te quiero—pronuncie con la voz quebrantada—. Lo que hice estuvo mal, pero realmente amo a tu padre, se que esto es algo sumamente extraño de escuchar, pero he decidido alejarme de sus vidas, se que esto no reemplazara el dolor que te he causado, pero espero que algún día puedas perdóname—agregue—. Te hago la promesa de que jamás me volverás a ver y que . ..
Pero mí mirada se dirigió a la carretera donde vi en cámara lenta con un camión de carga pesada venía descontrolada hacía nosotros, el taxista quiso hacer una maniobra para esquivarlo, pero no logró escapar del choque inevitable, solo pude gritar del terror al sentir mí cuerpo sacudirse ante el impacto, luego de eso todo se volvió oscuro.
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