Los hombres del Relámpago estaban llenos de desesperación y sorpresa.
Los dos ataúdes que habían traído ahora contenían los restos de Cicatriz y del Relámpago.
De no ser porque las puertas estaban cerradas, todos sus subordinados hubieran huido despavoridos.
Tomás, Javier y el resto de ellos miraban a Nataniel con fanatismo en sus rostros una vez más.
Nadie sabía quién era El Relámpago ahora. «¿Una persona importante del bajo mundo? ¿un hombre que hacía palidecer a todos en el bajo mundo del sur?».
A los ojos de Nataniel, él era solo una presa que podía ser asesinada en cualquier momento.
Tras esta limpia y rápida muerte, Nataniel alzó sus dos brazos y miró con atención a la multitud a su alrededor mientras los desafiaba.
—¡Vamos! ¿no hay nadie más que quiera mandarme a mi tumba antes de tiempo?
Todos se sintieron incómodos al escuchar esto.
«¿Era un desafío? ¿Para qué? Cicatriz murió en medio segundo, aunque era el peleador número uno del Relámpago, quien en sí mismo era un caudillo del bajo mundo, famoso por su habilidad en combate. ¡Y también había muerto en segundos! ¿Cómo podríamos nosotros, sus subordinados, desafiarlo?».
Los hombres tiraron sus armas y se arrodillaron uno a uno. Le rogaron al unísono.
—¡Señor Cruz! ¡Cometimos un error, ahora lo sabemos! Por favor, perdónenos.
Tomás y Javier, así como los demás hombres, miraron a Nataniel y le preguntaron con respeto.
—Señor, ¿qué hacemos con ellos?
No obstante, pronto recibieron la noticia de que habían salido sin un rasguño del complejo turístico, así como de que Nataniel había matado al Relámpago en combate singular. Sus hombres ya habían regresado su cuerpo a Alameda.
Todos ellos estaban atónitos e incrédulos ante la noticia.
Después de un largo rato, José habló por fin.
—Mi*rda. Pensé que el Relámpago era lo suficientemente capaz, parece que solo es un recipiente vacío.
—Tenía muchísimos hombres, Si los hubiera empleado, es seguro que Nataniel hubiera muerto. Pero eligió enfrentarse a él en combate singular. Y por eso murió, que retrasado. —Samuel dijo con una sonrisa.
—Escuché que El Relámpago era muy buen peleador. Supongo que fue un error inesperado. Bueno, Nataniel tuvo suerte de poder derrotar a un maestro con esos patéticos puñetazos suyos.
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