Felicidad efímera romance Capítulo 37

Ximena estaba ensimismada en sus pensamientos cuando le informaron de la repentina y horrible noticia. «¿Cómo iba yo a saber Astoriano?». Aunque pudiera fingir su dominio del idioma a través de los documentos y textos, sus habilidades comunicativas serían descubiertas de inmediato. «¿Podría Jonathan descubrir algo y me está poniendo a prueba?». Ximena echó un vistazo a los documentos que tenía adelante y no reconoció ni una palabra del grueso montón.

—¿A qué hora es el vuelo de este señor?

—Es la Señora Renata, Señorita Garduño. Es la mayor comerciante de Astoria. Escuché que ya está en Colinas del Valle, aunque nadie puede atestiguarlo porque nadie la vio llegar. Escuché que tiene un carácter peculiar y que no muchas mujeres obtienen su aprobación. —La colega se mostró incrédula. «Incluso yo reconozco algunas palabras. Es imposible que Ximena ni siquiera pudiera discernir el género del comerciante, dada su pericia en el idioma».

—Lo siento. Anoche no pegué ojo y tengo la mente un poco confusa. Ten la seguridad de que yo me ocuparé de los documentos lo antes posible.

La otra mujer no se atrevió a decir nada más, ya que la identidad de Ximena dentro de la empresa era bien conocida, además, su actitud era razonable de forma amistosa, sin embargo, Ximena sintió que estaba en una situación complicada donde su reputación estaba en juego, pues todos sabían que era la única persona en toda la empresa que hablaba el idioma.

Aunque pudiera traducir todo el documento, seguiría teniendo problemas de comunicación, entonces Ximena realizó una rápida búsqueda de aquella mujer en internet y encontró muchas malas críticas. La mayoría hablaban de su extraño temperamento, que hacía difícil acercarse a ella, por lo tanto, Ximena se quedó mirando la información que tenía en las manos, consciente de que no iba a conseguir el cliente.

Fue entonces cuando Ximena decidió tomar una medida audaz, aprovechó para desmayarse de camino a la estantería.

—¡Oh por Dios, la Señora Garduño se desmayó! Llamen a una ambulancia.

Ximena había sobornado al médico que supervisaba su caso y le había hecho informar a José de su estado siguiendo sus instrucciones. La profunda mirada de Jonathan no se inmuto cuando José le informó del asunto.

—La Señora Garduño apenas si hace algo a diario —comentó José a su pesar—. ¿Cómo pudo desmayarse de cansancio? ¿Qué extraño?

Ximena no era muy capaz y no había conseguido nada importante desde que se incorporó al departamento de traducción, según las observaciones de sus subordinados, llegaba tarde al trabajo todos los días, se pasaba el tiempo viendo la televisión, haciendo llamadas personales al llegar a la oficina y a veces, incluso desaparecía después de comer.

Debido a su relación con Jonathan, nadie se atrevía a decir nada, ya que el propio jefe estaba dispuesto a mantenerla ahí con esos privilegios.

—Que descanse bien, ya que está tan cansada. —Jonathan le dio unas excepcionales vacaciones largas para que pudiera recuperarse.

Ivonne llegó a casa, pero no pudo abrir la puerta.

—¿Qué haces? ¿Intentas entrar a plena luz del día? —La puerta se abrió y salió una mujer mayor, lanzándole a Ivonne una mirada curiosa que ella correspondió.

—¿Quién es usted? «¿Por qué hay una mujer extraña en pijama en mi casa?».

—Usted debe de ser la inquilina anterior a mí. Bueno, la casera tenía prisa por vender su casa ya que necesitaba fondos, así que compré este lugar hace varios días. Esta casa es mía porque firmamos los papeles y ya pagué. Por cierto, dejé todas sus pertenencias con los guardias.

Ivonne no esperaba que Ximena vendiera la casa, la intento llamar muchas veces antes de que al final contestara.

—Está previsto demoler la casa. No tiene sentido conservarla, así que la vendí, aunque no valía mucho. Sólo la vendí en un cuarto de millón. Si te falta dinero, te puedo transferir.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Felicidad efímera