Los niños se mostraron cautelosos ante la mención de su madre.
—¿Por qué pregunta por ella? —dijo Andrés, fulminándolo con la mirada.
Él no era muy fuerte, pero aún estaba decidido a mostrarse despiadado. Al percibir la hostilidad y cautela de los niños, Luciano se sintió curioso y divertido, pero no les prestó atención.
—Bueno, ya cuidaron a Ela dos veces, así que es lógico que se lo agradezca.
Andrés se sintió aliviado al escucharlo, pero su expresión permaneció tensa.
Incapaz de encontrar una respuesta, desvió la mirada de los tres niños y observó el entorno con indiferencia. Ese era un lugar alquilado, pero era evidente que Roxana se había esforzado para decorarlo. Luciano se encontró con un hogar limpio y acogedor, al verlo más de cerca, notó que había varias zonas decoradas con fotografías. Con la atención puesta en los portarretratos, el hombre se acercó y los miró con atención. Poco tiempo después, frunció levemente el ceño. En cada imagen solo estaban Roxana y los dos niños. A pesar de que los tres sonreían con gusto, Luciano sintió que algo estaba fuera de lugar. «No hay ninguna señal del padre de los niños en ninguna de estas imágenes. ¿O acaso él tomó todas estas fotos? Pero no puede ser. ¿Cómo no saldría en ninguna?».
Justo cuando se puso a pensar, una ráfaga de ligeros pasos se escuchó desde las escaleras. El hombre salió de su ensueño y colocó el portarretrato de nuevo en su lugar antes de regresar hacia la alfombra. Presa del pánico, Roxana bajó deprisa las escaleras; tenía una expresión de desesperación.
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