ENTRÉGATE romance Capítulo 26

QUERIDO LECTOR, ESTA ES UNA ADVERTENCIA, ÉSTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO SENSIBLE, DE VIOLENCIA, TORTURA Y MALTRATOS TANTO FÍSICOS COMO PSICOLÓGICOS, DE MANERA QUE, SI ERES SENSIBLE A ESTOS TEMAS, TE DESAGRADAN O NO TE GUSTA LEERLOS, TE SUGIERO Y TE PIDO, QUE POR FAVOR LO SALTES Y NO LO LEAS, YA QUE NO SERÁ NADA AGRADABLE.

RECORDEMOS QUE ÉSTA ES UNA HISTORIA DE MAFIAS Y QUE ESTEBAN ES UN PERSONAJE PSICOLÓGICAMENTE PERTURBADO, EMOCIONALMENTE DESEQUILIBRADO, NARCISISTA Y PARA NADA EMPÁTICO.

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Ricardo se mantuvo de pie y en absoluto silencio, sabía quién era Esteban Bellancinni, pero, nunca terminaba de sorprenderse de su crueldad, el hombre atado no paraba de llorar, su pierna colgaba de forma antinatural y él hacía un esfuerzo sobrehumano por solo mantenerse sobre la pierna buena, no había que ser un sabio, ni un médico para saber que le había roto la pierna, seguramente todos los huesos implicados en la articulación de la rodilla estaban comprometidos y eso debería estarle doliendo de manera infernal, estamos hablando del fémur, la tibia, el peroné y la rotula, rotos al mismo tiempo, la barra de hierro le había golpeado con fuerza era imposible que no le hubiese roto todo, además tenía muy mal aspecto, y Ricardo comenzaba a dudar de que durara mucho más, quizás terminaría muriendo antes de poder darle a Esteban algo con lo que sentirse satisfecho. Realmente si tío pena por aquel hombre, para él lo mejor hubiese sido ignorar a la policía y pedir la ayuda del Diablo, ahora estaba viviendo su propio infierno aún en vida y con la certeza de que jamás volvería a ver a esa familia por la cuál se había arriesgado.

Luego miró de perfil a Esteban Bellancinni, estaba sentado frente al escritorio, con una actitud completamente relajada, su camisa blanca salpicada de la sangre de aquel hombre, algunas gotas de la misma en las muñecas de sus manos, y aún así él se había sentado a esperar una pizza. ¿De verdad aquella situación podía despertarle el hambre?, ¿sería capaz de comer en aquel lugar, frente aquel hombre que olía a orina, escremento y sangre, además de que seguramente estaría muy hambriento y sediento.

Sintió pena.

Realmente hubiese querido ayudarlo, pero no habría manera de hacerlo, y lo que era peor aún, de intentarlo, seguramente él terminaría igual o peor que Maurizio.

—¿Sabes algo, Maurizio?— el hombre levanto hacía él sus ojos llenos de lágrimas — no es tan difícil trabajar para mí, no pido imposibles, no siquiera tengo grandes exigencias, pero. . . la lealtad es algo que no es negociable.

—La policía. . . pudo. . . matarme— dijo respirando con dificultad— o encerrarme.

—Y yo pude ayudarte, pero. . . decidiste venderme— sonrió — ¿Sabes tan siquiera todo el dinero que pude haber perdido por tu culpa?— el hombre lo miró en silencio— mucho, muchísimo, muchisimo dinero. Me imagino que eso debe doler— señaló la pierna.

—No importa que. . . me mates— dijo con dificultad— la policía. . . protegerá a mi. . .familia.

—¿Eso fue lo que te prometieron?— preguntó en tono burlón antes de comenzar a reír como un desquiciado—.¡Por favor Maurizio!— volvió a reir— puedo ver qué no eres muy inteligente que digamos. Hago envíos de mi mercancía a muchas lugares, tengo clubes, tráfico con droga, armas, mujeres, tengo también mis infiltrados en la policía, ¿crees que ellos tienen más poder que yo?— volvió a reír de forma estridente— soy el amo. Si lo quisiera, podría enviar ahora mismo por tu familia y traerlos aquí, torturarlos junto contigo — sonrió, con una enorme sonrisa que llegó a iluminar sus ojos, lo cual indicaba que realmente él disfrutaría mucho de aquella tortura familiar— imagina a tu pobre madre, llorando y gritando de dolor, deseando jamás haberte traído al mundo — Maurizio lo miró con ojos cargados de lágrimas — diciéndote que me digas todo lo que sabes y así evitarles sufrimientos, diciéndote que solo le has traído dolor, y algo que ya todos sabemos. . . que con la mafia no se juega.

