La verdad de nuestra historia romance Capítulo 35

Antes de que Roxana pudiera reaccionar, Luciano la tomó de la cintura y la estabilizó. Cuando ella levantó la cabeza, vio sus ojos oscuros y, cuando intercambiaron miradas, Roxana se tensó. Luego, apartó la mirada de inmediato antes de volver a ponerse de pie con la mano sobre la cama para afirmarse.

Luciano la había sujetado de forma inconsciente cuando se cayó, pero cuando vio que ella lo evitaba por completo, su mirada ensombreció y así fue como enseguida apartó la mano de la cintura.

—¿Cómo se atreve a decir que ha investigado enfermedades complicadas? ¿Este es el resultado de su investigación? ¡Creo que compró esas credenciales! —Frida no se dio cuenta de lo que sucedía entre los dos, seguía enojada con Roxana y miró con furia a Jonatan—. Creo que es una mentirosa, Jonatan. Tenemos que echarla ahora mismo.

—No es de extrañar que el estado del gran señor Quevedo sea tan severo, parece que alguien ha estado interfiriendo en el tratamiento. Como insiste en que estoy equivocada, me iré ahora mismo —se burló en cuanto recobró los sentidos.

Luego, comenzó a poner las agujas de vuelta en el maletín. Nadie se imaginó que desistiría con tanta facilidad después de haber mostrado tanta determinación más temprano.

Jonatan quedó sin palabras por un momento antes de volver en sí y disculparse.

—Lo siento, doctora Jerez. Para ser honesto, nuestra familia tiene muchos médicos, así que sabemos un poco de acupuntura. Es probable que mi hermana esté enojada porque cree que es peligroso insertar una aguja en un punto específico y está preocupada por nuestro abuelo. Por favor, perdónela.

Roxana lo ignoró y continuó guardando sus pertenencias.

—No necesito quedarme aquí y que alguien que no sabe lo que hago me regañe. Vine porque quería ayudar de forma genuina al gran señor Quevedo, pero como la señorita no me cree, entonces, olvídense. —En el momento en el que terminó de hablar, levantó el maletín médico y fue hasta la puerta.

—Si esto no funciona, podemos encontrar a otro médico. Realmente no puedo confiar en esta persona.

Cuando vio que Frida todavía se comportaba de forma arrogante, la expresión de Roxana se tornó más apática mientras se burlaba:

—Entonces, espero que pueda encontrar uno antes de que el gran señor Quevedo muera, señorita Quevedo.

Se dio vuelta y se fue; sin embargo, en el momento en el que lo hizo, alguien la tomó de la muñeca. Frunció el ceño mientras se daba vuelta de forma antipática para ver quien era y, cuando vio el rostro impasible y apuesto de Luciano frente a ella, quedó muy sorprendida. «¿Qué está…? ¿Qué está haciendo?».

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