Mirando el contrato en el suelo, Penélope se mordió el labio mientras discutía consigo misma: Si no firmaba el contrato, el proyecto se paralizaría por falta de fondos y Grupo Cruz podría quebrar, pero si lo firmaba, Grupo Cruz sobreviviría y podría terminar el proyecto en Oriente. Por otro lado, técnicamente estarían trabajando como esclavos para la familia Sosa, permitiendo que esos codiciosos se enriquecieran con su duro trabajo. Al notar que ella se esforzaba por tomar una decisión, Nataniel dijo perezosamente:
—Ustedes son como una manada de perros, que se aprovechan de los débiles en sus momentos de necesidad. Querida, no aceptes sus condiciones.
Ella se giró para mirarle, susurrando:
—Pero si no lo hacemos, nuestra crisis financiera...
Sonriendo, él respondió en un volumen normal para que todos pudieran escuchar:
—¿Ya olvidaste lo que te dije? Este proyecto tiene buenas perspectivas, y además eres una persona competente. Muchos jefes vendrán a invertir en nosotros. Ya verás.
Las caras de los Sosa se torcieron de rabia ante sus palabras. Habían visto cómo Penélope había estado a punto de ceder, a sus demandas, y, sin embargo ahora él le estaba aconsejando que no aceptara sus condiciones. Poniendo una fachada dura, Samuel amenazó:
—Penélope, será mejor que lo pienses bien. Si rechazas mis condiciones ahora, seguro que volverás arrastrándote hacia mí cuando te des cuenta de que no tienes otra opción. Y si no, cuando eso ocurra, no obtendrás ni una pizca de beneficio.
Al terminar, la voz de un hombre sonó desde la puerta de la oficina:
—No hace falta que amenaces así a la señora Sosa. Ella no necesita tu penosa inversión. —Ante las miradas atónitas de todos, excepto la de Nataniel, un grupo de hombres entró en el despacho con dificultas. El hombre que había hablado era el director del Banco de Ciudad Fortaleza, Leonel Hernández. Le seguían varios hombres de mediana edad, cada uno de ellos vestido de forma elegante con ropa cara, no había duda de que todos eran multimillonarios.
Entre ellos había otras tres figuras notables. El propietario del Hotel Juno, Jesús Moreno; el jefe de la Sociedad de Inversiones Cardoso, Valerio Cardoso; y el presidente de Inmobiliaria Bella Vista, Claudio Gómez.
—Director Hernández, ¿qué quiere decir con eso? La familia Moreno está dispuesta a invertir doscientos millones en la señorita Sosa, sin condiciones.
La voz de Valentín Kent era ansiosa cuando gritó:
—La sociedad de Inversiones Cardoso invierte trescientos millones en la señorita Sosa. No necesitamos ningún reembolso.
Incluso Claudio Gómez, de setenta años, gritó:
—Inmobiliaria Bella Vista también invierte quinientos millones. Tampoco aceptaremos ningún reembolso.
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