La verdad de nuestra historia romance Capítulo 121

La mujer caminó en esa dirección y vio a Estela acurrucada en un rincón con las rodillas dobladas y se veía que tenía los ojos vacíos como una muñeca sin alma. Al recordar cómo solía recibirla con una dulce y brillante sonrisa, Roxana sintió un dolor en el pecho que la sofocaba. Esa mañana, Estela tomó la falda de la mujer con los ojos brillantes, pero descendió a un estado muy lamentable de forma inesperada. Roxana entró a hurtadillas a la habitación y se agachó junto a ella.

—Ela, estoy aquí —le dijo con una voz dulce y tranquila.

No obstante, la niña no respondió y Roxana se sorprendió por el estado en el que estaba.

—Señorita Jerez, Estela se encuentra aislada del mundo exterior —le recordó Jacobo en voz baja, de pie detrás de ella—. Debe seguir hablándole para traerla de nuevo a la realidad; es necesario tener paciencia para lograrlo.

Roxana se tranquilizó y asintió una vez más.

—Ela, mira quiénes vinieron también; Andrés y Bautista están aquí —le habló de nuevo a la niña.

Los niños se acercaron enseguida a Roxana y a Estela. Bautista comenzó a hacerle muecas a la niña.

—¡Vine a visitarte! No llores.

Andrés frunció el ceño y la miró a los ojos.

Roxana también tenía los ojos un poco rojos; no obstante, mantuvo la compostura y acarició las cabezas de sus hijos.

—Seguro se recuperará. ¿Por qué no descansan un poco? Yo hablaré con ella.

Los niños se aguantaron las ganas de llorar, al menos, para no hacerlo delante de Estela y, en silencio, se pararon detrás de Roxana. La mujer extendió la mano con amabilidad y tomó a la niña en brazos; comenzó a hablarle de toda clase de asuntos, sin importar si la niña podía oírla. Estela era como una muñeca, que dejaba que Roxana hiciera lo que quisiera con ella.

Luciano se sintió conmovido al verlas y estuvo más seguro de que Roxana no sabía que Estela era su hija. De lo contrario, no habría tratado a la niña con tanta amabilidad, dado que, supuestamente, había abandonado a su propia hija. «¿Qué salió mal?».

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