Los médicos acababan de terminar de remendar la herida de la cabeza de José Miranda en el hospital y el matrimonio Sosa y algunos de los ayudantes de José Miranda estaban a un lado, encogidos de miedo.
José Miranda nunca había sido tan humillado en su vida y si el público se enteraba de que un desempleado le había roto una botella en la cabeza, su reputación quedaría arruinada para siempre.
De repente, un hombre con un traje Armani irrumpió en la sala junto con algunos de sus subordinados, era Jonathan Moreno, el joven dueño del Hotel Juno.
Resulta que Jonathan Moreno había entrado en pánico cuando se enteró de que José Miranda había recibido una paliza entre las paredes de dicho lugar, así que se apresuró a visitarlo. Lo último que quería era que él empezara a culpar al hotel. Pero, por desgracia, José Miranda seguía furioso cuando éste entró:
—Señor Moreno, ¿cómo va a compensarme por esto?
—Señor Miranda, por favor, cálmese. Ya tengo los antecedentes de Nataniel Cruz —dijo Jonathan Moreno apresuradamente.
—En efecto, era un pobre soldado, pero también resultó ser el salvador de Tomás Dávila. Éste último le llama «Jefe» y le proporciona toda la ayuda que necesita. Creo que fue éste quien pidió a Soler y Juan que ayudaran a ese hombre.
José Miranda frunció el ceño al escuchar las palabras de Jonathan Moreno:
—¿Tomás Dávila?
Los Sosa también intervinieron:
—Así es, Nataniel Cruz no es nada por sí mismo. Resulta que está en buenas relaciones con Tomás Dávila, del Distrito Este, así que debe haber sido él quien envió a esas dos personas a ayudarlo.
En los ojos de José Miranda parpadeó una llama furiosa:
—Parece que ese tipo depende de Tomás Dávila.
—Señor Miranda, puede que Tomás Dávila sea un novato en lo clandestino de Ciudad Fortaleza, ¡pero sí que da miedo! —exclamó Mario Sosa
—Así es. Uno de nuestros hombres incluso recibió una paliza de sus subordinados en el Palacio de las Nubes. Es demasiado arriesgado meterse en sus asuntos, así que desistamos, Señor Miranda —sugirió Míriam Sosa.
José Miranda se burló:
—¿Qué le hace pensar a Tomás Dávila que puede ser tan fanfarrón delante de mí? ¡Me desharé de Nataniel Cruz cueste lo que cueste! Será mejor que Tomás Dávila no intervenga en esto. Si se atreve a meterse en mis planes, no dudaré en arrastrarlo a él también.
—Asumo toda la responsabilidad de este incidente, señor Miranda —se disculpó Jonathan Moreno.
—Puedo ayudarle a deshacerse de Nataniel Cruz si puede evitar que Tomás Dávila le envíe ayuda.
—Miranda se estaba descontrolando, así que envié a alguien para que trajera una botella de La Romanee-Conti auténtica para que se callara.
Penélope Sosa supuso que fue Tomás Dávila quien les ayudó. Le dedicó una sonrisa tensa y suspiró:
—Sé que esta vez le has dado una lección, pero ahora que lo hemos enfadado al máximo, de ahora en adelante solo vamos a sufrir.
—¿Y qué? No creo que sea digno de mi atención —confesó Nataniel Cruz.
Penélope Sosa suspiró:
—Su patrimonio es de muchos millones y trabaja tanto en el mercado convencional como en el clandestino. También tiene una amplia red de contactos. Todos los ricos de Ciudad Fortaleza se toman muy en serio sus palabras, así que si se niega a invertir en Grupo Cruz, estamos perdidos.
Nataniel Cruz sonrió ligeramente:
—No te preocupes. Él no es el que manda entre los aristócratas de Ciudad Fortaleza. Solo confía en mí. Nuestra empresa se verá inundada de inversores que rogarán por patrocinarnos dentro de solo tres días.
Penélope Sosa no pudo evitar preguntarse si Nataniel Cruz había subestimado la ira de José Miranda y sintió el impulso de decirle que reaccionara, pero no se atrevió a regañar a su marido. Suspirando, empezó a considerar la posibilidad de pedir un préstamo al banco, pero de no poder conseguirlo, no le quedaría más remedio que tragarse su orgullo y pedir ayuda a los Sosa.
Ella pensaba que aunque éstos la habían echado de la familia, probablemente aceptarían invertir en su empresa para obtener beneficios. Sin embargo, conociendo la forma de hacer las cosas de su abuelo y su tío, seguro que le pondrían una serie de condiciones estrictas si volvía a pedirles ayuda.
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