—¿Es necesario que sigas fingiendo ignorancia en frente de mí, Andrea? Antes de que te asociaras con Raúl Valdez, tú tenías mucha más emoción en la cama conmigo; pero ahora que estás saliendo con otro hombre, has empezado a resistirte, ¿eh?
El tono de voz de Miguel se amargó y el deseo que una vez había en sus ojos se había desvanecido sin dejar rastro. No pude percibir ninguna emoción en sus ojos en ese momento mientras mantenía su mirada sobre mí.
Mi ira se disparó al cielo debido a la constante mención de Raúl.
«¿Qué demonios le pasa? ¿De qué manera lo ha ofendido Raúl? Además, nada había pasado entre Raúl y yo, ¡por lo que no tiene derecho de menospreciarme de esta manera!»
—Miguel Sosa, déjame decirte una cosa. Mi relación con Raúl no es sucia como tú te lo te lo imaginas. Nosotros salimos con el matrimonio como nuestra meta, ¡a diferencia de mi relación de amigos con derechos contigo!
Lo miré con escarnio mientras que fruncía el ceño por estar molesta e indignada.
—Oh, Ahora lo defiendes, ¿eh? ¡Andrea, que no se te olvide que tú sigues siendo mi mujer por medio año y empezando desde hoy!
Los hombres siempre habían sido creaturas posesivas, en especial cuando se trataba de dos hombres peleando por la misma mujer; ellos jamás se rendirían porque la naturaleza dominante se apoderaba de sus mentes.
No tenía nada con que contestar a pesar de mi ira, pues había acordado a su estipulación hace poco.
Al momento de darse cuenta de mi silencio, me volteó a ver para luego volver a estimularme; no obstante, mi excitación se había marchitado en su mayoría después de lo que tuvimos justo en ese momento, ya no podía sentir excitación a pesar de lo mucho que me tocaba con sus manos. Mi humor había sido arruinado por completo.
Él ya no era tan paciente como antes en esta ocasión. Empezó a coquetear sin mucha emoción al principio, pero luego fue directo al coito.
—¡Detente, Miguel! ¡Detente!
Quería alejarlo de mí y coloqué mis manos contra su pecho, pero él se puso encima de mí como una enorme roca que se negaba a moverse. Como respuesta a mi resistencia, él empezó a comportarse con mayor agresividad.
Así que tuve aguantar sus movimientos desenfrenados y él no se detuvo ni un poco sin importar cuán doloroso fuera para mí. Y en ese instante, pude darme cuenta de que yo no era más que un objeto para saciar sus deseos. A pesar de habernos conocido por tanto tiempo, él no sentía nada por mí; el único motivo por el que él me buscaba era nada más para satisfacer sus necesidades sexuales.
Media hora más tarde, por fin había acabado.
—¿Ya tuviste suficiente de mí? De ser así, me largo.
Me levanté y me acomodé mis prendas mientras que tenía que soportar el dolor entre mis piernas; yo ya no quería verlo ni un segundo más.
—¿Tienes tanta prisa en irte porque quieres ir a ver a Raúl Valdez?
Miguel permaneció recostado en la cama sin detenerme, pero me volví a enfadar por las palabras que acababa de decir.
Él había estado mencionado a Raúl una y otra vez desde que se conocieron el otro día, eso me hacía enojar muchísimo.
«Maldición, ¿qué tiene que ver mi relación con Raúl con él? ¿Por qué es tan persistente al respecto?»
—¿Qué acabas de decir? ¿Prepararte algo? ¿Por qué debería de cocinar para ti?
Giré mis ojos y me mantuve sentada en la cama sin mover un músculo.
«¿Ahora por qué debería de cocinar para él cuando me dejó echa un desastre? ¿Soy una persona tan fácil que haré lo que sea para satisfacerlo?»
—Si quieres puedes no hacerlo, pero entonces tú tampoco cenarás. De todos modos, no podrás irte hoy.
Él ya se había cambiado de ropa cuando había dicho eso y luego dejó el dormitorio sin mirar atrás, me dejó sola en la habitación.
Esperé por mucho tiempo, pero él nunca regresó.
«Que alguien me diga que él no planea hacerme morir de hambre en verdad.»
Cuando ese pensamiento cruzó mi menté, fui apoderada por el miedo de que algo fuera a pasar.
«Estaba tan enojada con Jaime esta tarde que ni siquiera había almorzado, ¡por lo que me moriré si tampoco ceno!»
Le di un vistazo rápido al vestidor en ese momento y luego me puse de pie. Eché un vistazo con cuidado a la puerta para estar segura de que él aún no había regresado y me infiltré en el vestidor. Al principio pensé que era un espacio pequeño, pero una vez que entré me percaté de lo enorme que era en realidad. De hecho, era incluso más espacioso que el dormitorio.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Haciéndolo mío