Después de colgar, Roxana no pudo evitar preocuparse al ver a los tres niños jugar alegremente. Debido a lo ocurrido hacía unos días, le preocupaba que Luciano volviera a mencionar la procedencia de Andrés y Bautista. Además, no quería que el hombre se enterara del estado de Estela de ese momento y decidió llevarla de vuelta. Pronto, él volvió a llamar.
—He llegado, ¿en qué atracción están?
Al mismo tiempo, los tres niños instaron a Roxana a que los llevara a un espectáculo de beluga; por ello, accedió a la petición y le respondió:
—Lo esperaremos en el acuario. —Tras colgar, se fue con los niños.
Mientras tanto, Luciano y Camilo compraron las entradas antes de dirigirse allí también. Ella los llevó a sentarse en la primera fila, cerca de los laterales. Pronto, él ingresó y los vio al instante, así que fue a sentarse junto a ellos. La niña saludó alegremente a su padre al verlo, pero enseguida volvió a centrar su atención en la actuación de la ballena. Por otro lado, Andrés y Bautista solo asintieron en su dirección y no se molestaron en saludar. Luciano pudo ver que los muchachos seguían sin querer hablar con él; sabía que se debía a lo ocurrido durante aquella cena, por eso se sintió frustrado.
Mientras tanto, Roxana también lo saludó rápido antes de volver a dirigir su atención a la actuación. Al ver eso, Luciano no tuvo otra opción más que permanecer en silencio.
Un adiestrador del acuario se situó debajo el escenario y fue alternando entre dirigir a las belugas para que saltaran fuera del agua o hacerlas girar. Las ballenas cumplían las órdenes a la perfección y tenían un aspecto adorable; por lo que los niños las observaban con un brillo en sus miradas.
—¿Hay alguien entre el público que quiera venir a jugar con nuestras belugas? —El adiestrador se dio vuelta para mirar al público.
—¡Te estoy bañando! Debes quedarte quieta y no moverte.
Sin embargo, ¿por qué la ballena escucharía sus instrucciones? El animal le siguió salpicando agua al niño; así disfrutaban mutuamente. Enseguida Andrés se empapó; aunque miraba desde un lado, se molestó y se alejó de ellos. Por otra parte, Estela se puso en cuclillas junto a la piscina y acarició la cabeza de la beluga con delicadeza; la miró con adoración. Esta flotó con docilidad cerca de la superficie y aceptó que la tocara.
El adiestrador vio lo bien que se llevaba Estela con la pequeña ballena y le dio instrucciones desde detrás de la niña. De repente, la beluga saltó afuera del agua. El repentino movimiento la sorprendió y trató de alejarse; sin embargo, sintió una fresca sensación en la mejilla. Pronto, volvió a sumergirse en el agua con un chapoteo. Estela se quedó atónita durante unos segundos y se dio vuelta hacia Roxana emocionada para compartir su alegría.
—¡Vaya, señorita Jerez, la beluga me besó!
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