Felicidad efímera romance Capítulo 17

«¿Cómo entró aquí?». Justo cuando Ivonne se levantó para prepararse a echarlo, Jonathan se acercó y la agarró por la cintura, en ese instante su cuerpo ardiente se apretó contra el de ella.

—Fuiste tú, ¿verdad? —Jonathan había bebido algo de licor, en ese momento, sintió que su cuerpo ardía, entre sus pensamientos más lúcidos sabía que algo no iba bien.

No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí, lo único que sabía era que cuanto más tiempo pasaba con Ximena, más sentía que era diferente de la mujer con la que se había acostado la otra noche, sin embargo, no pudo encontrar ninguna otra pista.

Ximena era la dueña de aquella casa, en el caso de José ya la había visto entrar y salir del lugar en múltiples ocasiones, puesto que él también sabía hacer traducciones.

Cuando trato de hacer memoria Jonathan recordó que, cuando se despertó aquel día, se veían trabajos de traducción por toda la casa, sin embargo, cada vez que Ximena se acercaba a él, sólo sentía asco y su insomnio había vuelto a empeorar en los últimos días, ya que después de aquella otra noche que había dormido bien, no había logrado pegar un ojo.

Sin embargo, en ese momento, Jonathan se dio cuenta de que la mujer que tenía adelante era diferente, ella tenía un aroma que le era familiar, era sin duda el mismo olor que el de la mujer con la que se había acostado la otra noche, y estaba seguro de que ese aroma era diferente al que tenía el cuerpo de Ximena.

Jonathan sin saber que hacer abrazó con fuerza a la mujer que tenía adelante, temiendo que huyera.

—¡No te vayas! —La palma de la mano le ardía, pero no había empleado mucha fuerza, por consiguiente, con ese pequeño esfuerzo, Ivonne consiguió zafarse de sus brazos. «¿Cree que soy Ximena?».

—¡Jonathan! Mírame bien. Te equivocas de persona. —Ivonne se estaba irritando un poco.

El cuerpo de Jonathan ardía, estaba tan confundido que sólo podía escuchar una voz suave en sus oídos, como si la voz suave pudiera consolarlo y calmarlo, era la misma voz de mujer de aquella noche, entonces intentó abrir los ojos, pero por más que lo quería, no lo conseguía.

Ivonne empezaba a preocuparse, por ello sacó un termómetro y le midió la temperatura corporal, en los minutos siguientes se sorprendió al comprobar que su temperatura se elevaba a treinta y ocho grados centígrados.

De pronto pensó que se encontraban en su casa, si algo le ocurría mientras estaba allí, ella tendría que asumir la responsabilidad, además, Guillermo había sido muy amable con Jonathan, entonces si algo le ocurría, a Guillermo se le rompería el corazón.

Después de dudar un largo rato, Ivonne miró al hombre que estaba en su cama, aunque no era una persona muy agradable, el hombre la había considerado durante los últimos tres años.

Nunca se había ocupado de alguien con fiebre, por lo que no sabía la forma de ayudarlo, por lo tanto, rápido intentó buscar en Internet, pero todos los remedios que probaba parecían no surtir efecto, en cambio, el cuerpo de Jonathan estaba cada vez más caliente.

Al final, Ivonne pensó en Ana, quien había estudiado medicina, aunque era especialista en andrología, ella pensaba que debería saber qué hacer con la fiebre.

—Ana, ¿qué pasaría si le pasara a un hombre?

—Eso depende. Si la dosis es demasiado alta y el hombre no consigue hacer sus necesidades, podría morir de repente o volverse impotente... —De repente, Jonathan agarró la muñeca de Ivonne, por sorpresa, el teléfono se le escapó de las manos y cayó al suelo, pero aún se lograba escuchar la voz de Ana.

En un abrir y cerrar de ojos, ella estaba apretada contra la cama con el cuerpo de él sobre el de ella.

—¿Qué haces? Suéltame. —Recordó lo que había dicho Ana, pero se negó a ser su «antídoto».

En ese momento, Jonathan era como un lobo hambriento, él no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, entonces los dos estaban casi pegados el uno al otro, él encima y ella debajo, por lo tanto, Ivonne sólo podía sentir el calor de su cuerpo quemándole la piel y el pánico empezó a invadirla.

—¡Jonathan, te lo advierto! Si te atreves a intimidarme, te romperé la cabeza.

De repente, Jonathan bajó la cabeza y se acercó a su cuello, su aliento caliente cubrió su piel, era como si quisiera tragársela entera en el segundo siguiente.

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