Los Hijos del Jeque romance Capítulo 68

Natalia

Se despertó antes que yo.

Escuché el ruido de la ducha, al menos se había animado a darse una ducha.

Fingí dormir, no sabía cómo manejar la situación.

Salió de la ducha y fue al armario.

Llegó a la cama, se sentó y me miró, incluso con los ojos cerrados sentí su presencia.

- Sé que estás despierta – pasó su mano por mi cabello – ¿Quieres hablar?

- No puedo engañarte - abrí los ojos - Creo que deberíamos hablar.

- Quiero disculparme por todas las veces que me he equivocado contigo - respiró hondo - Y sé que no fueron muchas, pero quiero que me perdones Nathalia te necesito, no soy buena Tío, sabes que soy dueño de un club de juegos y sexo, que a veces mato gente y soy adicto al trabajo, fui por mucho el prometido perfecto para Dahra, y por mucho seré el marido perfecto para ti, pero intentaré ser el mejor esposo.

- No sé que decir Esam, me has hecho tanto daño que no puedo creerte.

- Créeme – se levanta – Voy a tratar de ser el mejor hombre y esposo que hayas visto.

- Lo sé – me río de él – Esam, ¿cuántas veces me lo prometiste?

- Lo prometí, y muchas veces no lo cumplí, pero te amo Nathalia y no tenerte me mata, no tener al menos la esperanza de tenerte me mata por dentro, sé que has sufrido por mi culpa.

- Muchas veces sufrí por tu culpa, y el contrato de matrimonio fue de lo más sórdido.

- ¿Quedate conmigo?

- No - respondí en el acto.

- Está bien, no insistiré más, te dejaré libre Nathalia, son muchos años lastimándonos - baja la cabeza - Muchos años lastimándote, le voy a pedir a Enzo que te lleve al departamento de mis padres, No quiero que sufras más - Puso su mano en la manija de la puerta, y continuó con su espalda - Eres libre de mí para siempre, no te obligaré a quedarte conmigo, eres libre.

Y luego salió de la habitación, dejándome allí sola, y se fue.

Le oí llamar a Enzo y me quedé mirando la pared.

Me quedé allí un rato, esperé y pensé que volvería, pero no lo hizo, fue entonces cuando lloré por él una vez más.

- Nathalia – Miré hacia la puerta – Me pidió que la llevara al departamento del Sheik.

- ¿Donde está?

- Se fue y no dijo a dónde iba - respiró hondo - Está enfermo, ¿puedo dar mi opinión?

– entonces le respondí que sí – Si de verdad no quieres estar con él, déjalo ir, sé que se encontrarán porque son de la misma familia, pero déjalo ir, te quiere demasiado.

- Enzo voy a buscar mis cosas.

- Están listos.

- Oh, me quieren fuera de aquí.

- Te equivocas te queríamos como nuestra amante, no lo hiciste – se dio la vuelta – Te espero afuera.

Fui a la habitación de invitados y efectivamente mis maletas estaban listas, agarré algunas otras pertenencias y me fui con mi corazón y el corazón de Esam.

Enzo me ayudó a bajar con la maleta y no intercambiamos una palabra más, el aire estaba pesado y mientras el auto se deslizaba por las calles de Nueva York mis ojos se llenaron de lágrimas, es divertido, tal vez cómico, que esté aquí llorando por perderlo.

Eso es lo que quería no era que él me dejara, sino el vacío que siento.

Enzo me mira por el espejo retrovisor, incluso miró hacia atrás rápidamente, debe estar preguntándose lo mismo que yo.

¿Y tú también lo has sentido?

Querías que se fuera, pero cuando se fue, ya no quisiste que se fuera.

Quería que se quedara, pero no lo hice.

¿Parece confuso?

- Enzo, ¿dónde está?

- Me imagino que estás en SEXO, ¿cambiaste de ruta?

– No espero a responder.

- Llévame a SEXO.

Y me fui tratando de salvar mi contrato de matrimonio.

Estaba ansioso por cada calle por la que pasaba el auto, temblaba, pateaba el piso del auto y apretaba los dedos.

Y entonces las preguntas flotaban en mi mente, ¿y si él ya no me quería?

¿Y si estaba con otra mujer?

Tengo que dejar de pensar en eso, respirar y respirar.

Respira e inhala.

Que ansiosa, parezco una adolescente yendo a su primera cita.

