—¡Mesero, quiero un plato de langosta! —gritó un chico.
Al poco rato, un mesero le sirvió un plato de langosta, el chico la cortó y peló con destreza en trozos del tamaño de un bocado, listos para comer. Sebastián notó que la garganta de Ivonne se movía como si hubiera tragado algo. «Supongo que a las chicas les gusta este tipo de comida». Sebastián nunca había salido con una mujer. Ivonne era la primera.
En silencio, volvió a mirar el menú, en cuanto pidieron los platos se sirvieron rápido, tanto que Ivonne se sorprendió ante el plato de langosta que tenía delante y miró a Sebastián con fijeza, ella nunca espero que fueran tan grandes, pero no dejó que Sebastián tuviera la oportunidad de cortar y pelar la langosta, de pronto jalo el plato hacia ella, la peló de prisa y se la llevó a la boca.
—No tienes que apresurarte. —La mirada de Sebastián se suavizó ante ella. Sólo con mirarla, se le había quitado el apetito.
—Ah, claro, escuché que el delincuente que te secuestró la última vez recibió una paliza en el centro de detención. La policía incluso encontró algunos casos de asesinato a su nombre, por ello no tendrá oportunidad de volver a integrarse a la sociedad. —Sebastián se refería al taxista.
La noticia sorprendió a Ivonne.
—¿De dónde escuchaste eso? «¿No es profesor en una universidad? ¿Por qué parece que está cerca de la policía? Hasta el hospital parece su casa».
—Lo escuché por ahí. —Sebastián le lanzó una sonrisa tímida. «Quería ser sincero con ella, pero no era el momento adecuado. Mi carrera... No sé si se mantendrá alejada de mí como las demás cuando se entere. Tal vez se lo diga la próxima vez».
A mitad de la comida, Sebastián recibió una llamada de su trabajo, que tenía que estar de guardia veinticuatro horas, no importaba dónde estuviera, tenía que correr a la escena cuando recibía una tarea.
—Lo siento. Tengo una urgencia, así que quizá no pueda enviarte al hospital.
—No te preocupes. —Ivonne vio como salía por la puerta principal. «¿Los estudiantes universitarios tienen cursos profesionales por las noches en estos días? Que lamentable».
—Señora Landeros, el Señor Landeros estaba preocupado por el estado de salud de su madre, así que vino a visitarla sin avisarle de antemano. Por favor, no se enfade. Todos estos son regalos del Señor Landeros. —Los paquetes de suplementos estaban apilados por toda la habitación, sin dejar sitio para estar de pie.
«¿Visita? ¡Mamá no estaría en ese estado si no fuera por él! ¡Él es el culpable de todo esto!».
—No los necesitamos. Pueden retirarlo todo. Él y yo no somos tan cercanos.
La mirada de Jonathan se volvió dura.
—¿No somos tan cercanos? Parece que estás bastante cerca de Sebastián.
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