Eran casi las diez cuando Luciano llegó a casa con Estela. El mayordomo ya estaba esperando en la puerta.
—La señorita Pedrosa lo está esperando dentro, señor Fariña.
En cuanto Luciano lo escuchó, frunció el ceño y luego de asentir con la cabeza hacia el mayordomo, entró con Estela.
—¡Llegaste!
Abril, quien estaba sentada en el sofá, se puso de pie de un salto cuando los vio cruzar la puerta. Luego, se agachó e intentó tocar la cabeza de Estela, quien hizo todo lo posible por evitarla. Abril la miró con desagrado, pero con una sonrisa ocultó su expresión con rapidez.
—¿Qué ocurre? —Luciano la estudió atentamente ya que su tono seguía siendo indiferente.
Abril le dedicó una sonrisa despreocupada.
—Nuevamente quiero agradecerte por habernos prestado a uno de tus empleados hoy. Nos ayudaste a salir de un apuro y papá me dijo que viniera para agradecerte en persona.
Iba a añadir algo más tras una breve pausa, pero Luciano la interrumpió.
—¿Ya está resuelto ese asunto?
De repente, Abril se quedó boquiabierta y asintió con una sonrisa, la cual parecía bastante forzada.
—Bueno, el pequeño problema que tuvimos nos mantuvo ocupados hasta la tarde. Espero que no haya interferido en tus asuntos.
—Hay muchos empleados en Grupo Fariña y la ausencia de uno no supone ninguna diferencia. No hace falta que me des las gracias —dijo tras asentir.
Sin esperar su respuesta, pasó junto a Estela. Furiosa, a Abril se le desfiguró el rostro, pero, unos minutos después, se relajó de nuevo cuando recuperó el sentido común.
—De todas maneras, me ayudaste a resolver algo muy importante. No sabía qué regalarte así que, en su lugar, traje un presente para Estela. No te preocupes que no me he gastado una fortuna. Piensa que es una muestra de mi agradecimiento.
—¿Sí? ¿Volviste tan tarde porque la llevaste a que pasara una noche de diversión?
Luciano frunció el ceño.
—Se está haciendo tarde. Deberías irte si no hay nada más que pueda hacer por ti. Ela necesita dormir.
Abril se quedó muda y no se le ocurrió nada que decir así que solo observó cómo Luciano pasaba con Estela junto a ella mientras subían las escaleras. Luego, salió de la mansión con un aspecto sombrío. Su guardaespaldas, quien también era su chofer, se dio cuenta de su expresión y decidió actuar con cautela.
—¿Desea volver a casa, señorita Pedrosa?
—¡Quiero que averigües dónde ha estado Luciano esta noche con esa z*rrita suya! —ordenó Abril luego de fulminarlo con la mirada.
El guardaespaldas se estremeció antes de obedecerle de inmediato.
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