La verdad de nuestra historia romance Capítulo 120

Luciano los siguió detrás. No era difícil identificar la salida; no obstante, Roxana estuvo perdida porque estaba asustada por los trucos del lugar, que le causaron pánico. Después de tranquilizarse, logró encontrar la salida de la casa embrujada en poco tiempo. El sol se reflejó en su rostro, lo cual la encegueció un poco. Luciano, quien estaba justo detrás de Roxana, no pudo quitarle los ojos de encima. A esas alturas, ambos tenían diferentes pensamientos.

Al notar que el ambiente estaba tenso, Magalí llevó a su amiga a un lado y le susurró:

—¿Qué sucede? ¿Qué está pidiendo?

Roxana salió de su ensueño y miró a Luciano, se percató de su nerviosa y preocupada mirada. En el siguiente instante, recordó lo que dijo el hombre en la casa embrujada. «No parecía que me estuviera mintiendo», pensó y comenzó a sentirse preocupada por Estela. Antes, siempre había creído que la niña era hija de Luciano y Abril; no obstante, después de saber que Abril no era su madre, Roxana no pudo evitar sentir que le agradaba más la niña.

—Nada, solo algunos asuntos personales. —Roxana sonrió.

Sin embargo, Magalí tenía sus dudas. «¿Qué asuntos personales tienen que discutir? Incluso fue desconcertante que Luciano viniera hasta aquí». Justo cuando ella quiso indagar más, se dio cuenta de que Roxana ya se había alejado y se acercaba a Luciano, por lo que las dudas de Magalí se intensificaron.

El hombre la vio acercarse, frunció el ceño y quiso seguir pidiéndole ayuda; sin embargo, ella habló antes:

—Vamos a dar un paseo.

Él suspiró aliviado y le agradeció.

—En verdad lo aprecio.

Camilo conducía a gran velocidad y enseguida llegaron a la mansión. Después de bajarse del auto, Luciano guio a Roxana y a los niños, y se dirigieron a toda prisa al segundo piso. Por su parte, Jacobo esperaba arriba y, debido a la resistencia de Estela, tuvo que mantener distancia mientras la supervisaba, ya que temía que se hiciera daño. Por consiguiente, dejó la puerta entreabierta y se quedó en silencio y de pie en la entrada. Cuando vio a los cuatro, Jacobo frunció un poco el ceño y asintió con la cabeza.

—Señorita Jerez.

Roxana asintió en respuesta y su atención se centró en Estela.

—¿Dónde está Ela? Déjeme verla.

Jacobo señaló la esquina de la habitación.

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