—Yo… ni siquiera puedo creer lo que me cuentas… ¿Jarol se volvió loco acaso?
Andrew negó hacia Ana mientras le apretó la mano e intentó acomodarse nuevamente, ya que el pecho le había comenzado a doler.
—Lo había estado haciendo antes, pero… con otro tipo de mujeres, supongo…
—Pero… ¿Esta chica no es la misma de la que me hablaste hace unos meses? Yo pensé… ¿Estás enamorado de ella?
La pregunta lo tomó por sorpresa, y aunque quería girar mil veces no, y aunque la rabia lo consumía por dentro, estaría mintiendo al negar que no lo hacía.
A pesar de su rabia, decepción y dolor. A pesar de que no volvería a dirigirle la mirada, y muy a pesar de querer matarla y enterrarla al mismo tiempo.
—Ok, no necesitas responder a lo evidente… y en verdad lo siento, pero ¿Cómo llegó tu padre a esto?
Tenía miedo, él temía en decirle por primera vez que había sido debido a ella, por supuesto, Ana no tenía la culpa, pero ya estaba lo suficientemente asfixiado como para seguir reteniendo las cosas.
—Ana… me he aislado mucho desde que… —sus ojos la miraron de nuevo mientras ella esperaba lo siguiente, pero eran amigos y se conocían lo suficiente así que ella lo comprendió al instante.
—Esto… ¿Ha sido por mí?
Andrew asintió lentamente avergonzado.
—Pero ahora tengo una respuesta clara, créeme, me obsesioné contigo, me encerré de todos, entiéndeme Ana, me sentí rechazado, avergonzado… yo…
Anaelise se puso de pie, dando varias vueltas por la habitación.
—No te vayas… no es tu culpa, todo esto ha sido por mí…
—Andrew, en serio, no puedo creerlo.
—Ven… —él la llamó con calma palmeando su camilla.
Ana resopló solo para irse a sentar de nuevo, y en cuanto estuvo frente a él, sus manos fueron atajadas con fuerza.
—Sufro una ansiedad terrible, ahora sé que debo tomar algún tratamiento, una terapia, pero temía comenzarla, ya que eso me recordaba a ti…
—No… escucha, estabas confundido, lo tomaste muy a pecho y… Andrew, nunca te dejé una oportunidad, siempre supiste que Xavier…
—Lo sé… y solo ahora lo puedo entender, lo sé…
—Estoy tan enojada con esa chica… y a la vez siento que quisiera preguntarle el por qué lo hizo… debe haber una explicación para esto.
Andrew sonrió cínicamente.
—No hay nada que explicar, Ana, mi padre buscó a alguien que necesitaba el dinero, no sé cómo hizo para elegir a la candidata perfecta, estudiante de medicina y después de esto la pescó. Es evidente que a ella no le resultó mal el trato y se dejó comprar por él para esta escena.
—Andrew, no todo puede ser una mentira, es imposible que…
—Es buena actuando. Incluso si te quedas mirándola por más de un momento, ella realmente te atrapa y engaña de la peor manera.
Ana lo observó por largos segundos mientras su garganta se apretaba.
Odiaba ver a Andrew así.
—Sé que me vas a odiar por lo que voy a decirte, pero, ni siquiera tengo a este niño en mis brazos y ya siento que quiero protegerlo hasta de Xavier. No quiero imaginar cómo lo estaba pasando Jarol cuando sintió que te perdía cada vez más. Todo deben estar odiándome…
*
El doctor Wilson pasó la llave especial para esa habitación, ya que tenía todo tipo de restricciones y la abrió indicándole a Natali que pasara rápido. Ella pudo ver en cámara lenta como Sofía, incluso Jarol, vinieron hacia la puerta, pero Fred fue hábil y cerró sin dejar que dijeran una sola palabra.
A Nat le faltó el aire cuando se puso contra la pared para poder amortiguar la adrenalina mientras vio como Fred pasó la llave y la observó detalladamente.
Era un alivio que tal habitación tuviese una columna demasiado ancha como para poder tomar las fuerzas antes de seguir y ser vista, sin embargo, no tuvo mucho tiempo antes de que Fred se girara y le dijera con la mirada que lo siguiera.
—Esto es… una locura… —Nat pudo escuchar la voz de esa mujer, que en cuestión de segundos vio semi sentada en la cama, con la mano de Andrew encima de la de ella.
Sin embargo, todos sus prejuicios se desmoronaron en cuanto esa mirada dura se posicionó en ella haciendo que sus músculos y todo su cuerpo se congelara.
—¿Qué está haciendo ella aquí? —La voz de Andrew salió fría e hiriente a la vez. Habló como un perfecto desconocido, y como si su sola presencia le fastidiara y le quemara.
Debes ser fuerte, Nat, debes serlo, ella se repitió todo el tiempo en la cabeza mientras su cuerpo se quedó congelado.