—Basta— dijo de forma dolorosa y Ricardo entendió que no solo le dolía el cuerpo, sino el alma, porque probablemente el diablo tenía razón en lo que estaba diciendo.

—¿Y tu esposa?, seguramente será una hermosa y ardiente italiana, mis hombres podrían divertirse mucho con ella— Maurizio abrió mucho los ojos y tiró con fuerza de las cadenas, mirándolo con odio— lo peor que nos puede ocurrir es perder la cabeza por alguna de ellas, no son agradecidas. Te esfuerzas por ella, luchas por darle lo que crees que se merecen y aún así, nunca es suficiente.

—Sufi. . .ciente. . . por favor.— Ricardo sintió una pena mayor, Bellancinni estaba acabando con la estabilidad emocional de aquel hombre que, estaba herido, hambriento, sediento, no había dormido, batallaba con el dolor y. . . sabía que irremediablemente moriría. El diablo le estaba dejando en claro que sí lo quería, encontrar y destruir a su familia, no sería tarea difícil y que la policía no haría nada para evitarlo.

—¿Y tus hijos?— sonrió — pequeños adorables, que creen que el mundo es una burbuja de amor. . . pobres criaturas, es tan fácil que sufran cualquier calamidad, sus cuerpitos frágiles no aguantan nada.

—Basta, por piedad. . . basta— el hombre comenzó a llorar justo en el momento en el que entraba Bernardo con algunas cajas de pizza y otro hombre lo seguía con una enorme caja llena de hielo, y muchas botellas de cerveza visibles.

—¡LLEGÓ LA COMIDA!—gritó Esteban feliz, escogió su pizza con peperoni, extra queso, jamón y albahaca. La comida se repartió entre todos, tanto los hombres que estaban fuera de aquella habitación que escuchaban atento a los gritos de dolor de Maurizio, así como los presentes en el cuarto. Nadie tenía hambre, nadie deseaba sentarse a comer frente a aquel moribundo, pero ninguno se atrevería a contradecir a Bellancinni.

—Denle una cerveza a Maurizio, a fin de cuentas será la última de su vida, que al menos se vaya bien bebido— a Maurizio aquello no le pareció para nada gracioso, pero sintió alivio al comenzar a ingerir la cerveza, tenía hambre, mucha hambre, muchísima hambre, y el suculento olor a pizza inundando el lugar le producía ganas de llorar, al tiempo hacia un esfuerzo sobrehumano para no gritar de dolor, le dolía cada vez que respiraba, y comenzaba a dejar de sentir su pierna izquierda, estaba destrozada, lo sabía, además sentía mucho frío, estaba seguro de que tenía temperatura elevada. Quizás lo mejor sería decirle todo y rogar por piedad para su familia y morir, sabía que si le arrancaba la promesa de respetar y proteger a su familia, tendrían más oportunidad, comenzaba a comprender que lo que Él diablo le había dicho, era cierto, la policía no le ayudaría.

—¡CADÁVER, QUE GROSERO ERES!— gritó Esteban y el hombre lo miró con ojos muy abiertos y evidentemente confundido.

—Señor. . .

—Dale de comer a nuestro invitado— sonrió— quiero ser muy amable con un hombre que está por morir— Cadáver obedeció y Maurizio a pesar del hambre no se creía muy capaz de comer, la sentencia de muerte sobre su cabeza,.pesaba demasiado en su abatido espíritu. Con es fuerza comió dos bocados, con la mirada fija en Esteban, y las lágrimas corriendo por sus mejillas. Esteban terminó sus dos raciones de pizza, y dos cervezas, y se recargo hacia atrás en la silla— Estoy satisfecho. Ahora bien, Maurizio, ya que sé lo que te ha ofrecido la policía y que ambos sabemos que es mentira, nunca cumplen con sus palabras. Dime algo; ¿Te ofreció algo más la policía?

—Programa de. . . protección de. . . testigos— dijo con voz quebrada.

