Esposa Sustituta, Matrimonio Verdadero romance Capítulo 5

-Zorra, ¿qué dijiste...?

—¡Cállate!

El sarcasmo en la voz de Sabrina era muy evidente, lo que hacía que tanto Bárbara como Clara enseguida se retorcieran por el enojo. Sin embargo, cuando estaban por maldecir en voz alta, Lisandro las detuvo.

—Sabrina tiene razón. De ahora en adelante, dejen de avergonzar a la familia Quiroga.

-Sí, como una Quiroga, siempre tenemos que cuidar lo que decimos. No sean una vergüenza para nuestra familia —acordó Ágata mientras asentía en aprobación, parecía muy contenta con el hecho que Sabrina se haya considerado a sí misma como una Quiroga, y luego añadió con amabilidad—: Te dije que administres La Maison por mí, pero nunca dije que te la daría. Ahora que Emiliano está casado, por favor, entrégale la empresa a él.

-De acuerdo.

Ya que sabía que su abuela favorecía a los hombres por sobre las mujeres, y por el hecho de que su padre le había gritado, no tuvo otra opción más que aceptar su destino. Emiliano podía ser un tonto, pero era sabido que Ágata lo adoraba más que a ella. Por lo tanto, sin importar cuánto lo intentara, sabía que nunca iba a tener su reconocimiento.

—Haré lo que me digas, abuela —dijo con reticencia, aunque por dentro estallaba de furia.

Luego del anuncio, Ágata se despidió de todos. De vuelta en la habitación, Sabrina creyó que por fin podría descansar, pero en el momento en el que entraron, Emiliano se convirtió en un hombre diferente. Puso los brazos alrededor de su cintura delgada y la sujetó contra la puerta.

—¿Por qué me defendiste recién? —preguntó, poniéndole el cabello detrás de la oreja con falsa modestia.

Sentía el aliento caliente en la nuca que le hacía cosquillas suaves y excitaba sus sentidos. Se movió para intentar escapar de su agarre, pero el hombre la sujetó con más

fuerza.

-¿Mmm? -gruñó, ¡nsistiéndole con que responda.

Cuando Sabrina escuchó su graznido, sintió un escalofrío en la espalda.

-Eh...Bueno, estamos...estamos casados ahora. Eres mi esposo, así que no permitiré que otros te maltraten — tartamudeó mientras se le enrojecían las orejas.

-Ah, ¿sí? ¿Entonces no hay segundas intenciones? — insistió Emiliano; la acercó, y le acarició la oreja con los labios mientras hablaba.

-¿Qué más...? ¡Ay! -Sabrina estaba por replicar cuando Emiliano de repente le chupó la oreja y se la mordió un poco.

-Piensa antes de hablar. —Le recordó con la respiración entrecortada mientras seguía rozando sus labios por la oreja.

El aliento caliente de Emiliano, y sus labios juguetones, hicieron que Sabrina enseguida quede adormecida. Era como si el hombre le controlara la mente, y lo que decía.

-Quiero que dejen de maltratarnos así puedo vivir en paz —soltó al final con sinceridad.

Estaba tan cohibida que sus ojos también enrojecieron.

-Así está mejor. -Emiliano soltó una risita.

Parecía que por fin estaba convencido, entonces, Sabrina suspiró con alivio.

—Emiliano, ¿puedes...? ¡Ay! —Estaba por pedirle que la suelte cuando de repente la alzó-. ¿Q-qué crees que estás haciendo? -Sorprendida, Sabrina le rodeó el cuello con los brazos ya que tenía miedo de caerse al suelo.

-Ja. Somos recién casados, así que por supuesto, deberíamos hacer algo acorde a nuestra situación. -Emiliano se rio y se dirigió a la cama con Sabrina en brazos.

-¡No! ¡No quiero! -Intentó soltarse de inmediato-.

¡Déjame ir, Emiliano! No me puedes hacer esto.

María esbozó una sonrisa.

-La gran señora ya no es joven, así que desea paz. Además, hay muchas personas viviendo en la residencia, usted, el señor Emiliano, el señor Lorenzo, esa mujer, y también el señor Ornar. A la gran señora no le gusta ver a esa mujer. -Bajó la voz mientras emitía el último comentario con cautela.

—¿Y los otros familiares? ¿No viven aquí? —continuó Sabrina tras asentir.

María sacudió la cabeza.

—Se mudaron a sus respectivas casas después de casarse, las cuales, por cierto, están muy cerca. Señora Quiroga, deberíamos apurarnos, la gran señora la está esperando.

-Claro -respondió Sabrina, y apresuraron el paso.

«Entonces los otros Quiroga solo se reunieron hoy para el desayuno. Gracias a dios no viven aquí, sino, discutiría con Clara y Bárbara todos los días. Y la forma en la que María habló de Lorenzo, el padre de Emiliano... Con "esa mujer" debe referirse a su amante, Magdalena Jerez, quien se interpuso en su primer matrimonio. El señor Ornar es su hijo, o sea, el medio hermano de Emiliano, y, curiosamente, aunque fuera el día después de su boda, ninguno de los tres apareció en el desayuno».

Cuando entró a la casa, Sabrina enseguida vio a Ágata descansando en una silla mecedora al lado de la ventana con los ojos cerrados. La luz del sol resplandecía por la ventana y la iluminaba un poco; parecía que el tiempo se había detenido allí. María le hizo un gesto a Sabrina para que se quede en el lugar mientras ella se acercaba a su empleadora con cuidado.

—Gran señora Quiroga, la señora Quiroga está aquí.

-¿Dónde está Emiliano? -cuestionó Ágata tras abrir los ojos.

-El señor Nicolás lo acaba de pasar a buscar para su fisioterapia en el servicio de neurología —respondió María.

Ágata gruñó en respuesta; sin embargo, en el momento en el que abrió los ojos, le gritó a Sabrina:

-¡Arrodíllate!

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