El padre de mi amiga romance Capítulo 22

Narra Luciana.

Dejé de lado la conferencia de  psicología, era viernes. Me despedí de Ericka con un abrazo, diciéndole que la vería el domingo, le había dado una excusa, pero  ella no me preguntó por más detalles solo me dijo que ella  estará bien y  que disfrutaría de un momento de tranquilidad para ponerse al día con las clases. Últimamente Ericka ha estado en otro mundo, unos días parecía triste y otros alegres, le preguntaba si estaba bien y ella me respondía que solo estaba estresada con algunas clases, pero sus cuadernos estaban prácticamente en blanco. Dude en irme, parecía fuera de lugar y podía sentir que algo había cambiado en ella. Pero Ericka era una caja cerrada.

Una parte de mí le preocupaba que ella llegará a su casa de repente,  pero Abel alivió mí preocupación diciéndole a Ericka que estaría fuera de la ciudad para trabajar en un caso que tenía para que ella no intentara ir a la casa. Cuando llegué a la estación, mis nervios estaban disparados. Estaba emocionada y ansiosa, arreglé mí cabello un millón de veces. Esta seria la primera vez que estaríamos solos en su casa. 

—Te extrañé nena—me dijo  en voz baja, luego me dio un leve  beso, después tomó mí pequeño bolso y caminamos hacia su auto. Una vez en el interior  se  acercó a mí muslo, su pulgar rozó mí coño— .¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo? —preguntó.

—Un poco, es mejor esperar a que lleguemos—le contesté nerviosamente. Nos quedamos callados el resto del camino hasta que llegamos a su propiedad, estacionó el auto y luego tomó mí bolso, salimos del mismo. Era extraño estar aquí sin Ericka, pero rápidamente dejé ese sentimiento a un lado.

No estaba segura si está había  sido la decisión correcta. La preocupación de que nos vieran ponía un freno a mí estado de ánimo—.¿ Si quieres puedes  simplemente ordenar algo para comer?—agregue para no complicar las cosas.

Él vio la tensión en mis ojos, pero asintió con la cabeza.

—¿Qué le apetece comer a mí chica?—preguntó, me sonroje un poco por su manera de hablarme.

—¿Sería patético si dijera que la pizza estaría bien?—pregunte.

Su labio se curvó en una sonrisa de complicidad.

—Para nada. Me encanta la  pizza—comentó, dejó mí bolso en el mostrador, se aflojó la corbata y saco su teléfono para ordenar la comida. Mientras él estaba ocupado, deambule por la casa. Pasé por su oficina, recordé la última vez que estuve allí. Luego recibió una llamada de negocios y la atendió porque era importante, luego la pizza llegó. Nos acomodamos en la sala de estar  y comenzamos a ver una película.

—Estuvo delicioso—dije una vez que terminamos la pizza.

—Definitivamente—comentó, luego  se secó los labios, después se puso de pie y tomó la caja y se desplazo a la cocina a tirarla. Cuando regresó, las mariposas en mí estómago comenzaron a volar. Él tenía una sonrisa tranquila en su rostro, pero no fue hasta que tomó mí mano para  llevarme a su habitación que mis nervios comenzaron a desmoronarse. Su habitación estaba exactamente como la recordaba: oscura y misteriosa. La gigantesca cama estaba cubierta con una suntuosa sábana de satén oscuro, este  era como un recordatorio de lo malvado que podía ser Abel. Tuvimos sexo salvaje esa noche.

Al día siguiente, estamos tumbados en el suelo de la sala de estar, llenos y saciados. Estaba sobre su pecho, él jugaba con mí cabello. Abel se negó a alimentarme con pizza dos noches seguidas, alegando que me merecía una comida más elegante, por lo que asó bistec. Conocer que sabía cocinar fue totalmente caliente, mientras cocinaba me sentó en su elegante mostrador de mármol, donde   comió mí coño. Luego pudimos disfrutar de la comida que había preparado. Abel  insistió en que viéramos una película de mí elección, pero solo  pudimos llegar a la mitad, porque me subí entre sus piernas y  monte su polla con placer.

—¿Abel?—dije una vez que terminamos.

—¿Si?

—¿Cuándo le diremos a Ericka sobre nosotros?—hice la pregunta que me estaba atormentando.

En ese momento su cuerpo se tenso, sentirlo así solo me hizo  lamentarme de mí  pregunta. Todo habia sido tan perfecto y lo acababa de  arruinar con mí pregunta.

—Eso no es para que te preocupes—dijo, su tono fue plano y frío.

—Sí, pero si vamos a hacer que esto funcione, ella necesita saberlo. No puedo seguir mintiéndole. Me preocupo por ella.

Él se alejo de mí  para ponerse de pie para luego comenzar a vestirse.

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