El padre de mi amiga romance Capítulo 25

Narra Luciana.

Tres semanas después ...

Cuando Ericka y yo llegamos a la casa, agarre la manija de la puerta con anticipación. No podía esperar para salir de este auto y estirar mi pierna acalambrada. Más aún, no podía esperar para deshacerme de esta maldita bota. Todo parecía estar sanando bien, esperaba que la cita del jueves  me hiciera caminar libremente.

—Oye, te dejaré en la entrada. Tengo que ir a hacer algo. Dile a papá que llegaré tarde, ¿de acuerdo?

Miré a Ericka con curiosidad. Algo todavía le pasaba. No era propio de ella que no quisiera entrar primero para ver a su padre. Si no estuviera tan ansiosa por entrar para ver a Abel, la interrogaría. Así que lo dejé pasar y tomé nota mentalmente de taladrarla más tarde.

—Sí, claro—respondí y salí estabilizándome. Cuando me dejó en la entrada se fue, la vi alejarse en su auto. Cuando ingresé había  silencio,   caminé por la cocina con poca luz, mi bota estaba repiqueteando contra las baldosas de mármol. Eran más de las seis de la tarde, así que Abel debería estar en casa—. ¿Abel?—grite, pero no recibí respuesta—.¿Qué demonios? Dijo que estaría en casa—dije en voz alta, luego me dirigí hacia su oficina, pero esta estaba vacía—.¿Hola? ¿Estás aquí Abel?—pregunte, pero no tuve respuesta, tomé mi celular para ver si me había perdido algún mensaje de texto de él, sin embargo, en ese momento  dos manos se envolvieron mis ojos. Mis nervios se dispararon hasta que el aroma del perfume de Abel  ingresó  a mis fosas nasales. Luego quitó sus manos, me di vuelta para verlo.

—Bienvenida a casa nena—dijo, su voz era baja, muy  seductora. Estaba  desesperada por estar a solas con él—. Te he extraño—agregó tocando mí mejilla.

—También te he extrañado—le dije rodeándolo con mis brazos—. Pronto tendremos tiempo para ponernos al día —le dije recordando  que pronto serían los exámenes finales de este semestre y luego de eso venía un receso de un par de semanas para tomar unas pequeñas vacaciones.

—No te preocupes por nada, seguiré cuidando de ti hasta que te recuperes por completo—murmuró.

—Se que serás un gran cuidador—le dije besándolo.

***

Los próximos dos días  fueron  un torbellino. Pero definitivamente hubo momentos positivos de ser mimado por un hombre como Abel Brown. No estaba bromeando cuando dijo que me cuidaría. Su versión de un baño de esponja era indecente y cautivadora. No importaba que tuviera una pierna enyesada. Me llevó a todas partes, como mi propio príncipe azul en la vida real. Trabajaba desde casa y se preocupaba por todas mis necesidades. De la sed al hambre, a los ardientes deseos sexuales, era como si yo le perteneciera.

La parte amarga fue cuando Abel tuvo que enfrentarse con mí padre. Él lo llamo para decirle que había  tenido un accidente, pero cuando el hospital le  informó  de las facturas del hospital, se negó a pagar alegando que  dado que me había metido yo sola en ese lío, debería salirme de el por mí cuenta. Según Ericka, Abel se puso furioso, no tenía  idea de lo que él le dijo a mí padre, pero debió ser algo intimidante porque mí padre me pidió una disculpa por no haber sido un buen padre por teléfono, pero sabía que no era sincero, así que dejé las cosas como estaban. Abel  pagó mis facturas, lo que me hizo sentir como un alimentador de fondo, usando su dinero. Sin embargo, me dijo que se ocuparía de mí y que no preocupara por esos detalles. Esa fue la última vez que vi o escuché de mi padre, era mejor olvidarme de él y seguir con mí vida.

La primera vez que hablé con mí amiga en el hospital me preparé para su odio. El arrepentimiento pesaba mucho en mi pecho por traicionar nuestra amistad y aprovechar su confianza. Ella seguía siendo mi mejor amiga. Sorprendentemente, su reacción fue todo lo contrario. Me abrazó y lloró, culpándose a sí misma por el accidente. Lloré, culpándome por ser una amiga mentirosa y de mierda. Hablamos. Necesitaba que ella entendiera la dinámica entre Abel y yo. Me dijo que se pondría en mi lugar, y por mucho que le tomara algún tiempo acostumbrarse, lo entendió. Abel, tenía razón cuando dijo que su hija era verdaderamente resistente.

—¿Qué quiere mí chica? Debo alimentarte antes de devorarte—mencionó Abel, con sus dedos empujó mi camisa a un lado, reclamando mi piel desnuda, su otra mano desapareció entre mí jeans, mis párpados se cerraron con su toque—.Mmm ... parece que mi chica quiere postre antes de la cena—agregó también en un tono ansioso. Un segundo dedo encontró su camino a mi coño húmedo. Él me tomó para  cargarme entre sus brazos, asegurándose de no golpear mi bota contra nada para  llevarme a su habitación. Mañana sería mí cita con el médico, solo esperaba que me quitarán la bota. En un tiempo récord, los dos estábamos desnudos, sello sus labios sobre mi coño dolorido. Él lamió, chupó y mordió mí clítoris hasta que mi orgasmo  atravesó mí cuerpo. Luego se  arrastró sobre mí, abrió mis piernas y me penetró—. Joder, te extrañé—mencionó,  él se retiró y volvió a entrar—.Nunca te dejaré salir de esta habitación todo el tiempo que estés en casa—añadió, mi espalda se deslizó por las sábanas, luego pase los dedos por su cuero cabelludo.

—Te amo—jadee abriéndome más para él. Mi respiración se volvió pesada y Jadee por otro orgasmo. Con una embestida  más echa la cabeza hacia atrás, él también gruñó con su propia liberación.

—Yo también te amo—dijo  capturando mis labios, sellando nuestro amor con el beso más eufórico de la existencia.

Solo esperaba que está felicidad  fuera para siempre como los cuentos de hadas.

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