Felicidad efímera romance Capítulo 11

Tomando su bolso, Ivonne se marchó. En ese momento, las puertas del ascensor se abrieron de repente. El hombre que estaba delante vestía un traje negro muy elegante. Sus apuestos rasgos parecían una obra maestra que los dioses esculpieron de forma cuidadosa.

—La Señorita Garduño se instaló en el departamento de traducción. ¿Quiere ir a verla?

Desde aquella noche, Jonathan no había podido encontrar ni rastro de familiaridad con Ximena. Ni siquiera había un sentimiento de emoción al cruzarse por su cabeza la idea de verla. «Ximena Garduño… ¿Será porque estaba drogado la otra noche?».

—A partir de ahora, ya no tienes que informarme nada sobre ella.

Dicho esto, Jonathan se marchó sin mirar atrás. Mientras tanto, Ivonne fue al hospital. Wendy se sentía mejor, su estado también había mejorado.

—Ivonne, debes estar muy cansada del trabajo. Me siento mejor y ahora puedo cuidarme sola. Deberían darme el alta para que podamos irnos a casa. ¿Qué dices?

—Por supuesto que no. ¿Olvidas lo que dijo el médico? Además, iré a trabajar todos los días. No me tranquiliza la idea de que estés sola en casa. Quédate en el hospital, ¿de acuerdo? Es lo mejor. No te preocupes por los honorarios del hospital.

—Pero…

Wendy siempre había querido preguntarle a Ivonne de dónde había sacado el dinero para la operación en aquel entonces. Sin embargo, Wendy temía que la respuesta no fuera la que ella esperaba.

—Entonces debes cuidarte mientras estás en el trabajo.

—Mamá, estaré todo el día sentada en una oficina. ¿Qué peligros podría encontrar? No te preocupes por mí y céntrate en recuperarte.

Después de ayudar a su madre con algunas cosas, Ivonne se fue a casa. Al pensar en que mañana podría trabajar, su corazón se hinchó de alegría. Para su consternación, no recibió ninguna llamada del departamento de recursos humanos en relación con su empleo. Ya la habían rechazado en otras entrevistas. A juzgar por la situación, Ivonne estaba segura de que no había fracasado en su intento de conseguir el empleo.

Para su sorpresa, recibió un aviso sobre su contratación en plena noche. A las nueve en punto del día siguiente, Ivonne se apresuró a ir a la empresa para los trámites de incorporación. Federico Torres, vicepresidente de la empresa, la llevó en persona al departamento de recursos humanos.

—Sígueme al departamento de recursos humanos, Ivonne. El trabajo aquí puede ser bastante agotador. Primero tendrás que familiarizarte.

—Gracias, Profesor Torres.

Federico había sido profesor en una universidad. Ivonne interactuó con él un par de veces antes, pero los dos nunca estuvieron tan cerca. Cuando Ivonne recibió una llamada suya la noche anterior, se sorprendió un poco. Nunca imaginó que Federico se acordaría de ella después de tantos años.

Sin embargo, estaba muy agradecida de que Federico la hubiera ayudado a conseguir trabajo. En el pasillo del segundo piso, Jonathan, que llevaba unos documentos en las manos, vio la figura de Ivonne que se retiraba. Frunció un poco el ceño.

—Averigua qué hace Ivonne aquí.

A los pocos minutos, José regresó con el resultado de la investigación.

—El Señor Landeros la contrató.

«¿La contrató él mismo?». Pronto, el móvil de Jonathan comenzó a sonar.

Elipse era una competencia internacional de olimpiadas matemáticas. La inteligencia de uno tenía que estar muy por encima de la de una persona normal para entrar en la final. Durante la competencia de ese año, una chica hizo milagros.

«¿Era Ivonne? ¿Cómo es que no la reconocí?».

Jonathan terminó la llamada y masajeó entre sus cejas. Debido a la intervención de Guillermo, el certificado de divorcio tardaría otro mes en completarse. Dentro de ese mes, Ivonne seguiría siendo su esposa. Jonathan se volteó hacia José.

—Ve a informar al departamento de recursos humanos para que le asignen algunas pequeñas tareas, pero no dejes que ponga sus manos en los proyectos importantes de la empresa.

José dudó. Era consciente de que lo que se le ordenaba haría enfadar a alguien. Sin embargo, un destello brilló en sus ojos, y un pensamiento se coló en su mente. Recordando lo que había dicho Guillermo, José bajó de inmediato al departamento de recursos humanos y dio la orden.

Ivonne no esperó que la llevaran a la planta superior. Federico le dijo que trabajaría en el departamento de traducción del piso cincuenta. Sin embargo, en ese momento, el ascensor le indicó que se dirigía al piso cien. La ansiedad se apoderó de su corazón hasta que vio a José.

—¿Qué haces aquí?

Una sensación de presentimiento se levantó en el corazón de Ivonne.

—Señora Landeros, resulta que el Señor Landeros necesita una asistente. Pensé que usted encajaría en el puesto, así que la trasladé al piso cien. —José sonrió.

Ivonne abrió los ojos. «¿Asistente? ¿Tengo que ser la asistente de ese tipo?».

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