Felicidad efímera romance Capítulo 12

Ivonne frunció las cejas con fuerza. Estaba tan frustrada que olvidó que la empresa más grande de Colinas del Valle pertenecía a Jonathan.

—Nunca he sido asistente antes. No creo que esté preparada para el trabajo.

—Quizá no lo sepa, Señora Landeros, pero una vez que firmó el contrato para trabajar aquí, no puede dimitir en los tres primeros años a menos que la empresa la despida. Por supuesto, tampoco puede dejar que su trabajo se vea afectado por ninguna emoción negativa. Todo su trabajo también será evaluado.

Ivonne se quedó sin palabras.

—Aunque el contrato parezca un poco irrazonable, tiene que entender que mucha gente ha luchado y competido con todas sus fuerzas para conseguir un trabajo aquí. El contrato se redacta en aras de la equidad. Además, un contrato así es bastante común y conocido en el sector —explicó José.

En silencio, Ivonne apretó los puños.

—Aquí tiene un informe del departamento financiero. Por favor, lléveselo al Señor Landeros.

Dicho esto, José entregó a Ivonne una carpeta.

—¡Que le vaya bien, Señora Landeros!

Ivonne frunció el ceño. Era culpa suya haber firmado el contrato sin leer de forma detenida las condiciones. Sin embargo, las cosas cambiaron. Necesitaba ese trabajo. «No importa. Ya veré qué hago cuando surja algún inconveniente. Al fin y al cabo, solo es mi exmarido. ¿Cuál es el problema?».

Respirando hondo para serenarse, Ivonne llamó a la puerta y la abrió de un empujón. Cuando entró en la habitación, fue recibida de inmediato por el rostro hostil de Jonathan. Siempre parecía como si alguien lo hubiera hecho enojar. Ivonne pensó que Jonathan era un hombre muy difícil de tratar.

Jonathan se dio cuenta al instante de que José le había tendido una trampa. Nunca esperó que su plan se revirtiera contra él. Frunció el ceño y miró a la mujer que estaba en su despacho.

—¡No creas que voy a interesarme por ti solo porque te ganaste el cariño del abuelo! Será mejor que hagas tu trabajo con excelencia. De lo contrario, te echaré.

—¿Me puedes echar?

Los ojos de Ivonne brillaron en respuesta. Nada deseaba más que ser expulsada en ese momento.

—No creas que puedes usar conmigo los mismos métodos que has usado con otros hombres. No caeré en la trampa —advirtió Jonathan con frialdad.

Su comentario enfureció a Ivonne. Arrojó los documentos con fuerza sobre su escritorio.

—Me temo que es usted demasiado engreído, Señor Landeros. Ya lo superé y nunca volveré con usted. Aunque mueran todos los demás hombres de este mundo, usted no me interesará lo más mínimo.

Al instante, la expresión de Jonathan se ensombreció.

—¿Qué acabas de decir?

Ivonne se limitó a mirarlo con burla como respuesta.

—¿Hacerse el sordo a tan temprana edad? No voy a repetirlo.

Jonathan pulsó el interfono. Era la primera vez que veía a una mujer tan desvergonzada. Estaba muy frustrado, pero sus modales no le permitían discutir con una mujer.

—José, consíguele algo que hacer.

José pensó que estaba metido en un gran problema. Después de todo, se había metido con su jefe. Cuando entró en el despacho, le señaló la estantería y la mesita.

Entonces Ivonne se dio cuenta. «¿Será que Ana le dio mi número de teléfono? Mmm... Tal vez a Ana le preocupó que él no pudiera encontrarme la otra noche, cuando tuvimos una cita, así que es razonable que le diera mi número de teléfono». Sin embargo, Ivonne se preguntaba por qué la había llamado. «¿No le quedó claro aquella noche?».

—¿En qué te puedo ayudar?

Ivonne no tenía ni idea de por qué había llamado.

—¿Estás ocupada?

—Sí, ahora estoy en el trabajo. Si hay algo en lo que necesites mi ayuda, por favor dime rápido.

Sebastián guardó silencio unos segundos antes de decir:

—No hay nada urgente. Sigue con tu trabajo. No te molestaré más. Ya nos pondremos en contacto en otro momento.

Y colgó. La suave voz de Sebastián sorprendió a la gente que lo rodeaba.

—¿Consiguió una cita, Señor Montaño?

«¿Una cita?». Sebastián sonrió. «¿Podría ser el destino? Probablemente».

Mientras tanto, cuando Ivonne regresó a la oficina, se encontró con el rostro ensombrecido de Jonathan.

—¿Te contraté para coquetear con hombres en horas de trabajo?

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