Haciéndolo mío romance Capítulo 41

Pude ver con claridad la ira en los ojos de Josué, quien estaba parado cerca de mí. Sin embargo, no se atrevió a decir nada ante la presencia de Miguel. En ese momento, me di cuenta de que en realidad era un cobarde. 

La mirada de Miguel cayó sobre Josué. Después, puso un brazo alrededor de mí, caminó hacia él y lo miró con indiferencia. 

—Qué coincidencia, señor Centeno. Parece que cada que nos vemos lo encuentro molestando a mi mujer. 

La voz de Miguel era fría al hablar con Josué y su semblante atractivo carecía de expresión. Por algún motivo, sentí que ese lado de él daba una sensación de opresión. Desde que Josué se percató de la presencia de Miguel, lucía un poco nervioso. Y ahora que lo había escuchado, parecía estarlo aún más. Su aura imponente que tenía al hablarme hace un momento había desaparecido y ahora lucía débil. No pude evitar menospreciarlo por dentro.  

«¡Ja! Hace un momento se comportaba petulante, pero ahora ni siquiera tiene las agallas de decir algo frente a Miguel. ¡No sabía que era tan cobarde!» 

—Todo esto es un malentendido, señor Sosa. Hay algunos asuntos que Andrea y yo tenemos que resolver, así que la busqué hoy para hablar. 

Josué miró a Miguel con aprensión. Sus palabras me causaron repugnancia.  

«¡Dios mío! Claramente me estaba molestando hace un momento, asegurando que soy yo a quien ama. Ahora que Miguel está aquí, no se atreve a admitirlo. ¿Dónde está esa actitud dominante de antes?» 

—No tenemos nada de qué hablar, Josué Centeno. Ya no me molestes, por favor. Ahora que sabes que soy la mujer de Miguel, no estarás esperando a que regresé contigo ¿cierto?  

Salí de los brazos de Miguel y caminé hacia Josué para fulminarlo con la mirada, sin emoción en mis palabras. En cuanto hablé, Josué le lanzó una mirada nerviosa a Miguel y después volvió a observarme.  

—Andrea, creo que me has malentendido. No es lo que quise decir. Solo quiero resolver el conflicto entre nosotros. No quiero que me odies —dijo con un tono bastante frenético. Negó todo lo que había dicho antes, pero no esperaba menos de él. No pude evitar burlarme por dentro al observar su expresión nerviosa. «Vaya, vaya... ¡Él es realmente aborrecible! Solo han pasado unos minutos desde que me dijo todo eso ¡y ahora lo está negando! Como era de esperarse, ¡retracta sus propias palabras en un instante!» 

—Ah, ¿en serio? Entonces, ¿por qué me abrazaste a pesar de mis protestas hace un momento? Y ¿qué quieres decir con que yo soy la persona a quien amas? ¡Eres un cobarde, Josué! No te atreves a admitir lo que dijiste antes ¿eh? ¿Sabes lo repugnante que eres en este momento? 

Tenía el ceño fruncido mientras lo miraba con desdén. «¡No es nada más que un cobarde! ¡De verdad no sé por qué he estado tan cegada en los últimos 7 años como para enamorarme de un hombre así!» 

Al escuchar eso, la expresión de Josué se volvió sombría. Sus ojos brillaban con una ira débil mientras me miraba, pero no se atrevió a decir nada pues Michael estaba presente. Luego de decir eso, me sentí mucho mejor al instante y mi furia reprimida se disipó.  

Ahora que Miguel estaba aquí, Josué no se atreví a hacerme nada, sin importar lo que le dijera. Es por eso que tuve las agallas de darle voz al resentimiento que llevaba conmigo todo este tiempo. Quizás seguiría preocupada de que molestara si Miguel no estuviera presente, pero al observar su cobardía, decidí sacarlo todo porque sabía que no se atrevería a contrarrestarme. 

—De verdad me has malinterpretado, Andrea. No es eso lo que quise decir... 

Luego de que Josué observara a Miguel, quien tenía una expresión cada vez más seria, su mirada se volvió más frenética. 

—¿Josué Centeno te está molestando? 

—Sí —respondí en un tono suave, sin mucha emoción. 

—¿Lo quieres? 

—No. Ahora solo siento repugnancia hacia él —respondí sin dudarlo mientras observaba el perfil de Miguel.  

Ahora había visto la verdadera identidad de Josué y entendí el tipo de hombre que era, así que me sentí afortunada de no haberme casado con él. Miguel no dijo nada ante mi respuesta, pero pude percibir una ligera sonrisa en sus labios. 

Miguel manejó bastante rápido, así que llegamos a la mansión en unos 10 minutos. Era mi primera vez en un lugar así. Aunque nunca había estado ahí, sabía que era una zona residencial renombrada y adinerada. 

Observé la enorme mansión después de salir del auto y grité por dentro ante la riqueza de Miguel. Antes de que pudiera terminar de admirar la vista, Miguel me arrastró dentro de su mansión. En cuanto puse un pie dentro de la casa, la decoración resplandeciente me dejó pasmada. Me quedé boquiabierta al ver el enorme candelabro de cristal en la sala. Una vez, vi en una revista que un candelabro cuesta mínimo cientos de miles, lo cual era equivalente a los ahorros de la vida de una persona normal. 

«Sí que hay una diferencia enorme entre las personas con diferentes caminos en la vida. ¡Miguel Sosa sí que es un hombre de envidiar!» 

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