—¡Es lo que siempre ofrecen!— dijo burlón — ¿Le dijiste los planes para el nuevo envío de la carga?

—Datos. . .vagos.

—¿Cómo cuáles?— preguntó interesado.

—Prometeme que. . . dejarás a mi. . . familia en paz.

—¡Le sacas una promesa a la poli y ahora quieres una promesa mía!— dijo riendo, no estás en condiciones de exigir nada, tu vida está en mis manos.

—No. . . no es mi vida lo que me interesa — dijo respirando con mucha dificultad.

—Maurizio. . . — dijo amenazante.

—Te juro que si. . . no lo prome. . . tes, no diré nada.— le advirtió.

—Eso está por verse— se levantó furioso de la silla y la pateó lejos— Lo quiero sobre el escritorio, boca arriba y los brazos atados a las patas.

—Si, señor— dijo Cadáver. Bernardo hizo ademán de moverse pero Esteban se lo impidió, y le hizo señas a Ricardo de que permaneciera en su lugar, vos hombres asintieron, entonces cadáver y sus hombres se ocuparon, en cuanto lo soltaron de sus cadenas, Maurizio fue incapaz de sostenerse y cayó de bruces al suelo, gritando fuertemente de dolor al resentir su pierna rota y la fractura de sus costillas, así como los múltiples golpes, fue levantado por dos hombres y arrastrado hasta el escritorio, mientras gritaba de dolor, lo dejaron caer sobre la superficie plana y mientras lo ataban él intentaba llegar a Esteban.

—Maldición diablo, solo. . . deja a mi. . . familia. —Esteban se acercó y deslizó sus manos sobre el contorno de su torso hasta llegar a la costilla lastimada, dónde golpeó con fuerza haciéndolo gritar nuevamente, Maurizio sentía que su garganta ardía.

— ¿Qué fue lo que le dijiste exactamente a la policía?

—Yo. . .— otro golpe.

—¿Conocen la ubicación de este galpón?

—¡NO!—gritó después de un segundo, en cuanto divisó que sería golpeado nuevamente— No lo saben. . . necesitaba guárdame. . .detalles. . . para asegurarme — tosió sangre — que respe. . . tarían. . .el trato.

—Bien, bien— le palmeó la mejilla— ¿puedo creer que estás diciéndome la verdad?

—Si, lo juro. . . no, no saben dónde estamos.

—¿Seguro?

—Seguro. . .Cadáver no nos había dado órdenes, ni si. . . siquiera aún sé de dónde lo hara— Esteban miró a Cadáver, quién asintió confirmando— Ellos. . . no saben exactamente. . .quién eres.

—Eso es bueno saberlo.

—Son dos. . . — tosió — dos inspectores. . .

—Nombres, Maurizio, nombres.

—Guido. . . Serra, y. . . Luigi De Luca.— tosió.

—¿Es todo lo que sabes?— preguntó.

—Lo es. . . juro que no sé. . . nada más, yo. . . no dije nada más.

—Bien— Esteban, llevó la mano a la parte posterior de su cintura, tomando la pistola que estaba allí, le quitó el seguro y apuntó la cabeza del hombre.

—Diablo. . .

—¿Si?

—¿Cumplirás. . . tu promesa?— preguntó con ojos llenos de lágrimas.

—Lo haré — dijo y asintió con su cabeza— jamás jugaría con el último deseo de un hombre, hoy mismo tu familia estará a salvó, lejos de aquí y con suficiente dinero para vivir tranquilos.

—Gracias— dijo y suspiró dolorosamente.

—Buen viaje — dijo antes de activar el arma y tal cómo había prometido la bala fue directamente a su frente— Cadáver, encárgate personalmente de la familia de éste hombre.

—¿Cumplirá lo que le dijo?

—Por supuesto que sí — asintió — quiero a toda su familia fuera, lejos de aquí, envíalos a Florencia o qué se yo, envíalos a Suecia o Francia, dales suficiente dinero y promete un depósito anual de por vida, para sus hijos— cadáver frunció el ceño— personalmente cadáver, será tu responsabilidad.

—Por supuesto, señor.

—Ya nos encargaremos de esos inspectores, por ahora a enviar las cargas y la mercancía. Ricardo, Bernardo, nos vamos, aquí acabó todo — le dió una última mirada al cadáver de Maurizio antes de girar y marcharse.

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