Anaelise se giró ante la llegada repentina y luego se bajó de la camilla teniendo un semblante frío, sin saber que Nat era la chica de la conversación.
—Es una estudiante, doctor White, y está haciendo turno conmigo, hoy… —Ana observó la mirada de Andrew y luego se desvió a aquella chica que tampoco le quitaba la vista.
No fue difícil de conectar todos los puntos, y entender la situación.
—Dije que no quiero a nadie en mi habitación, Fred, no te hagas el idiota —la voz de Andrew fue alta, y Ana prefirió hacerse en un rincón para no tener algún conflicto.
—¿Te refieres a las visitas particulares?, porque aquí solo somos dos personas trabajando… vamos Nat… toma la presión en su brazo mientras yo realizo un pequeño ritmo desde el aparato.
Nat abrió los ojos desviando la mirada y de cierta forma pidiéndole a Fred con súplica que no hiciera tal cosa. Pero este hombre dio la espalda y decidido seguir con lo que dijo iba a hacer.
Dio dos pasos, tomó el tensiómetro, y caminó en dirección de la camilla de Andrew, mientras Ana los observaba silente.
—No te atrevas a tocarme… —Andrew la frenó de golpe mirándola con furia contenida en sus ojos, y antes de que Fred interviniera de nuevo, Nat se adelantó.
—No sé de lo que me habla doctor White, solo hago mi trabajo…
Sabía que eso lo encendería más en llamas. Sabía que picarlo haría que él la odiara más, tal vez era mejor que la echara de aquí, ya que sus ojos estaba demasiados nublados para seguir.
Así que cuando escuchó el clip de la puerta, llevó su mirada a la de él diciendo su primera oración.
—Nada es como lo piensas… Andrew, yo…
—¿Qué pensaste? —él la cortó de golpe con furia—. ¿Qué por dejarte aquí en esta habitación, iba a escucharte y creer lo que vas a decirme?
Nat abrió los ojos mientras sus labios temblaron. Su voz era dura como el acero, pero la forma en como la miraba era como si la despreciara. Jamás vio ese tono en él.
—Andrew…
—Me importa una mierda lo que tengas por decirme, solo te dejé aquí, porque no quiero que esto se repita. No quiero verte, no quiero oírte, ni siquiera quiero saber de ti por equivocación. No importa el porqué de lo que hiciste, ahora mismo eres una persona extraña para mí… y ni siquiera eso, te desprecio Natali Simmons, ahora mismo lo que deseo es nunca haberme cruzado contigo…
Ella dio dos pasos hacia atrás. No pudo evitarlo, sus lágrimas se derramaron por su rostro sin impedir que un sollozo mudo salió de su boca. Él, estaba aniquilándola, estaba descargando su ira, y estaba mandándola al carajo, y lo más lejos posible de su distancia.
Pero ¿Qué pretendía?
Pretendía que la entendiera…
En su último intento, sin importar el daño de sus palabras limpió su rostro.
—Yo… te amo… nunca actúe contigo, todo esto fue real, Andrew, yo… —sus pies dieron un paso para intentar acercarse nuevamente, pero la palma de Andrew extendida, la frenó de golpe mientras su sonrisa se ensanchó de forma siniestra.
—Entonces… tu amor es una porquería. Me dan náuseas de solo pensar que pude estar con una mujer como tú. Vete por favor, no me hagas sacar lo peor de mí, porque de cierta forma, te tengo lástima.
Eso fue como si un rayo hubiese impactado su corazón. La rabia y el dolor se juntaron en su pecho, mientras la adrenalina comenzó a comer sus venas. Ni siquiera podía describir el grado de cómo estaba punzando todo esto en su corazón, pero lamentablemente, no podía hacer nada. Ni siquiera refutar.
Este era el precio, y lo estaba pagando demasiado caro.
Dando un trago forzado, asintió, pudo ver un atisbo de cambio en la mirada de Andrew, pero se giró sobre sus talones, y esta vez se juró a sí misma que esta tendría que ser su última vez.
Su última humillación, su último dolor, porque, aunque Andrew merecía su paciencia, ya bastaba con todo lo que le había pasado.
Todos merecían ser escuchados, todos incluso el más malvado merecían una segunda oportunidad, y aunque lo que hizo no tenía nombre, estaba segura de que el amor que sentía por Andrew la hubiese hecho reflexionar para tratar de entenderlo, si el caso hubiese sido al contrario.
Ya era suficiente por como la vida la había tratado y castigado, y ella pensó después de detenerse casi en la puerta, que había pensado por mucho tiempo en los demás.
Parada en el umbral, giró la cabeza hacia el hombre que ya no la miraba y lanzó sus últimas palabras.
—Espero que un día me perdones… pero, sobre todo, espero que te perdones a ti mismo por haberte cerrado a la vida…
Después de esto, ella tomó el pomo y salió tratando de caminar con los pedazos que se desvanecían a su alrededor…
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