La verdad de nuestra historia romance Capítulo 73

Luciano esperó hasta la noche; sin embargo, no recibió ninguna llamada de Roxana. Por lo tanto, reprimió su disgusto y se apresuró en ir a buscar a Estela al jardín de infantes. «Una vez que esté allí, podré averiguar qué ocurrió».

Cuando arribó, la mayoría de los niños ya se habían ido. Luciano vio a su hija que se encontraba de pie en la esquina con la cabeza baja y sujetaba su mochila con ambas manos; se veía abatida. Luciano frunció un poco el ceño y se acercó a acariciarle la cabeza.

—¿Por qué estás enojada? ¿Es porque llegué tarde? Estoy tan... —Antes de que pudiera terminar, Estela frunció los labios, resopló y pasó a su lado.

La mano de Luciano quedó suspendida en el aire y su voz se detuvo seco tras ver con impotencia cómo su hija caminaba hacia el auto. La observó subirse antes de retraer la mirada y observar al resto de los niños, aun así, no había señales de los gemelos.

—Señor Fariña... —Una de las maestras se dio cuenta de que parecía estar buscando a alguien entonces se sintió preocupada y se apresuró a acercarse con cautela.

Luciano cambió la mirada y observó a la mujer inexpresiva que tenía delante.

—¿Dónde están los gemelos? ¿Los han expulsado?

La maestra bajó la cabeza con culpabilidad.

—Todavía no. Quería darles la noticia cuando vinieran a la escuela, pero la señora Jerez me llamó esta mañana y me avisó que los niños no se sentían bien, así que no llegué a decírselo...

—De acuerdo —dijo Luciano de manera cortante y se dirigió al auto sin esperar una reacción de parte de la maestra.

En el auto, Estela abrazó su mochila y apoyó la cabeza en ella mientras miraba hacia abajo; parecía estar reflexionando sobre algo. Al ver que Luciano subía al auto, se hizo a un lado sin levantar la cabeza de modo que puso distancia entre ellos.

El hombre se sentó a su lado y le indicó al conductor que condujera; después, la miró preocupado y le preguntó:

Catalina no tuvo más remedio que ignorar el asunto; sin embargo, cuando llegó la hora de la cena, Estela seguía sin bajar. Entonces, Catalina miró a Luciano, quien estaba sentado en la mesa del comedor sin comer ni un bocado, suspiró y se apresuró a subir para hacer bajar a la niña. No obstante, nadie abrió la puerta luego de que golpeó varias veces.

—Señorita Estela, por favor, baje a... —Antes de que pudiera terminar la frase, se oyó de repente un sonido sordo; era como si algo se hubiera desplomado en el suelo.

Catalina se asustó y justo cuando estaba a punto de bajar a buscar a Luciano, se giró y lo encontró de pie detrás de ella.

—Señor Fariña, usted sabe cómo es el carácter de la señorita Estela. Siempre ha sido poco sociable y no sabe hablar. Por favor, tenga más paciencia con ella. ¿Cómo tendrán una buena relación si no se comunica con ella de la forma adecuada? La señorita Estela es diferente a los demás niños. ¿No le preocupa que su estado empeore? —le preguntó.

Al oír como que algo se caía al suelo dentro de la habitación hizo que Catalina se pusiera muy nerviosa y estaba tan preocupada que sus ojos enrojecieron mientras decía la última pregunta.

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