A pesar del ruido del chapoteo, Roxana pudo oír con claridad la voz de la niña y no pudo evitar quedarse pasmada por un momento porque pensó que había oído mal; luego la miró asombrada. Bautista también se quedó perplejo y dejó lo que estaba haciendo; no le importó empaparse. Sin embargo, la niña continuó jugando con la beluga, pero no notó las expresiones de asombro de Roxana y de los demás. Al final, el adiestrador les indicó que se fueran a sus asientos cuando comenzó el próximo segmento.
Roxana y los dos niños aún estaban pasmados. Por otra parte, Estela tomó la mano de la mujer y se sentó como si nada extraño hubiera sucedido. Luciano notó sus miradas que reflejaban asombro y preguntó con el ceño fruncido:
—¿Qué sucede?
Roxana por fin volvió en sí, entonces miró a la niña antes de susurrar:
—Estela… parece que recién habló.
Además, la niña habló con fluidez y tenía una voz adorable.
—¿Qué dijo? —le preguntó a su hija tras mirarla sorprendido.
A Roxana le tomó por sorpresa su pregunta; estaba tan sorprendida porque la niña habló de repente y no pudo recordar qué dijo. Andrés intervino en la conversación y señaló:
—Dijo que la beluga la besó.
Al lado de él, Bautista sintió mucha curiosidad y preguntó:
—¿Acaso Ela no es muda?
Siempre habían pensado que lo era; después de todo, nunca la habían oído hablar desde que la conocieron. Luciano, por su parte, frunció el ceño y respondió:
Ella sonrió y a la vez se le formaron hoyuelos en las mejillas; luego asintió obedientemente con la cabeza, pero no habló. Eso hizo que su padre frunciera el ceño; no obstante, siguió intentando convencerla de que hablara.
—¿A qué jugaste con la beluga? ¿Puedes contármelo?
Bautista escuchó a Estela hablar por primera vez hacía un momento. Sintió curiosidad y quería oír más; por ello, la instó:
—¡Ela, cuéntame a mí también! Mi beluga no me hacía caso. La bañé, ¡pero nos roció de agua a Andrés y a mí! ¿Cómo la tuya fue tan obediente?
Ella frunció un poco el ceño y se puso nerviosa ante las numerosas preguntas. Buscó en el bolso de Roxana un lápiz y un papel para escribirles. Luciano vio lo que su hija planeaba hacer y frunció el ceño, así que no preguntó nada más.
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