Felicidad efímera romance Capítulo 16

—Hay un accidente en la calle Colina Sur. No habrá atascos si tomamos este camino y será más rápido. —El taxista la miró por el retrovisor mientras respondía con calma, no mostró ningún signo de sorpresa por el hecho de que ella se diera cuenta de que no iban por la ruta habitual.

Al ver que los rascacielos que se veían por la ventanilla eran cada vez más pequeños y la carretera cada vez más llena de baches, Ivonne agarró con fuerza su bolso.

—Señor, por favor, pare el auto un momento. Necesito comprar algo. —Sin embargo, el conductor parecía no haberla escuchado cuando siguió pisando el acelerador.

Ivonne sintió que estaba en peligro, entonces sacó el teléfono para llamar a la policía, para su consternación, estaban en un lugar tan apartado que su teléfono no tenía señal, sin otra opción, Ivonne tomó su bolso y se preparó para luchar.

Por desgracia, el conductor pareció darse cuenta de sus intenciones y de la nada, frenó en seco, empujándola hacia delante, Ivonne se golpeó contra el asiento de enfrente y se sintió mareada y confusa.

—¡P*ta! ¿No puedes quedarte quieta?

Ivonne se sintió mareada y su cuerpo empezó a flaquear, cuando recobró el sentido, dedujo que era la fragancia del auto lo que la debilitaba, puesto que su cuerpo flácido se apoyó en el asiento.

—¿Quién te ordenó hacer esto? —El conductor ignoró por completo su pregunta, él siguió conduciendo el auto hasta una zona oscura.

Decidida, Ivonne tomó de nuevo su bolso y lo lanzo directo a su cabeza con toda la energía que pudo reunir, era evidente que el conductor no esperaba que lo hiciera, entonces su agarre del volante se aflojó, haciendo que el auto se acercara cada vez más al precipicio.

—¡P*ta! ¿Tienes ganas de morir?

Justo entonces, una luz cegadora brilló desde lejos, el conductor agarró de inmediato el volante para intentar esquivar la farola, pero fue en vano, el auto se estrelló directo contra ella.

Ivonne, muy lista, abrió la puerta del auto y saltó con los ojos cerrados, sintiendo el impacto con las piedras de la carretera que le arañaron las manos y las rodillas, quedando tendida en el suelo, incapaz de recobrar el sentido por el insoportable dolor que sentía en las extremidades.

—Sebastián, ¿adónde vas? —Sergio Bonilla observó cómo Sebastián detenía el auto y se precipitaba hacia una mujer.

Sergio nunca había visto a Sebastián tan asustado.

—¿Estás bien? —Una voz llena de preocupación sonó por encima de su cabeza. Aguantando el dolor, Ivonne levantó la cabeza y miró al hombre que tenía delante.

—Eres tú...

Era el compañero de la cita a ciegas de Ana.

—¿Te acuerdas de mí? —La alegría brilló en los ojos de Sebastián antes de dirigir su mirada a las rodillas heridas de Ivonne.

—¿Cómo estás? ¿Estás bien?

—¡No tan mal! —Ivonne se sintió aliviada de lograr escapar.

Ivonne sintió que se le entumecían las piernas, ya no podía decir si sentía dolor, lo importante es que llevaba un traje con pantalones largos y cuando saltó del auto, amortiguaron el golpe raspándose por la fuerte fricción de la caída, dejando al descubierto las rodillas ensangrentadas.

—La policía tiene noticias. El hombre que intentó secuestrarte quería hacerte algo inapropiado después de ver lo hermosa que eres.

Ivonne no había esperado que el agresor asumiera toda la culpa tan fácil, por lo que parecía, había subestimado al autor intelectual del incidente, después de salir del hospital con sus medicamentos se dirigieron a su casa, en cuanto llegaron, Ivonne se desabrochó el cinturón de seguridad, no podía evitar pensar en todo lo que había ocurrido aquella noche aterradora.

Al mismo tiempo, sintió como si le hubieran dado una nueva oportunidad en la vida.

—Gracias por lo de hoy. Si no hubiera sido por ti, mi cuerpo ya habría sido arrojado al desierto.

—¿Qué tal si me invitas a comer la próxima vez? —Sebastián no tuvo el menor reparo.

—Claro. Puedes decidir el lugar. Yo invito. —Después de todo, era natural que lo invitara a comer después de que salvara su vida, aunque, por alguna razón, Ivonne tenía la sensación de que Sebastián se había enamorado de verdad de ella y dudó sobre si debía o no decirle a Sebastián que ella no era Ana.

La voz de Sebastián rompió el silencio.

—Muy bien, se hace tarde. Vete a descansar, sólo acuérdate de tomar la medicación.

—Oh... Claro. ¡Adiós! —Tomando los medicamentos en sus manos, Ivonne se dirigió hacia arriba, se tomó sus medicamentos y se preparó para dormir, sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el sonido de la puerta abriéndose llamara su atención.

Ivonne frunció el ceño, en cuanto abrió los ojos, vio a un hombre que entraba dando tumbos, pudo observar como la luz de la luna le iluminaba la cara, era una silueta inconfundible, sabía que era Jonathan.

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