Esposa Obligada Del CEO Paralítico romance Capítulo 32

— ¿Puedes dar unos pasos? Me gustaría verte hacerlo, claro que si esto te lastima mucho, no puedes o no quieres, no hay problema. — Dijo Aria observándolo, desde la confesión de ayer, ella había querido verlo haciendo esto.

— Puedo hacerlo, pero con un poco de dificultad y solo pocos pasos. — Accedió Lucien levantándose de la silla sosteniéndose de los reposabrazos de su silla de ruedas y Aria al ver esto se acercó de inmediato.

— Puedo ayudarte a hacerlo para que no te esfuerces demasiado. — Ofreció con ojos brillantes, la emocionaba mucho ver que él podía levantarse de esa silla, que él pudiera tener esta libertad y que las personas que lo lastimaron en el pasado no consiguieran quitársela.

— No hace falta, quiero hacerlo solo, igual siendo tan pequeña y yo tan grande y pesado será difícil para ti. — Se negó él con una sonrisa, le parecía muy lindo de su parte que quisiera ayudarlo.

Aria lo observó por unos segundos antes de darse cuenta de que él tenía toda la razón, ya era imponente en la silla de ruedas, de pie lo era mucho más, era demasiado alto y su musculosa y fuerte figura resaltaban mucho más de esta manera, parecía un dios nórdico, era increíble y aunque ella quisiera no podría sostenerlo, era pequeña y delgada, él era muy alto y fornido.

— Tienes razón. — Susurró ella mirándolo hipnotizada por su belleza e imponencia.

— Deja de verme de esa manera porque si lo sigues haciendo no querré ir a ningún lado y nos quedaremos todo el día juntos en la habitación. — Advirtió Lucien con una sonrisa llena de picardía y Aria al escucharlo bajo el rostro avergonzada y toda su carita se volvió roja. — Tienes que mirarme si quieres verme dar unos pasos. — le recordó él para que ella alzará su rostro y cuando lo hizo, él dio su primer paso con un poco de dificultad y así siguió hasta que dio seis pasos mientras Aria lo miraba asombrada.

— Esto es grandioso, me alegro muchísimo, ya verás que pronto podrás caminar tan bien como antes. — Dijo Aria acercándose a abrazarlo llena de alegría, con su corazón latiendo descontrolado, la hacía muy feliz que Lucien volviera a estar tan bien como antes, claro que en ese tiempo ella no lo conocía, pero sabía que debería ser muy difícil estar en una silla de ruedas todo el tiempo y que seguramente habían un montón de cosas que él extrañaba hacer y que no había podido por su condición.

— ¿Estás tan feliz por que no estás casada con un paralítico? — Preguntó Lucien en broma, sabía que la felicidad de ella no era por esto, si no que estaba feliz por él, lo podía ver por como se comportaba y lo genuina e inocente que era.

— No, por supuesto que no, eso nunca me ha importado, me empezaste a gustar estando en silla de ruedas y no le doy importancia a esto, solo que me alegro por ti, se que debes extrañar hacer muchas cosas. — Confesó Aria frunciendo el ceño ligeramente. — ¿Por qué piensas eso?

— No pienso eso, solo bromeaba, pero gracias a eso dijiste que te gusto, eso me encantó. — Respondió Lucien con una sonrisa gigante, antes de acunar la mejilla de Aria y besarla, le encantaban los labios de ella, su inocencia y lo linda que era y que dijera que él le gustaba aceleraba mucho más su corazón. — Creo que ya deberíamos irnos. — Espetó él con su voz un poco ronca después de separarse del beso, no quería dejar de besarla, pero tenía que hacerlo ya que tenía un compromiso con Luna.

Al escuchar sus palabras Aria asintió.

Lucien volvió a sentarse en la silla de ruedas y los dos bajaron para encontrarse con Luna que ya los estaba esperando para ir a hacer las compras.

En el centro comercial Luna tomó de la mano a Aria e iba arrastrándola hasta cada cosa que le llamaba la atención y Lucien junto a Max iban detrás de ellas.

— Que lindo pijama, ¿Qué tal? — Le preguntó Luna a Aria con una sonrisa al mostrarle un hermoso pijama rosa afelpado.

Luna en cada cosa que le gustaba preguntaba por la opinión de Aria, esto le importaba mucho, ya que la hacía muy feliz tener a una mujer para que la ayudara con esto y más cuando Aria era tan linda con ella.

— Esta muy bonito y estoy segura que te verás más hermosa con el puesto. — Respondió Aria con voz suave y una sonrisa.

Al escuchar esto la sonrisa de Luna se ensanchó y dio un saltito.

— Mamá primero quiero ver a mi abuela y luego hablamos de lo demás. — Dijo Aria y Melissa la miró molesta, a ella lo que más le importaba era el dinero y quería tenerlo cuánto antes en sus manos.

— ¿Cuál es la prisa? Primero deberían sentarse, tomar un café y hablar de las cosas importantes, tu abuela estará ahí, la ves en un rato. — Replicó Melissa intentando disimular su molestia, su único objetivo era obtener dinero de Lucien y por lo tanto lo que le importaba era hablar de eso. Porque si no fuera porque quiere más dinero ni siquiera se hubiese molestado en aceptarlos en su casa.

— Entonces hablemos. — Aceptó Aria un poco abatida, quería primero ver a su abuela, pero no tenía mucho caso discutir con su madre, era mejor aceptar de una vez.

— Perfecto entonces tomemos asiento en el sofá, tu padre no podrá acompañarnos porque está esforzándose mucho intentando sacar la empresa adelante, pero a pesar de su arduo trabajo no parece ser suficiente, por eso a pesar de que no queremos seguirlos molestando tenemos que hacerlo, más que todo por mamá, ella necesita su tratamiento y es muy costoso. — Suspiró Melissa con cara de tristeza al sentarse en el sofá.

Aria frunció el ceño sin entender porque a esta empresa por más que se esforzaran y el dinero invertido solo parecía empeorar. Por su lado Lucien solo asintió, esto no era una sorpresa para él, era justo lo que estaba esperando que sucediera.

— Bueno yo me encargaré de pagar el tratamiento de la abuela de Aria, pero solo eso, no puedo darles más dinero. — Espetó Lucien y Melissa se levantó desconcertada.

— No es solo mi madre quien necesita dinero, nosotros y la empresa también lo necesita. — Dijo Melissa cuando su sorpresa inicial se convirtió en rabia.

No podía creer que una vez más Lucien se negara a sus peticiones y que solo se ofreciera a pagar por el tratamiento de Amelia cuando él tenía tanto dinero.

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