Como al otro día ya era fin de semana, los niños no tenían que ir al jardín de infantes; por ello Roxana planeaba llevarlos al instituto de investigación con ella.
Justo después de preparar todo, estaban a punto de salir cuando de repente se escuchó el timbre. Roxana pensó que podía ser Magalí así que se levantó y fue a abrir la puerta. Confundida, frunció el ceño al ver a la persona que estaba de pie del otro lado de la puerta.
—¿Ela? ¿Qué estás haciendo aquí?
Roxana miró instintivamente a su alrededor, pensando que Luciano estaría de pie y esperando en algún lugar a la vista. Sin embargo, no vio a nadie más que a Estela allí fuera. Entonces, decidió volver a centrar su atención en la pequeña y se agachó hasta la altura de la niña y le preguntó:
—Estela, dime cómo has llegado hasta aquí. ¿Te trajo tu papi?
«A juzgar por la actitud de Luciano ayer en el jardín de infantes, dudo mucho que deje que Ela esté conmigo, pero por el momento no hay otra posibilidad».
Estela llevaba un vestido blanco y una pequeña mochila en la espalda; la que había llevado al jardín de infantes el día anterior. Al oír la pregunta de Roxana, la niña tomó el cuaderno de su mochila, lo abrió y empezó a escribir algo: «He venido hasta aquí yo sola».
Roxana se quedó perpleja.
—¿Tu sola? ¿Cómo has encontrado el camino hasta aquí?
Estela volvió a garabatear en la hoja: «Tomé un taxi».
Roxana seguía sospechando, pero tras mirar varias veces a su alrededor, al fin creyó en las palabras de Estela. «Así que la hija de Luciano tomó el taxi de madrugada ella sola hasta mi casa. Esto me está haciendo doler de cabeza». Luego, reprimió la mezcla de sentimientos encontrados y preguntó con ternura:
—¿Hay alguna razón para que vinieras a mi casa?
La niña respondió por escrito: «Quiero ser amiga de Andrés y Bautista, así que vine a jugar con ellos. ¿Está bien?». Estela levantó su cuaderno y miró a Roxana de forma expectante.
«¿Solo por eso?». En ese momento, Roxana no sabía qué contestarle. «Ayer, la maestra me dijo que a Estela le gustaba seguir a mis niños. Sin embargo, nunca pensé que se atreviera a tomar un taxi hasta mi casa ella sola solo para poder jugar con ellos. Además, no sabe hablar. Si se encontrara con gente mala en el camino...». Roxana no se atrevió a pensar en lo que sucedería ante esa situación.
«Incluso a mí me cuesta creer las palabras que acaban de salir de mi boca». Sin embargo, los dos niños aceptaron la verdad sin problemas. Desconcertado, Bautista miró a Estela.
—¿Viniste sola? ¿Te volviste a escapar de tu casa?
«Si mal no recuerdo, la primera vez que conocimos a Ela fue cuando se escapó de su casa».
Por el contrario, a Estela no le pareció extraño su comportamiento y asintió.
En cuanto los niños vieron su tranquilo comportamiento, intercambiaron miradas sin decir nada. «¿Por qué la hija de papá sigue huyendo de su casa? Y lo que es más extraño aún, ¿por qué viene a nuestra casa?».
Al mismo tiempo, Luciano estaba trabajando en la oficina del director ejecutivo de Grupo Fariña cuando, de repente, le comenzó a sonar su teléfono personal. Atendió la llamada; era el mayordomo quien llamaba con mucha urgencia.
—Señor Fariña, la señorita Estela desapareció otra vez.
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