La venganza de un grande romance Capítulo 75

El trío continuó hablando sobre cómo había sido derrotado con tanta facilidad por Nataniel Cruz porque había decidido pelear uno a uno.

En ese momento el mayordomo entró e informó.

—Señor, hay un hombre llamado Fernando Lemes afuera que desea hablar con usted.

—Ese loco, ¿por qué está aquí de nuevo? —preguntó disgustado y frunció el ceño.

—Señor Miranda, ¿qué sucede? —preguntó Samuel con curiosidad.

—Era uno de mis hombres. Escuché que estuvo en la milicia africana y que no siente nada cuando mata —replicó de forma casual—. Vi que era un buen peleador y decidí contratarlo como mi guardaespaldas. Sin embargo, causaba problemas. El último mes, peleó con alguien en un bar y mató a tres personas. Después de ese incidente, vino a pedirme ayuda. Le di algo de dinero y le pedí que se fuera de inmediato. No sabía que seguía aquí en Ciudad Fortaleza. Y ahora viene a buscarme de nuevo, ¿cree que soy una caridad?

José le indicó al mayordomo que lo corriera.

No obstante, Samuel Sosa lo detuvo y le sugirió.

—Señor Miranda, dado que Fernando es tan despiadado y que está huyendo, ¿por qué no hacemos uso de sus servicios?

—¿A qué te refieres? —preguntó José, su confusión estaba dibujada en su rostro.

Con una astuta sonrisa, Samuel continuó.

—Fernando Lemes es solo un bandido. Matar a una o dos personas más no le importa, teniendo en cuenta el número de personas que ha matado. ¿Por qué no solo le da algo de dinero y le pide que mate a Nataniel Cruz?

—Exacto. Después de todo, ya ha trabajado para usted. Ahora que está en problemas, podría odiarlo si lo echa. Por lo que solo dele algo de dinero y pídale que haga algo por usted. Es una situación donde no se puede perder —añadió Pablo.

José pensó en sus consejos con una expresión sombría y al fin, asintió.

—Tienen razón. Dígale al loco que puede pasar.

—Sí señor —respondió el mayordomo.

Con rapidez, entró un hombre con aspecto corriente, pero muy musculoso. Era Fernando Lemes.

Cuando estaba a punto de entrar en la sala de estar, algunos de los guardaespaldas de José lo detuvieron. Escanearon su cuerpo con un detector de metales para asegurarse de que no llevara ningún arma antes de permitirle que se acercara a José Miranda.

Fernando parecía tener una mirada sincera, sin embargo, uno podía detectar una pizca de crueldad en sus ojos de vez en cuando.

Al oír esto, todos quedaron estupefactos.

José hizo contacto visual con los hermanos Sosa, de pronto, se dieron cuenta de que necesitarían a alguien que fuera feroz en verdad como Fernando Lemes, y no alguien que solo lo era de nombre como lo era El Relámpago.

José se puso de pie y se acercó a Fernando con una sonrisa al recibirlo.

—¡Oye, loco, por fin llegaste!

—¡Señor Miranda! —respondió él de manera automática.

José lo miró de arriba abajo varias veces y se rio antes de proseguir.

—No los culpes por lo que han hecho. Ofendí a alguien recientemente y casi me dan una patada en la cabeza por ello. Estos guardaespaldas están aquí para protegerme, son muy estrictos con respecto a quien trate de acercarse a mí, trata de entender eso por favor.

Fernando le lanzó una mirada a José y al detectar la venda en su cabeza, abrió sus ojos como platos y gritó furioso.

—¡¿Quién se atrevió a golpearlo?! ¡Dígame ahora y ajustaré cuentas con él!

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de un grande