La venganza de un grande romance Capítulo 48

Penélope frunció el ceño mientras preguntaba:

—¿De verdad estás aquí para invertir en nuestra empresa?

Samuel se rio mientras respondía:

—¡Por supuesto! ¿Para qué otra cosa podríamos estar aquí?

Todavía desconfiada, su tono fue cauteloso al preguntar:

—¿Cuánto piensan invertir y cuáles son las condiciones?

Una estruendosa carcajada escapó de los labios del hombre.

—Siempre me ha gustado hacer negocios con gente tan directa como tú. No te distraes ni un momento… He investigado sobre su empresa y sé que quieres completar el proyecto del Centro de Comercio de Oriente, y teniendo en cuenta el anticipo y otros gastos, necesitarás al menos quinientos millones. Debes saber que quinientos millones no es precisamente una cifra pequeña, pero tampoco es una cantidad que la familia Sosa no pueda permitirse.

Penélope se quedó visiblemente sorprendida por sus palabras:

—¿Quieres invertir quinientos millones en nosotros?

Samuel sonrió:

—Sí.

Quinientos millones era exactamente la cantidad que Grupo Cruz necesitaba para el proyecto. Si Samuel realmente quería invertir en ellos ahora, serían unos fondos muy necesarios. Sin embargo, ella sabía que la familia Sosa nunca sería tan amable como para ayudarla en sus horas de necesidad. Así, mirándolo fijamente, pronunció sus siguientes palabras con cuidado:

—Qué generoso es usted, señor Sosa. Pero tal vez deberíamos discutir primero sus condiciones; me preocupa que no pueda aceptarlas.

—¡Exactamente! Intentamos ayudarles, no sean tan desagradecidos.

Sus palabras habían dejado a Penélope sin palabras.

Por desgracia, no se equivocaba y tuvo que admitir la fría y dura verdad para sí misma: su empresa estaba en una situación desesperada. Sin su dinero, no podría continuar con el proyecto, ya que los gastos eran demasiado elevados, el cual además, era uno de los más importantes de la ciudad. Si había un retraso o si estropeaban la construcción, las consecuencias serían terribles.

En todo caso, las condiciones que pedían los Sosa eran demasiado exigentes. El noventa por ciento de los beneficios era mucho y, si aceptaba, el Grupo Cruz habría hecho todo ese trabajo a cambio de apenas nada. Prácticamente habrían realizado un trabajo gratuito. Entonces, respirando profundamente, suspiró:

—Señor Sosa, sus condiciones son demasiado duras. No puedo aceptar que se quede con el noventa por ciento de los beneficios. Si usted invirtiera quinientos millones en nosotros, lo máximo que podría darle es el sesenta por ciento de los beneficios.

Samuel señaló con un dedo a uno de los hombres que estaban detrás de él, sin molestarse en girar la cabeza. El subordinado sacó rápidamente un contrato del maletín que llevaba, antes de entregárselo a su jefe, y como si arrojara dinero a un mendigo, Samuel aventó el contrato al suelo ante los pies de Nataniel y Penélope. Su voz era tranquila mientras pronunciaba:

—Si firman el contrato ahora, aún puedo dejarles el diez por ciento. Sin embargo, si insisten en ser tercos, sin firmarlo hoy, solo les daré el cinco por ciento mañana. Sé que no han encontrado a nadie dispuesto a invertir en ustedes y que tu solicitud de préstamo fue rechazada. En toda Ciudad Fortaleza, solo yo estoy dispuesto a salvarte ahora. La elección es tuya.

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