Enzo me ayuda a entrar en el SEXO, me da una máscara y corro a la oficina, paso por los pasillos y la gente que imagino que trabaja allí y me mira fijamente, todos arreglados y yo con jeans y tenis.

Cuando abro la puerta con el dibujo del león, mi corazón está en mi boca y siento que va a explotar, mi respiración se entrecorta, miro la mesa y luego el sofá, pero él no está.

Miro en el baño y tampoco está allí, me dirijo a las ventanas que dan a la planta baja y me sorprende una escena, un hombre está dominando a una mujer, pero en lugar de verse dolido cuando le pone el látigo en la piel, pero se mueve y parece sentir placer.

Él no la lastima, le importa, pero le gusta demostrar que la domina.

- Casi no me lo creo cuando Enzo dijo que estabas aquí – viene y me abraza y yo salto en su regazo – ¿Viniste a quedarte conmigo?

– se ríe – No lo creo, mi amor.

- Vine para quedarme contigo.

- Pero me aceptarás como soy - me presiona contra la pared - Sabes que puedo intentar cambiar algunas cosas, pero no del todo.

- Negociemos – lo beso – ¿Estás dispuesto a negociar?

- besarlo de nuevo.

- Claro mi amor, negociemos – nos besamos – O no serías mi esposa si aceptaras todo.

- Es bueno saber eso – besa mi cuello – Quiero preguntarte algo, ¿puedo?

- Quería ir al ala BDSM - parece que el estado de ánimo se ha roto.

Mi cuerpo fue jalado hasta el borde de la cama y mis pies asegurados con otro tipo de esposas a la misma barra que mis manos, causando que mi cuerpo formara una c invertida.

Su lengua jugó con mi trasero y luego con mi clítoris y luego movió el objeto que estaba allí, lo sostuvo y lo movió mientras lamía, y me mojaba cada vez que jugaba allí.

La boca me abandonó, pero me llenó su miembro erecto y duro, la sensación del objeto en mi trasero y su miembro, me hizo gemir, las esposas golpearon la barra con ruido y mi respiración se hizo más pesada y luego nuevamente sentí mi placer cuidar mi cuerpo.

Mientras se derretía de placer tomó el objeto de mis manos y lo penetró con cuidado, me tensé y su mano sostuvo mi seno pellizcando y entrando lentamente en mi trasero.

Me quitó la venda de los ojos.

- Quiero ver tus ojos verdes y verte gemir.

Cuando estaba completamente dentro de mí, y fue muy cuidadoso conmigo y después de todo era mi primera experiencia, se movió por un rato y se acostó encima de mí y me besó mientras sentía su cuerpo chocando con el mío.

No le tomó mucho tiempo sentir su placer derramándose dentro de mí.

"Te amo" susurró y me besó.

- Yo también te quiero.

Esam me quitó las esposas de las piernas y de las manos y pude ver que realmente era una barra que estaba al costado de la cama y fue una de las experiencias más locas que jamás había experimentado.

- ¿Estás bien?

- Un poco dolorido.

- Preferiría ir a darme una ducha a casa, ¿de acuerdo?

- el sugirió

- Creo que yo también lo prefiero.

Me puso una bata, y bajamos por un ascensor aparentemente privado. Me llevaron en su regazo al auto, dije que no lo necesitaba, pero me ganó el hombre del que estoy enamorada.

Cuando llegamos al penthouse de Esam, la tina con agua deliciosa ya me estaba esperando y los dos nos quedamos abrazados.

- ¿Sabías que estamos realmente casados?

- el dice.

- ¿Por qué hiciste eso?

- Porque si no lo hacía, te escapabas de mí y era una alternativa a tenerte.

- No estuvo bien lo que hiciste, fue un chantaje para usar a una persona que me gusta como moneda de cambio.

- Sé que jugué sucio, pero ¿sabes qué?

No me arrepiento de tenerte ahora y para siempre.

- Cosa fea que hiciste - se rió - No quiero que me manipulen nunca más, ¿me oyes?

- Me veré cara a cara y luego sostuve tu posesión más preciada y la apreté - escuchó Esam.

- No estropees tu parque de diversiones mi hermosa - me tocó a mí reír, y es hora de ser feliz con el hombre que amo.

- Finalmente se casó con KING.

- Finalmente se casó con REINA.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Los Hijos del Jeque