ÉSTE PRÓLOGO ES UN RECUENTO DEL FINAL DE “AMAME”
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—¿A qué está esperando?, ¡ que le haga entrar!.
—Si señor— respondió en hombre marchándose.
—En cuánto el hombre llegue, tú te marchas—le dijo a la secretaria.
—Si, señor— Esteban estaba nervioso, con la ansiedad corriendo en su ser, respiró profundo un par de veces para intentar controlarse, acomodó sus ropas, y pasó nerviosamente las manos por su cabello, llamaron a la puerta y el la mujer abrió, apareció el investigador.
—Con permiso— dijo la mujer marchándose y cerrando la puerta tras ella.
—¿Realmente los encontró?, ¿Son ellos?— preguntó con voz tensa, el hombre caminó hasta él y estrechó su fría mano.
—Si señor, son ellos. No negaré que ha Sido un arduo trabajo, el hombre sabe bien cómo esconderse y camuflarse, pero he sabido hacer mi tarea y los incontables años de experiencia me han dado la victoria.
—Bien, siéntese y cuénteme todo— el hombre tomó asiento y abrió su maletín sacándo las dos fotos antiguas que él le dió— actualmente no lucen así, han intentado cambiar sus apariencias— sacó una foto que mostraba a Jarvis, sonriendo con la vista al mar— él como puede ver, usa el cabello muy corto ahora, y no sale sin sus lentillas de color verde, además de que luce muy bronceado— Esteban tomó la foto en sus manos y se fijó en que efectivamente su apariencia había cambiado, pero indudablemente era él— la mujer— colocó una foto sobre el escritorio— muestra más cambios físicos, ha cortado mucho su cabello, y ya no es pelinegra, sino rubia como se muestra en la foto, también usa lentillas verdes— Esteban tomó la foto y acarició la cara sonriente de Olivia, que trasmitía alegría, una inmensa felicidad— no han sido los únicos cambios, el hombre se hace llamar Mauro y la mujer Helena, contaron a los isleños que son un joven matrimonio de poco más de un año de casado— Esteban presionó las manos con fuerza— viven en una humilde casa, bastante pequeña, se mezclan entre los isleños, ella se dedica al hogar y él vive de la pesca. Los lugareños aseguran que llegaron hace poco más de siete meses y medio, y que son muy queridos por todos. Nunca abandonan la isla, de hecho el hombre ha salido dos veces, y gracias a esas salidas fue que pude localizarlos.
—¿Están muy lejos de aquí?— preguntó con voz tensa.
—Si señor, pierda cuidado que he traído todos los detalles, posibles horarios y rutinas.
—Bien, te pagaré muy bien, solo dame toda la información y yo mismo iré a buscarlos con mis hombres.
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Llamaron a la puerta y Olivia corrió a abrir, era Jarvis que llegaba con dos grandes pescados.
—¡Mi amor!— exclamó aplaudiendo y prendiéndose de su cuello para luego besar sus labios.
—Hoy me fue bien— dijo con una enorme sonrisa— el viejo Ernesto se ha portado bien y mira, tenemos pescado fresco, ya lo he limpiado y destripado.
—Pasa mi amor, que feliz estoy, se acerca la hora de la comida, así que te prepararé algo delicioso— le dijo— que buen navegante resultase ser y un excelente pescador, lo supe desde aquella langosta.
—Te dije que comeríamos como reyes— él entró, dejó los pescados en la cocina y fue a tomar una larga y relajante ducha, mientras ella se dedicaba al almuerzo. Cuando Jarvis salió con unos shorts y el torso desnudo ella se giró a mirarle.
—Pero qué guapo estás— ella lo alabó.
—Tu si eres guapa— le dijo abrazándola y besándo su cuello.
—Por ahora, manos quietas guapo, vamos a almorzar— la comida fue deliciosa, y comieron en medio de risas y una charla animada, constantemente se repetían lo mucho que se amaban y lo afortunados que se sentían de poder estar juntos. Jarvis se quedó sentado a la mesa, mientras que Olivia se encargaba de recoger los platos y poner en órden la cocina.
