Pensaba marcharse después de encontrar su libro, pero la puerta del despacho de su abuelo se abrió de improviso, como no esperaba encontrar allí a Ivonne, la había confundido con un ladrón.
—Tu abuelo me invito. Suéltame.
A ella le dolía mucho, pero el hombre que la tenía agarrada por la muñeca se negaba a soltarla, él hacía uso de su fuerza sin darse cuenta de la severidad de su agarre. Se preguntó si era así como sujetaba la mano de Ximena.
Jonathan la miró con las cejas fruncidas y pareció recordar algo.
—¿No está curada tu herida?
—Ya está curada. Gracias por tus pensamientos y tu generosa preocupación. —Mientras hablaba, alargó la mano para apartarlo. Sentía que la espalda empezaba a dolerle de nuevo tras su gesto brusco. «Nunca nada sale bien cuando me encuentro con Jonathan».
Para entonces el cielo estaba en completa oscuridad, Ivonne había visto antes el pronóstico del tiempo con Guillermo, que predecía una tormenta más tarde esa noche, por ello intento salir de la casa.
Jonathan recordó entonces el aroma agradable del principio y el cómo desapareció un instante después, todo fue tan rápido que tardó menos de un segundo, ese día del incidente ella llevaba una falda blanca que Jonathan miró y notó una mancha de sangre que empapaba su espalda hasta la parte baja.
«¿Cómo se curó tan rápido?». Jonathan se acercó y la agarró de la muñeca. Luego la levantó con habilidad por la cintura, a pesar de no haber cargado nunca a nadie más, sentía una reconfortante familiaridad cada vez que la sostenía, por alguna razón.
—¿Qué haces, Jonathan? —Ivonne se sorprendió, sin saber qué estaba haciendo Jonathan. «Quiero llegar antes a casa, pero él no me da ninguna oportunidad para poderme ir».
—Cierra la boca si no quieres despertar al abuelo —dijo Jonathan con frialdad.
Ivonne lo fulminó con la mirada por sus palabras amenazantes.
—Quiero irme a casa. Suéltame de una vez.
—¿Intentas demostrar al mundo que los Landeros abusamos de ti dejándote aquí herida de esta manera?
«¿Así de herida?». Ivonne se tocó la espalda y encontró manchas de sangre húmeda en su mano, «si no hubiera sido por él y su estúpido movimiento, ya se habría formado una costra».
—¡Todo esto es culpa tuya! ¡No me habría hecho daño de no ser por ti!
Ivonne se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer y alargó la mano para quitarle el hisopo con alcohol.
—Vete, fuera. Lo haré yo misma.
—¿Puedes ver detrás de ti?
Ivonne lo fulminó con la mirada, ya que despreciaba que le hablaran con desprecio. Aunque su espalda era difícil de tratar, cada célula de su cuerpo parecía rechazar la perspectiva de que él tratara su herida.
—Llama a la Señora López.
Jonathan la miró y se dio cuenta de que tenía la herida en la espalda. Entrecerró los ojos y se dispuso a curarla cuando de pronto se dio cuenta de que había perdido la compostura antes de levantarse para convocar a María.
Ivonne suspiró. Hacía tres años que no pisaba aquella habitación y era la primera vez que estaba allí, miró a su alrededor y se fijó en las cortinas y las sábanas del mismo tema de color negro. «Parece tener debilidad por el color negro».
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