Narra Abel.
Llamé de inmediato a un viejo amigo el oficial Smith, para averiguar si habían reportado algún accidente de tránsito recientemente. Él me confirmó lo que no quería que fuera cierto, Luciana, el conductor del taxi y el del camión fueron trasladados al hospital del centro. El viaje me pareció una eternidad. Cuando llegué corrí hacia la puerta de la sala de emergencias, le pedí a una enfermera poder verla. Ella me llevó, mi pecho se contrajo, al ver su cabeza vuelta un vendaje, al igual que su brazo y pierna. El médico entró y me dijo que tenía una conmoción cerebral, una muñeca torcida, un tobillo fracturado y algunas costillas rotas, pero que tuvo suerte de estar viva. Me informó que el conductor del camión fue declarado muerto al llegar al igual que el conductor del taxi: Luciana fue la única que sobrevivió al accidente.
Le tomé de la mano toda la noche, pero no se despertó. Cuando el médico hizo sus rondas por la mañana, me dijo que sus signos vitales se veían bien y que tuviera fe. Después llegó Ericka.
—¿Cómo esta ella?—preguntó detrás de mí.
—Estable. Sin embargo, aún no se ha despertado —respondí, luego ella se sentó a mi lado y comenzó a llorar—.Oye, todo va a estar bien. Ella va a estar bien —intente tranquilizarla, aunque las palabras no sonaron prometedoras cuando salieron de mi boca.
—Papá, lo siento mucho. Todo esto es mi culpa. Debí haber atendido su llamada —comentó con un tono de culpa.
En ese momento la acomodé contra mi costado para consolarla.
—Shhh… esto no es tu culpa. Es mía. No debí haberla dejado ir esa noche. Los tres debimos haberlo hablado. Debí haber sido sincero desde el principio. Soy un maldito bastardo—le respondí.
—¿Por qué? ¿Porqué ella?— preguntó, llorando en mi hombro, la dejé desahogarse, necesitaba que supiera que estaba aquí para ella. Cuando se separó se limpió las mejillas empapadas.
—Ahora puedo decirte lo que realmente siento por ella—le dije para llamar su atención—. Desde que se volvió tu amiga y la conocí por primera vez hubo algo en ella que llamó mí atención, pero no fue hasta que comenzaron la universidad que la vi con otros ojos. Supe de inmediato que significaría mucho para mí. Esto que pasó entre nosotros no lo planeé. Ella tampoco, pero la química era demasiado intensa para negarla. No la odies. Ódiame a mí. Ella quería decírtelo, yo al contrario no quería que te enterarás de esto, pero ahora todo es diferente—le confesé.
Ericka me miró fijamente.
—¿La amas?—interrogó, su pregunta me tomó con la guardia baja, pero no tenía dudas sobre lo que sentía por Luciana
—La amo, como nunca antes he amado a una mujer—conteste.
Ericka me abrazó en ese instante, me deje llevar por el momento y la abrace de igual manera.
—Lo siento. Manejé esto mal. Todo esto me tomó por sorpresa —comentó alejándose de mí para verme a los ojos—. Nunca te he visto ni escuchado mostrar una emoción adecuada hacia otra mujer desde que mamá murió, escucharte admitir que amas a Luciana por extraño y loco que sea, nunca podría quitarte eso —agregó.
—¿Qué estas diciendo?—interrogue.
—Estoy diciendo que puede tomar algo de tiempo, y ser jodidamente extraño que mí mejor amiga sea tu novia, pero si la amas y ella te ama, tienes mi bendición—dijo.
Me sorprendió su aprobación. No era lo que esperaba o merecía, pero esta era otra razón por la que mi hija era increíble y resistente.
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