Jarvis que sentado en la mesa observaba cada movimiento de ella, la falda corta lograba subirse cuando ella se ponía de puntillas para guardar la vajilla, su corta camisa dejaba ver su plano abdomen, y su hermoso ombligo, la tentación fue mucha y sin poder resistirlo se puso en pie, caminando hasta llegar a ella, abrazándola desde atrás acarició su abdomen y besó su cuello lográndo encenderle la piel, ella se giró entre sus brazos con una enorme sonrisa dibujada en sus labios.
—¿Qué sucede, señor navegante?
—Tu eres mejor navegante que yo— besó su cuello.
—¿Ah sí?— gimió deslizando las manos por su espalda desnuda.
—Si— tomándola de la cintura y alzando la en peso la sentó sobre la encimera de la cocina, metiéndose entre sus piernas, deslizando las manos con su estómago, de forma ascendente y llevándose a su paso la tela de la camisa, Olivia enloquecida gimió de placer, algo tan primitivo lograba despertar él en ella que se apresuró a ayudarlo a despojarla de la camisa para después tirar de la goma de sus shorts— El navegar de tus caderas es lo que realmente me enloquece— pronto Jarvis la despojó de su ropa interior así como de sus propios shorts, Olivia acercó su cuerpo al borde de la encimera, aún con la falda puesta, rodeó las caderas masculinas mientras Jarvis se deslizaba en las profundidades de su ser. . .
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Esteban Bellancinni, salió de la mansión con sus hombres.
—¿Yo no iré, señor?
—Por supuesto que no Alonso, aún no olvidó tu estrecha amistad con Jarvis, no me arriesgaré.
Era bastante tarde, bien entrada la madrugada, cuándo las dos camionetas se detuvieron bruscamente. Olivia, abrió los ojos, estaba abrazada a Jarvis, saliendo suavemente de la cama decidió investigar, no recordaba si habían colocado seguridad en la puerta, no era necesario debido a que la isla era muy segura, sin embargo, lo mejor era ser precavidos. Salió de la cama vistiendo sólo una camiseta. . .
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—¿Señor, entrará usted?— le preguntó Ricardo.
—No— negó, sintiendo que era incapaz.
—¿Qué quiere que hagamos?
—Matenlos. . .a ambos—dijo conteniendo la respiración mientras veía como los dos hombres salían de la camioneta y daba la orden de que los demás esperaran, solo saldrían de ser necesario reforzar a los que entrarían, quedándose en el auto, con la puerta abierta, cerró los ojos para escuchar los disparos.
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Olivia caminó al pasillo, solo vistiendo una camiseta, en cuanto llego quiso gritar, pero el grito no abandonó su boca, la puerta se abrió dándole pasó a dos hombres, que sin mediar palabra alguna le dispararon, cuándo sintió el impacto, sus ojos fueron más grandes.
Jarvis despertó sobre saltado con el sonido del disparo.
—¡OLIVIA, NOOOO!—gritó corriendo para salir de la habitación, estaba por llegar a ella cuando sonó un segundo disparo que la envió al suelo—¡ NOOOOOO!—gritó enloquecido de dolor, se giró hacia la puerta solo para ver a Bernardo.
—Lo siento, hermano— dos disparos le impactaron el abdomen y cayó junto al cuerpo de Olivia, a la vez que todo se volvía oscuro.
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Esteban escuchó las detonaciones y contuvo el dolor. No quiso entrar porque no tendría el valor de matarla, había pensado en llevarla con él y tenerla en la mansión encerrada, pero ver su cara le recordaría que había estado revolcándose con otro.
—Está hecho, señor— dijo Ricardo.
—Bien— se bajó del auto y caminó, tal como había dicho el investigador, era una casa pequeña. Al entrar notó un cuerpo muy cerca de otro, ella cubierta sólo por una camisa, él en ropa interior— Deuda saldada— razgó las fotos en sus manos a la mitad y las dejó caer al suelo, con los ojos fijos en la única mujer que había amado, y la única que amaría— vámonos, volvamos a casa.
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