Del otro lado del teléfono, Sabrina hacía lo que podía para no ahogarse con sus propias lágrimas mientras lo consolaba:
-Debo trabajar y ganar dinero así puedes comprarte comida deliciosa y juguetes divertidos. Te visitaré en unos días, ¿te portarás bien? Come y duerme bien, ¿sí?
-Me portaré bien. Mami, no me dejes solo, ven a visitarme pronto.
—¡Llévate a este mocoso! —De repente se escuchó la voz de Sara, mientras que los gritos de Federico se desvanecían.
-Sara Acosta, ¿qué le hiciste a mi hijo? -exigió Sabrina, iracunda, a través del teléfono.
-No te preocupes. La niñera lo llevó a su habitación. Fui lo bastante buena para dejarte escuchar su voz, así que deberías agradecerme. -Se burló Sara.
-Si llego a enterarme de que está herido cuando lo vuelva a ver, no te lo dejaré pasar —juró Sabrina, conteniendo las lágrimas.
Se escuchó la risa tintineante de Sara del otro lado del teléfono.
—¿Me estás amenazando? ¿Con tu estatus de señora Quiroga? ¿Acaso no sabes que Emiliano es prácticamente inservible?
-¿De verdad? Si mi posición social no vale nada, ¿por qué me obligaron a casarme con él? ¿Cómo los beneficiaría mi matrimonio? -respondió Sabrina.
Al escucharla, Sara espetó con impaciencia:
-Padre quiere que te recuerde que trates bien a ese tonto, que tranquilices a la gran señora Quiroga y te asegures de no ofender a nadie allí, ¿entendido?
-Sí -respondió Sabrina desanimada.
«Estoy segura de que Sergio quiere que me acerque a Ágata para destruir la evidencia que puede ponerlo tras las rejas».
-A propósito, ¿cómo estuvo el retrasado anoche? ¿Se enteró quién eras? —Sara se burló.
—¿Mi padre se dio cuenta de que tomamos el control de Grupo Quiroga en ciudad Porvenir?
-No creo que el tío Lorenzo se haya dado cuenta. Dijo que había ido al sudeste asiático para inspeccionar el lugar, pero, en realidad, fue allí con Ornar y esa mujer de vacaciones —explicó Nicolás mientras estudiaba su expresión con cuidado.
Ante sus palabras, Emiliano levantó las cejas y tensó la mandíbula. Cada vez que mencionaban a la actual esposa de su padre y a su medio hermano, se irritaba bastante, y Nicolás lo conocía muy bien.
De hecho, Lorenzo ni siquiera veía a Emiliano como a su propio hijo. Sabía que se iba a casar, pero usó la inspección del lugar como una excusa para irse de vacaciones con su amante y su hijo bueno para nada. Sin dudas, fue una humillación para Emiliano, a quien trataban peor que a un forastero.
-Me alegro. Dile a la empresa en el sudeste asiático que complete el acta. Cuando llegue el momento indicado, echaré a mi padre y, para entonces, perderá todas sus inversiones —dijo Emiliano con desdén mientras cerraba el archivo.
-Entendido. De todos modos, no es la primera vez que hacemos esto, así que no te preocupes. Es un plan a prueba de tontos.
Emiliano lo miró sin decir una palabra. Curiosamente, Nicolás sintió cómo el aire a su alrededor comenzaba a oprimirlo y no pudo evitar estremecerse ante el repentino escalofrío.
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