La verdad de nuestra historia romance Capítulo 196

Mientras sostenía la mano de Estela, Luciano miró fijo a la mujer que se encontraba cerca de él con una expresión indiferente.

—Aunque no seamos cercanos, no hace falta que me evite como a un virus, señorita Jerez. De todos modos, debo llevar a Ela al jardín de infantes y pasaré por delante de su instituto de investigación y desde allí me iré hacia Grupo Fariña. Por eso me ofrecí a llevarla. ¿Qué es lo que le preocupa? —replicó en un tono un poco sarcástico; en otras palabras, estaba insinuando que Roxana estaba pensando demasiado.

Estela quería estar un rato más con Roxana así que la miró con una expresión de lástima al oír sus palabras.

—Señorita Jerez…

Sin quererlo, Roxana se sintió conmovida, además, no tenía nada que objetar a las palabras de Luciano. Simplemente no tenían nada que ver uno con el otro, por lo que al contradecirse reiteradas veces acerca de asuntos tan inertes la hacía parecer bastante cruel. Luego de pensar en aquello, cedió y le dijo a Lisa:

—Puede regresar. Yo los llevaré al jardín de infantes.

Lisa asintió en señal de afirmación; Andrés y Bautista caminos hacia Roxana. Como ambos niños seguían teniendo prejuicios contra Luciano, se mostraron un poco indecisos al darse cuenta de que el hombre volvería a llevarlos.

Estela, en cambio, ya había soltado la mano de su padre y se acercó para agarrarle el vestido a Roxana; era evidente que quería sentarse con ella. Luego de acariciarle la cabeza, Roxana les ordenó a los niños:

—Suban.

Solo después de escuchar esas palabras, los niños subieron despacio al auto. Roxana subió justo detrás de ellos con Estela en brazos y se sentó en el asiento trasero con Andrés y Bautista.

Luciano les cerró la puerta del auto y se subió en el asiento del copiloto. Luego, arrancó el auto despacio y se dirigió hacia el jardín de infantes. Dentro del auto reinaba el silencio, ya que Roxana no tenía nada que decirle a Luciano. Además, los niños también estaban inexplicablemente callados, por eso el ambiente fue muy depresivo durante todo el trayecto.

Al oír eso, ella frunció los labios y, un momento después, le dedicó una sonrisa por cortesía.

—El instituto de investigación está cerca, así que iré caminando.

Luciano reprimió su disgusto y contestó con desdén:

—Si Ela se entera que la hice caminar, se enojará cuando vuelva.

Roxana se sobresaltó ante sus palabras. «Si ninguno de los dos habla de esto, ¿cómo se enteraría?». Sin embargo, se dio cuenta de que al parecer el hombre no se iría a menos que ella subiera al auto así que, luego de dudarlo por un momento, se subió en el asiento trasero.

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