La verdad de nuestra historia romance Capítulo 122

Roxana estuvo allí durante todo el día junto a Estela y, a pesar de ello, la niña nunca respondió. Puesto que se hacía de noche, la mujer tenía que irse, aunque fuera a regañadientes.

—Vendré a visitarte mañana. Tienes que mejorar, ¿sí? —Abrazó a Estela con fuerza.

Andrés y Bautista también la abrazaron. Cuando los tres estaban a punto de irse, Roxana sintió que alguien tiraba de su falda, así que se dio vuelta sorprendida. Estela aún tenía la mirada fija en otro lado, sin ninguna emoción, pero aún estaba aferrada a la falda de Roxana con fuerza. Impactados, Luciano y Jacobo intercambiaron miradas mientras estaban en la puerta. Pensaban que Estela se había aislado completamente y que no respondería a ningún estímulo externo. Para sorpresa de ellos, la niña podía percibir la presencia de Roxana y, además, no quería que se marchara.

La mujer casi pierde el aliento, se quedó allí parada durante unos segundos y, poco a poco, se acercó de nuevo a Estela. Se agachó y la miró a los ojos de manera afectuosa.

—Ela, sabes que estoy aquí, ¿verdad?

La pequeña aún tenía la mirada perdida, pero sus manos seguían aferradas a la falda de Roxana.

—Mami, ¿podemos llevar a Ela con nosotros? —preguntaron Andrés y Bautista.

«Llevar a Ela con nosotros». La mujer se sintió un poco tentada y miró con recelo al dúo que estaba de pie en la puerta. Si Estela estaba dispuesta a irse con ellos, Roxana no dudaba en protegerla; no obstante, temía que la niña no estuviera dispuesta a dejar a su padre. La expresión de Jacobo se tensó.

—Creo que está bien. Es un gran progreso incluso ver que Ela responde a algo. Tal vez tenga mayor probabilidad de recuperarse si se queda con usted durante algo de tiempo —dijo y se volvió hacia su amigo.

Luciano miró las manos de Estela y sintió que se le rompía el corazón en mil pedazos mientras lo consumía un dolor paralizante.

El hombre no se quedó más tiempo de lo esperado y, al ver que habían acomodado una habitación para la pequeña, se despidió y se marchó. Roxana se sintió extraña. «Luciano dejó a Estela conmigo con total seguridad, ¿así sin más?». No obstante, volvió a concentrarse en la niña y esos pensamientos persistentes se desvanecieron de inmediato.

Afuera de la casa de Roxana, la expresión de Luciano se tornó sombría casi al instante; luego, sacó su teléfono y llamó a Abril.

—Luciano, ¿ocurre algo malo? —preguntó la mujer con timidez.

La mayoría del tiempo era ella la que tomaba la iniciativa de llamarlo, por lo tanto, se sorprendió al ver que él la llamaba y pensó que al fin se había dado cuenta de lo buena que era.

—Encontrémonos en el restaurante Frosa dentro de media hora —dijo el hombre con una voz desdeñosa y distante y luego cortó la comunicación.

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