Haciéndolo mío romance Capítulo 70

Lavé los trastes y los guardé mientras que Miguel permanecía sentado en la mesa del comedor, viéndome con atención. Caminé hacia él y me le quedé viendo. Esperé un rato para luego murmurarle: 

—¿Por qué no me llevas a casa ahora que cenamos los dos?  

Para ser honesta, no quería que él me llevara a casa en lo más mínimo; no obstante, tampoco quería que alguna persona me viera e hiciera una especulación mientras caminara por las calles con su camisa.  

—¿Te dije que te podías ir hoy? Quédate aquí esta noche y te puedes ir mañana.  

En un principio creí que aceptaría en llevarme a casa, pero fui sorprendida cuando él no tenía planeado dejarme ir a ningún lado.  

—No, yo todavía tengo que ir a trabajar mañana en la mañana. Además, tengo algo importante que contarle a Natalia esta noche.  

«Debo decirle a Natalia sobre la conversación que tuve con ese pedazo de basura llamado Jaime Montoya el día de hoy, no permitiré que la siga lastimando. Esa escoria no merece su amor en lo más mínimo, ¡por lo que tengo que mostrarle su verdadera naturaleza lo antes posible para que así no pueda seguir engañada!» 

—Yo también voy a las oficinas mañana, así que yo te llevaré; y respecto a lo que quieres hacer con Natalia, se lo puedo decir mañana en la noche.  

A Miguel no le interesaba en lo más mínimo y no iba a ceder a mis palabras, a pesar de que estuviera ansiosa por contarle a Natalia sobre ese asunto.  

Estaba furiosa y lo miré fijamente.  

«¡Cielos, él siempre es tan dominante que no les da a las personas ni siquiera la oportunidad de negarse!» 

—¡Miguel Sosa! —estaba enfadada, así que pronuncié su nombre porque quería seguir discutiendo.  

—Es suficiente. ¿Por qué tienes tanta prisa si no es un asunto de vida o muerte? 

Su mirada se hizo más sombría cuando se percató que tenía prisa en irme, era claro que se estaba molestando ante lo insistente que fui.  

—¡Pero es algo que es muy importante que le diga! 

Estaba nerviosa cuando lo volteé a ver, yo estaba esperando que, por un momento, su conciencia reaccionara y permitiría que me fuera; sin embargo, la realidad comprobó que tuve unos estándares demasiado altos para él. No le importó un comino si tenía algo que hacer, a él solo le importaba si me iba a quedar la noche.  

—¿Tú crees que voy a llevarte en este preciso momento si sigues parloteando, Andrea?  

Miguel me miraba con irritación y con su ceño fruncido. Él se paró y empezó a caminar hacia mí; en ese momento, me invadió el pánico y retrocedí con rapidez. A pesar de que no podía esperar a irme, mi deseo de alejarme de él creció cuando recordé sus actos de prepotencia que cometió sobre mí esa tarde.  

Una vez más, decidí transigir; estaba decidida que le iba a contar a Natalia la verdad de Jaime mañana. Entonces me quedé la noche en la mansión de Miguel; en la mitad de la noche, él y yo no pudimos evitar terminar acariciándonos apasionadamente. Ese era el verdadero motivo por el que él me pidió que pasara la noche allí; mi relación con él, después de todo, solo se limitaba al contacto físico.  

Cuando me desperté a la mañana siguiente, él ya no estaba durmiendo a mi lado. Esa era la primera vez que pasamos toda noche juntos y, por alguna razón, no sentí ninguna incomodidad a pesar de que también era la primera vez que dormía con un hombre a mi lado; al contrario, tuve un sueño profundo. Sin embargo, me sentí un poco decepcionada cuando me percaté que él se había ido hace mucho mientras que yo seguía acostada en esa cama tan enorme en su dormitorio.  

Me puse su camisa y bajé al primer piso; para ese momento, la ama de casa ya había preparado el desayuno. Cuando ella me vio bajar por las escaleras, pude ver la sorpresa en sus ojos, pero pronto pasó y una sonrisa se dibujó en su rostro. Ella ya tenía muchos años de vida, por lo que es probable que no le había tomado mucho tiempo en poder averiguar lo que hice con Miguel esa noche. Cuando vi en sus ojos que comprendió lo ocurrido, me puse roja por la vergüenza y me apresuré hacia Miguel.  

Me senté del lado contrario a él y empecé a desayunar; no obstante, me sentí incómoda con la ama de casa parada a un lado. Había perdido mi apetito después de dar unos bocados a mi desayuno, pues en ese momento lo único que quería hacer era irme lo más pronto posible.  

Yo estaba decidida a pagárselo, a pesar de que no cabía duda en mí que el vestido era caro. Para ser honesta, yo era el tipo de persona que le desagradaba no devolverles el favor a las personas. Además, este vestido me lo dio él, y no me sentía muy cómoda aceptando regalos de él debido a nuestra relación.  

—Es un regalo de mi parte, por lo que no te pediré que me lo pagues de vuelta —contestó Miguel de manera relajada mientras mantenía una ceja arriba en forma de arco. 

—No, yo insisto. Nuestra relación no va más allá de amigos con derechos, por lo que tú no tienes por qué darme regalos.  

Fui deleitada al escuchar que este vestido era un regalo de su parte, pero la verdad es que no podía aceptarlo debido a nuestra relación. 

—Andrea, ¿estás segura de que me lo quieres pagar?  

Su rostro se ennegreció ante mis repetidas objeciones y, en su mirada, había un rastro de enojo.  

—¿Cómo puedo permitir que gastes dinero en mí o me compres cosas cuando ni siquiera estamos saliendo? ¿Entonces? ¿Cuánto costó este vestido? 

—El precio está en la caja, velo por tu cuenta.  

Su aspecto era ahora sombrío mientras que su rostro se llenaba de amargura.  

Yo ignoré cualquier cosa que él pudiera estar pensando y decidí abrir la caja una vez más para buscar el recibo de la compra; en el segundo que vi el precio indicado en el recibo, por poco me daba un ataque al corazón. Ahora estaba arrepentida por haber insistido a pagárselo de vuelta. 

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Haciéndolo mío