La venganza de un grande romance Capítulo 46

Mirando a los dos hombres que tenía delante, la furia se apoderó de Nataniel. Golpeó la mesa con la mano y rugió:

—De rodillas.

¡Tras! ¡Tras!

Totalmente sorprendidos por los gritos de Nataniel, Jonathan y David cayeron de rodillas inmediatamente. Penélope se quedó boquiabierta al contemplar sorprendida la escena que tenía ante sí. Uno de ellos era el joven dueño de los Hoteles Juno, mientras que el otro era el gerente del Banco Fortaleza.

Por lo que ella sabía, estos dos hombres eran personas influyentes en la ciudad, sin embargo, con una sola palabra de Nataniel, se habían arrodillado ante él. Los dos estaban avergonzados por su respuesta automática a su orden y sus rostros mostraban una expresión de desilusión mientras se miraban disimuladamente de reojo.

Cuando Jonathan cayó de rodillas, pensó que se moriría de vergüenza. Para su sorpresa, el viejo golpeado que estaba a su lado también se había puesto de rodillas y parpadeando, pensó para sí mismo: «¿Eh? El Señor Cruz quería que me arrodillara. ¿Por qué se arrodilla él también?»

David compartió los mismos pensamientos: «¡Oye!, mocoso, eres muy leal».

Aunque cada uno estaba sorprendido por el motivo por el que el otro se arrodillaba, también se sintieron aliviados por el acto. Al fin y al cabo, como se trataba de un momento vergonzoso para ambos, ninguno de ellos dejaría que se filtrara la noticia.

La voz de Nataniel era fría cuando preguntó:

—¿Ahora reconocen sus errores?

—Sí. —Los hombres respondieron a coro antes de mirarse el uno al otro, pero como dos estudiantes que se pelean por responder a la pregunta del profesor, había un ligero rastro de rencor en sus ojos.

Nataniel preguntó:

—¿Qué hicieron mal?

—¡Te compensaré! Ya he encargado un Rolls-Royce. Cuando llegue, te lo entregaré personalmente. —Destruir un BMW pero compensar con un Rolls-Royce era más que suficiente para demostrar su sinceridad.

Al darse cuenta, David habló rápidamente:

—Señor Cruz, Señora Sosa, yo también sé que me equivoqué. No debería haber hecho comentarios tan groseros a la Señora Sosa, ni haber intentado ir a por alguien que está por encima de mi rango como ella. Me equivoqué. Por favor, Señor Cruz, ¡tenga piedad de este viejo perro!

Mientras hablaba, empezó a golpearse con dureza como castigo y Jonathan solo pudo mirar al anciano con una mirada de sorpresa que se convirtió en una de respeto a regañadientes: «Realmente no se está conteniendo, ¿verdad?» Pues, David, cuya cara ya estaba hinchada por la paliza anterior, se estaba abofeteando con tanta fuerza que la sangre le salía por la comisura de los labios. Sin embargo, no se atrevía a parar sin el permiso de Nataniel.

Penélope era una mujer bondadosa en el fondo y no era de las que no razonan y al ver que David y Jonathan ya estaban arrodillados mientras pedían clemencia, giró la cabeza y le susurró a Nataniel:

—¿Qué tal si los dejamos ir?

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de un grande