La venganza de un grande romance Capítulo 32

Dante Huerta estaba aterrorizado por Nataniel Cruz y sus fuerzas, pero eso no cambiaba el hecho de que había acabado sin piedad con innumerables vidas. Aun así, estuvo a punto de enloquecer cuando Nataniel Cruz lo abofeteó, aunque el brillo malicioso de sus ojos desapareció tan rápido como llegó.

Se cubrió la cara con las manos y bajó la cabeza en silencio: «Bien, esta vez te dejaré salirte con la tuya. De todos modos, probablemente solo me condenen a tres años de cárcel por alterar el orden público». «Dentro de tres años volveré a perseguirte», pensó.

Los labios de Nataniel Cruz se curvaron hacia arriba mientras miraba a Dante Huerta:

—Déjame adivinar, ¿estás pensando en cómo vas a volver y asesinar a mi familia después de un par de años de cárcel por alterar el orden público?

Dante Huerta levantó la vista sorprendido, pero se negó a admitirlo:

—No me atrevería...

Nataniel Cruz miró fijamente a Dante Huerta y se burló:

—No importa si lo admites o no. Olvídate de tener alguna vez la oportunidad de hacerlo.

Dante Huerta se estremeció al oír esas palabras, como si hubiera llegado a comprender algo:

—¡Sé que eres rico y poderoso y todo eso, pero no puedes castigarme por asuntos privados delante de todos los presentes! —gritó desesperado.

De repente se dirigió a los trabajadores de Grupo Cruz y a los espectadores y gritó:

—¡Me está castigando por rencores privados! ¡Apresúrense y graben esto! Necesito que alguien sea mi testigo. ¡Quiere que muera por alterar el orden público! Si me pasa algo, ¡alguien tiene que buscar justicia para mí!

Nataniel Cruz miró a Dante Huerta, que seguía gritando como un payaso:

—¿Ya terminaste? —Dante Huerta se congeló, antes de lanzar una mirada asustada a Nataniel Cruz—. No quiero ni intentar contar el número de crímenes que has cometido a lo largo de los años. Probablemente sea suficiente para que te den la pena de muerte diez veces más. Lástima que hayas acabado en mis manos —explicó Nataniel Cruz con calma.

De repente, Nataniel Cruz interrumpió a la persona que hablaba por teléfono:

—Muy bien, basta. Todo esto es suficiente para mandarlo al infierno.

Dante Huerta se quedó sin huesos y se desplomó en el suelo con un fuerte golpe, se volvió hacia Nataniel Cruz y suplicó piedad como un animal moribundo:

—Por favor, déjame ir...

Nataniel Cruz se limitó a burlarse y pronunció:

—¿Por qué no le dices eso al propio Hades?

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