La venganza de un grande romance Capítulo 18

Bartolomé y Leila les preguntaron por el incidente durante la cena. Entonces, Penélope narró emocionada toda la historia con detalle. Los señores se angustiaron al escuchar la historia aunque ya estaba en el pasado. Estaban de acuerdo con Penélope y se sentían afortunados de que el antiguo líder de Nataniel estuviera por allí.

El Grupo Cruz se estableció rápidamente en los días siguientes. Penélope estaba casi lista para iniciar el proceso de demolición de la Villa Asiática.

Al mismo tiempo, Díaz puso a Nataniel al corriente de su descubrimiento.

La Sombra se había metido en una pelea de bar con unos cuantos maleantes. Se había golpeado la cabeza con un tubo de hierro y ahora estaba en coma en un hospital. Por lo tanto, no pudieron extraer ninguna información de éste. Nataniel dejó escapar un suspiro:

—Está bien. Tengo una idea aproximada de quién está detrás de esto. Espero que no me provoquen de nuevo, no me importa acabar con toda su familia. Además, envía algunos guardias para que vigilen a mi hija discretamente.

Díaz asintió con la cabeza:

—Sí, General.

Casa de la familia Sosa.

Alfredo desató su ira contra Samuel:

—¿Qué está pasando? Han pasado días y aún no sabemos nada de esos delincuentes. Penélope ya montó una nueva empresa y en cualquier momento va a derribar el Barrio.

Samuel estaba perdido, ya que había contratado a los delincuentes a través de «La Sombra» con la comisión de un millón. Sin embargo, no recibió ninguna noticia hasta que se enteró de que el hombre había sido ingresado en un hospital, entonces dejó escapar una sonrisa agria:

—Papá, no sabía que «La Sombra» fuera tan poco confiable.

—Es demasiado tarde para decir eso ahora. Penélope ya está iniciando el proyecto.

—Todavía no es demasiado tarde.

—¿Por qué? ¿Tienes otra idea? —Alfredo frunció las cejas, confundido.

—¡Considéralo como hecho!

Esa noche, Samuel se reunió con Dante en un club de entretenimiento. Huerta era un hombre fornido y de aspecto rudo y se adornaba con un enorme reloj de oro en la muñeca y una gruesa cadena de oro alrededor del cuello. Dejaba desabrochados dos botones de su camisa de flores para dejar al descubierto un tatuaje de nueve dragones en el pecho. Al escuchar el plan de Samuel, Dante le aseguró:

—Ah, eso es pan comido. Puedo hacerlo por diez millones.

Samuel apretó las cejas:

—¿No es un poco alto?

Dante lo miró de reojo:

—Señor Sosa, el pueblo está en Ciudad del Oeste. Es mi territorio, lo que significa que soy el único hombre que puede hacer este trabajo. Además, usted vino a mí primero, si se va sin hacer un trato, me hace perder el tiempo. Eso es algo que me molesta mucho, nunca dejo que la gente se salga con la suya.

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