El padre de mi amiga romance Capítulo 23

Narra Abel.

Me palpitaba la cabeza. Mí boca estaba más seca que el desierto del Sahara.

—Joder—gruñí, me senté en la cama. Mis manos se metieron en mí cabello, los recuerdos tomaron  vuelo en mí mente. Después de salir de casa, me registré en un hotel. Sabía que era mejor darle espacio a Ericka, pero estar sentado en esta  habitación silenciosa, solo permitió que mí mente se ahogara en mí horrible realidad. La conmoción y el dolor en los ojos de mí hija me perseguían y el arrepentimiento ardía profundamente en mí pecho por no ir detrás de Luciana inmediatamente. En lugar de tratar de arreglar las cosas, me sumergí en un estupor, necesitando adormecer mí mente, pero solo lo empeoró. La mirada de dolor en los ojos de Luciana, la forma en que la dejé salir de mí casa como si no significara nada para mí fue doloroso—.¡Mierda!—exclamé en voz alta,  luchando contra la culpa, tomé mí celular y le marque de nuevo, ella no respondía mis mensajes. Era un hijo de puta, un cobarde. Ella tenía razón. Debimos habérselo dicho a Ericka hace mucho tiempo, pero el bastardo que yo era simplemente rechazó la idea de ser honesto por mis propias razones egoístas. Razones que ya no importan porque nuestro secreto ya fue descubierto.

Traté de respirar profundo, necesitaba una salida para esta culpa reprimida o me volvería loco. Mí culpa era como un millón de cuchillos afilados que me cortaban las entrañas. En lugar de irme a casa a tratar de hablar de nuevo con mí hija, llamé a Alexis y le dije que se reuniera conmigo en el club antes de comenzar con el trabajo, faltaban pocos minutos para abrir. Luego salí del hotel, el aire de la noche era fresco. Cuando llegué entré al club, hice una mueca de dolor ante las luces de neón de la pista de baile, lo que intensifica mí dolor de cabeza todavía palpitante. Llamé a  Clarissa, una de las mesera  para que me trajera un trago. Claramente, planeo manejar esto bebiendo hasta que me mí mente pusiera borrar mis problemas y angustia temporalmente.

Alexis llegó a la misma momento que lo hizo mí bebida. Le pedí luego una botella de licor a Clarissa, ella lo trajo de inmediato.

—No puede ser tan malo—dijo Alexis, una vez que se acomodó en su asiento y después de escucharme.

—Sí lo es—dije  golpeando el resto de mí bebida. Ni siquiera el licor de primera categoría adormeció el dolor en mí pecho. Los destellos de ambos rostros continuaban resonando en mí mente, el momento en que fuimos expuestos, las consecuencias fueron inevitables. En cuestión de segundos, las perdí a ambas. Las dos chicas más importantes de mí vida me odiaban—. ¿Por qué demonios dejé que Luciana saliera por esa puerta? Debería haber ido tras ella. Pero no podía abandonar a mí angustiada hija. Primero tenía que arreglar las cosas con ella—comente—. Pero Ericka no me quiso escuchar más. Además ¿Por qué diablos estaba en casa de todos modos? Ella me dio una excusa, pero su respuesta no me cuadro. Luego  peleamos, ella dijo algunas cosas odiosas y me fui—.Ella me llamó maldito depredador. ¿Puedes creer esa mierda? —agregue.

Alexis se rio en ese momento.

—Eso es interesante—murmuró.

—No soy un depredador. Luciana es mayor de edad. ¡Maldita sea! No la habría tocado si fuera menor de edad —le aclaré.

—Lo habrías hecho si hubiera sido mejor de edad —comentó él, sus insinuaciones no ayudaban.

—Vete a la mierda—gruñí—.Tengo algunos gustos enfermizos, pero nunca tocaría a un menor. Puede que sea joven, pero es más mujer que la mitad de las mujeres que he tenido en mi cama. Ella esta siempre dispuesta, pero a la vez es  desafiante, es divertida, tranquila,  habilidosa y valiente—dije conociendo sus virtudes.

—Entonces, ¿por qué estás sentado aquí enfurruñado conmigo? ¿Por qué no vas a buscarla y arreglas las cosas con ella?—mencionó mí amigo.

—Porque no sé si eso sea lo correcto. Cuando Ericka nos atrapó, no hice lo suficiente para defendernos. Era mi oportunidad de hacer lo correcto por ella, y simplemente me quedé allí —respondí.

—Mmm ok —comentó él.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El padre de mi amiga